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Discusiones de pareja: ¿Por qué algunos lo hacen a todas horas?

Por el dinero, por las cuestiones domésticas y, sobre todo, por los hijos. Muchas parejas acaban instalándose en un enfrentamiento permanente, que expresa un conflicto y oculta inseguridad e intransigencia.

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Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Algunas parejas se instalan en una discusión permanente, un síntoma que expresa un conflicto oculto y desconocido. Si discutimos es porque en las relaciones afectivas, además de amor, también hay rivalidad, rabia, incomprensión e intolerancia. En este tipo de enfrentamientos no solo no se escucha al otro, sino que ni siquiera se habla de lo que se quiere. Tras el ruido de la pelea se oculta la inseguridad y la intransigencia.

En tales casos, las palabras no sirven para comunicarse, sino para dañar al otro y a uno mismo. Lejos de acercar, aumentan la distancia entre los miembros de la pareja, que son víctimas de emociones que se niegan a reconocer y que ni siquiera pueden nombrar, pues pertenecen a conflictos inconscientes.

En la relación de pareja se producen compensaciones psicológicas. Por ejemplo, se puede buscar un hombre protector o una mujer maternal para equilibrar deseos infantiles que no pudieron ser satisfechos. Pero si ello nos representa un conflicto y no aceptamos la razón de por qué hemos elegido a una pareja así y no a otra, podemos atacarla allí donde precisamente nos evoca una ligazón demasiado conflictiva con alguna persona de nuestra vida afectiva.

Desvalorizar al otro

Javier se quejaba de la aptitud de Leonor para controlar el dinero: le parecía que gastaba demasiado. Él vivía el trabajo como un sacrificio y se creía con derecho a pedirle que fuera como él quería, lo que incluía hacerse cargo de sus hijos y de la administración de la economía doméstica. Leonor, por su parte, no podía resistir la recriminación de Javier, al que acusaba de no estar en casa el tiempo suficiente. Ella trabajaba como abogada, pero menos horas que él, y sentía que él no reconocía su trabajo. Javier huía de casa porque se había identificado con un padre que trabajaba de sol a sol, lo que también era una forma de plegarse a la idea que su madre tenía de los hombres. De esta manera, se acercaba a su madre y se alejaba de su mujer.

Lo que más irrita a la mujer es que resten importancia a sus emociones.

Leonor, por su lado, le recriminaba su falta de tiempo, pero cuando estaba en casa no le pedía que hiciera cosas con los niños, suponiendo que él no quería. De esta forma repetía sin saberlo la relación con su padre, cuya atención siempre echó de menos. Ella, en ocasiones, compraba algo que a Javier le parecía un exceso sin avisarle y, como era un poco tacaño, Leonor sabía que eso le haría estar pendiente de ella, tratándola como a una niña. Al culparla por su mala gestión económica, evitaba culpabilizarse a sí mismo de su mala gestión emocional.

Los dos mantenían una posición infantil con respecto a sus propios padres, lo que no les dejaba tener una posición de adultos respecto a sus hijos. Él pensaba que Leonor le descalificaba como padre y no le valoraba como hombre; ella sentía que él la deja sola como madre y la desvalorizaba como mujer. Y todo ello se traducía en peleas.

Lo que más irrita a la mujer es que el hombre intente quitarle importancia a sus sentimientos. Ella se siente ante esta actitud descalificada y culpable por sus sentimientos, sola y sin apoyo. El hombre por su parte es asustadizo cuando se trata de hablar de sentimientos y, además, se siente responsable de todo lo que le ocurre a ella, lo que le hace sentirse desvalorizado. Entonces comienza a darle soluciones prácticas creyendo que ayuda a su pareja con estos consejos, cuando en realidad le tapa la boca y la deja sola. No la acompaña en la vivencia que la mujer tiene, sino que intenta controlar sus sentimientos.

Las discusiones en las parejas pueden darse por cuestiones domésticas, económicas y, sobre todo, por los hijos. Es en este terreno donde se desliza aquello que vivimos en nuestra educación emocional y que ahora podemos reeditar al colocarnos en el papel de padres, que hemos de compatibilizar con el de cónyuges.

¿Qué pasa en la pareja?

  • Cuando las discusiones son frecuentes y nos parece que el motivo fue una tontería, conviene suponer que estamos dominados por emociones del pasado, que revivimos ahora con nuestra pareja.

  • Las discusiones señalan que, aunque haya conflictos en la pareja, la relación aún nos importa. La indiferencia hacia el otro es la antesala del agotamiento amoroso.

¿Qué podemos hacer para solucionar problemas con la pareja?

  • Reflexionar sobre los motivos por los que discutimos y aceptar que el otro también tiene sus razones, aunque no estemos de acuerdo con ellas.

  • Es mejor hablar de lo que ocurre cuando pensamos que no vamos a seguir peleando. La actitud masculina de negarse a hablar establece una guerra fría y esconde una posición pasivo-agresiva que acumula el resentimiento.

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