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Las bolas chinas

La funcionalidad que se les atribuye, además de la cuestión picarona de meterse algo en el cuerpo, es la de ayudar a fortalecer el suelo pélvico empleándolas especialmente mediante variaciones de los llamados “ejercicios de Kegel

Bolas chinas.

Valérie Tasso
VALÉRIE TASSO

De antiguo, las cavernas nos han propiciado una extraña mezcla de miedo y fascinación. Más o menos el arco emocional que va desde la excitación por la posibilidad del descubrimiento y el horror ante el posible ataque de un oso. Una caverna inexplorada o una remota cueva activan nuestros más profundos sentimientos exploradores y nos sumergen en las más fantasiosas ensoñaciones…. Desde aquella gruta situada en el volcán Snaefellsjökull, por la que se alcanzó el centro de la tierra en la novela de Verne, hasta el teatro de ensoñaciones platónico que confundimos con la realidad a la luz de la lumbre, pasando por la cueva de los tesoros que descubre Alí Babá en las “Mil y una noches”. La vagina cumple a la perfección con esa legendaria fascinación de la caverna. Sólo así se explica, por ejemplo, en esa mezcla de relato, visitas a media luz y mapas del tesoro, la extraña y sorprendente popularidad de un artilugio como las “bolas chinas”.

Pequeña historia sobre las bolas chinas que quizás desconocías

Consideradas en principio como el exótico y sofisticado artilugio de placer femenino, cuando se creía que la gruta era sensible a nuestras pisadas y, más recientemente, como el obligado “personal trainer” de la masa muscular que recubre la caverna, lo cierto es que su éxito así como su origen o la funcionalidad primera con la que se inventan, permanecen en el terreno brumoso de la especulación. Algunos investigadores sugieren que el nombre de “Ben Wa” (como también se les conoce, sobre todo en los países anglosajones) corresponde al de su inventor (alguien de, posiblemente, el siglo V d.C.), que, por cierto, bien pudiera ser que fuera japonés y no chino (en China, a esos artilugios se les llama algo así como “yindaoqiu”, que significaría prosaicamente “bola vaginal”) y que, en origen, su diseño no fuera el de dos esferas sujetas por cordones sino el de pequeñas formas ovoides macizas normalmente de jade y sin ataduras entre ellas. También se apunta a que su funcionalidad primera fuera (y a esta explicación, servidora apostaría) no el proporcionar placer a la mujer sino el proporcionárselo al hombre durante el coito al masajearle, con el correspondiente talento y cuidado, el pene durante la penetración, o bien para que existiera una permanente lubricación vaginal a fin de poder “arremeter” cuando al patrón le pareciera más oportuno. Pero, sea lo que fuera, lo cierto es que hoy en su infinita variabilidad mercantil, se suelen fabricar como dos bolas unidas (aunque puede ser una sola o tres) que tienen en su interior otra más pequeña y maciza y con un cordón extractor (normalmente plastificado). La funcionalidad que se les atribuye, además de la cuestión picarona de meterse algo en el cuerpo, es la de ayudar a fortalecer el suelo pélvico empleándolas especialmente mediante variaciones de los llamados “ ejercicios de Kegel”.

Hay para todos los gustos…

Como decíamos, la variabilidad de productos en el mercado (“mercado erótico” se entiende y no de hortalizas) es enorme tanto en tamaño, peso y materiales empleados, si bien su aspecto ya reseñado y hasta familiar suele respetarse. Las hay que alzan los 40 milímetros de diámetro pero lo habitual es que ronden los 35 milímetros (tamaño éste que, para una mujer adulta con un suelo pélvico normalmente operativo y que no padezca vaginismo, suele ser “pan comido”) y que las más pequeñas partan de los 25 milímetros. En cuanto al peso (no siempre proporcional al tamaño), lo usual para iniciarse suelen ser de unos 28 gramos y, con relación al límite, pues casi que el que el cuerpo aguante (algunas sobrepasan los cien gramos).El material empleado en su fabricación suele ser la silicona médica (hipo alergénica, de fácil limpieza y que permite una lubricación de base acuosa) pero también se emplean el vidrio soplado, el metal o hasta el recubrimiento de oro (en estos últimos materiales, las bolas suelen ser macizas sin contener otra pequeña en su interior) En fin, que para gustos, colores…

La importancia del asesoramiento para su uso

Lo importante, más allá de la elección personal, es que si se quiere que realmente devengan funcionales para el tono de la musculatura exista un asesoramiento previo que marque los ejercicios y las pautas de las rutinas en su uso (para la cuestión lúdica, y siempre evitando las salvajadas, pues adelante con lo que se nos antoje), así como saber que hay casos en los que no resulta conveniente su uso (caso evidentes; como una cavidad vaginal hipotónica que no las pueda sostener dentro y en los que hay que recurrir a otras fórmulas, casos de vaginismo o casos de hipertonía en los que el exceso de tono muscular puede llegar a producir bloqueos o dificultades). Y recordar, por último, que eso de hurgar en la vagina está muy bien cuando a una le viene en gana, pero que anda por ahí toda una caterva de espeleólogos aficionados que parecen haber perdido algo no se sabe dónde (pero siempre parecen que lo busquen en la vagina) y a los que convendría, por pelmazos, no recordarles nunca la fórmula aquella del “Ábrete Sésamo” (y es que a Altamira, por ejemplo, le vino muy bien lo de estar varios milenios cerrada).

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