vivir

"Tenemos que hablar" ¿El fin o la oportunidad?

Las discusiones de pareja son un interesante objeto de debate. ¿Es posible mantenerlas de forma saludable? ¿O son la prueba evidente de que lo nuestro agoniza y está acabado?

Leonardo DiCaprio y Gisele Bündchen mantuvieron una relación de cinco años. / getty

Beatriz García Manso
BEATRIZ GARCÍA MANSO

"Queridísima boba, no puedo vivir sin ti". Así arrancaba una de las cartas de amor que Richard Burton le envió a Elizabeth Taylor después de su primer divorcio. La reconquista no tardó: 16 meses después de haber puesto fin a su matrimonio, volvieron a darse el "sí, quiero". Tardaron un año en divorciarse por segunda vez, aunque la convivencia duró menos, siete semanas en las que Richard le regaló otros tantos diamantes a Liz. Aderezada con broncas monumentales, noches de pasión y más joyas a la mañana siguiente, puede que la suya sea una de las historias de amor más turbulentas y célebres de la historia.

Sus biógrafos dicen que estallaban en discusiones furibundas en cualquier lugar, con frecuencia en pleno rodaje, para desesperación (o regocijo, quién sabe) de los equipos de las 11 películas en las que trabajaron juntos mientras duró su relación. " Me encantaba pelearme con él -contaba la actriz-. Era elegante incluso en una trifulca. Era como una bomba atómica, pero siempre sabía decir algo gracioso. Cuando nos alojábamos en el hotel Regency de Nueva York, había gente que alquilaba a propósito la habitación que estaba debajo de nuestra suite y ponía un vaso en el techo para oír nuestros insultos. Supongo que los vasos se romperían".

Algunas parejas son adictas al drama y su intensidad emocional.

Burton y Taylor eran adictos al drama, thrill seekers o buscadores de sensaciones fuertes enganchados a la intensidad emocional que se produce en el fragor de la batalla, cuando los niveles de adrenalina y cortisol tocan cumbre. Muchos confunden esta peligrosa adicción con la pasión y ven en las broncas y reconciliaciones un antídoto contra la monotonía que tantas víctimas se ha cobrado entre los enamorados. Asomarse al abismo de una crisis es para algunos el arriesgado sustituto de las mariposas en el estómago del inicio que tanto echamos de menos cuando vuelan.

"Hemos crecido con el ideal del amor romántico y nos hemos empapado sin querer de frases tipo "los que se pelean, se desean" o "quien bien te quiere, te hará llorar", para describir las relaciones amorosas -advierte Cristina Callao, psicóloga y sexóloga especializada en terapia de pareja-. Y nada más alejado de la realidad; si aceptamos la idea de que amar implica sufrir, seremos mucho más permisivos ante límites necesarios, manipulaciones, excusas, reproches... Y todo en nombre del "amor". Hay que entender que hay miles de fórmulas para dar chispa a la relación sin tener que estar discutiendo día sí, día también y, además, en las parejas que tienen más momentos de discusiones que de calma, llega un momento en el que pueden sentirse agotadas de esa situación y se convierte en un motivo de ruptura".

Eso no quiere decir, sin embargo, que discutir sea síntoma de mala salud de la relación, ni que las parejas que nunca discuten sean más felices. La cuestión no está tanto en cuánto sino en cómo. Es inevitable que en una pareja formada por dos personas que piensan, sienten y evolucionan de manera individual se produzcan desencuentros e intercambios de pareceres. Forma parte de una comunicación saludable. Pero una cosa es expresar nuestra opinión, malestar o frustración e intentar, llegado el caso, alcanzar un acuerdo, y otra muy diferente convertir nuestro salón en la trinchera de La guerra de los Rose.

La línea que separa la discusión del ataque personal y la pelea es muy fina y hay quienes no ven claros los límites. "Las claves: no exigir, sino pedir; no negar la diferencia; no exagerar ni generalizar; evitar palabras como "siempre" o "nunca"; dejar de adivinar (decir cosas como "ya sabía yo... si te conozco muy bien" ponen a la defensiva a tu pareja); saber elegir el mejor lugar o momento; huir de las amenazas y nunca agredir ni anular al otro", aclara Silvia Pérez Manjavacas, psicóloga especializada en relaciones de pareja de la agencia matrimonial Alter Ego.

Tregua bajo las sábanas:

  • Tras una discusión, unas parejas necesitan que corra el aire; en otras, la amenaza de pérdida activa el sistema de apego y la necesidad de sentirse cerca física y afectivamente. Durante una discusión acalorada aumenta la percepción sensorial por la liberación de neurotransmisores. El cóctel hormonal es similar al de la excitación sexual y muchos acaban haciendo las paces en la cama.

  • ¿Qué opina la experta? Que si hay comunicación entre la pareja... ¡adelante! El sexo es beneficioso para la relación, siempre y cuando el ritual bronca-cama no se convierta en una dinámica recurrente y tóxica -es decir, si es la única manera de encender el deseo o de sentir el interés del otro- ni en una forma de evasión.

  • "El sexo de reconciliación no cambia la forma de ser de ninguno, ni borra lo que pasó. Libera tensiones, pero no debe usarse para acabar con la situación desagradable sin hablar. No hay nada, ni el sexo, que reemplace el diálogo", advierte la psicóloga Silvia Pérez Manjavacas.

Palabras y silencios corrosivos

Si hay una persona que ha tratado de descifrar la fórmula del amor eterno (o, al menos, duradero), ese es John Gottman, doctor en Psicología y profesor emérito de la Universidad de Washington (y con un divorcio a sus espaldas, por cierto). En los 80, fundó su Love Lab (laboratorio de amor) y se dispuso a analizar la dinámica doméstica de miles de parejas. Su meta: desentrañar las emociones y las reacciones visibles e invisibles en las conversaciones cotidianas y aparentemente intrascendentes (qué vemos en la tele, qué tal el trabajo, qué hacemos el fin de semana...).

El desprecio destruye más parejas que la traición o el engaño.

Más de 3.000 parejas después, Gottman afirmó que podía predecir con una precisión del 90% si dos personas permanecerían unidas y felices a largo plazo o no. Le bastaba con comprobar la presencia de una serie de factores que se repiten en las parejas que están en crisis... incluidas algunas que no tienen constancia de estarlo. Gottman clasificó las actitudes que provocan las rupturas en cuatro tipos: la crítica destructiva, la actitud defensiva, la evasiva y el desprecio. "Discutir no es malo; hasta las parejas más felices lo hacen. Lo malo es cuando se pierde el respeto por el otro, cuando las discusiones vienen cargadas de críticas, sarcasmo o insultos. El desprecio es el factor más destructivo de los matrimonios, mucho más que la traición o el engaño", asegura. La buena noticia es que pasar revista a estos aspectos permitiría detectar las señales de advertencia y poner a salvo la relación empezando por cambiar la forma en la que ambos miembros se comunican entre sí.

Se ha explicado muchas veces, a menudo en referencia a problemas financieros, que en chino la palabra crisis está formada por dos caracteres. El primero es wei, que significa peligro y el segundo es ji, oportunidad. Lo mismo sucede en el amor, asegura Silvia Pérez Manjavacas: " Una crisis conlleva un peligro, pues se ponen al descubierto ciertos problemas; pero también es una oportunidad para fortalecer la relación, pues permite a la pareja pasar a la siguiente etapa de su vida realizando cambios necesarios en su forma de relacionarse; nos permite analizar por qué tengo este conflicto, por qué me molesta tanto y qué puedo hacer, en vez de reprocharlo. Son cambios que debemos ir afrontando y, si lo hacemos bien, la relación saldrá fortalecida".

Ante una fase conflictiva, la clave no está en dilucidar si esto será el punto y final, sino si queremos que lo sea o si nos interesa seguir adelante con el compromiso que supone la relación. Toca plantearse cuestiones que van más allá de si seguimos amando al otro (indispensable, pero no suficiente). ¿Tenemos metas comunes? ¿Tengo confianza plena en la otra persona y en la propia relación? ¿Siento interés y me preocupo por él/ella? ¿Le deseo erótica y sexualmente? ¿Soy capaz de reflexionar y comprometerme para ver qué puedo aportar al otro y a nuestra relación para mejorarla?

Se trata, en términos poco románticos, de hacer un balance contable de la relación para averiguar si la crisis supondrá un punto final o, más bien, un punto y seguido. A veces, para hallar las respuestas hace falta tomar distancia. Llamémosle darse un tiempo, cese temporal de la convivencia, o conscious uncoupling -desemparejamiento consciente-, el término que se sacaron de la manga Gwyneth Paltrow y Chris Martin cuando decidieron probar una separación temporal antes de pasar a mayores y firmar el divorcio, cosa que acabaron haciendo.

La fugacidad del segundo matrimonio Taylor-Burton parece dar la razón al refrán que dice que segundas partes nunca fueron buenas. Pero en los últimos años de su vida, la actriz hizo públicas las cartas de amor que se habían intercambiado para mostrar que entre ellos no estaba todo dicho. En la última misiva que Richard le mandó, en 1984, intentaba convencerla de que volvieran a intentarlo: "Quiero volver a casa", decía. Tres días después, el actor murió repentinamente, sin conocer la respuesta de Liz, que atesoró esa carta en su mesilla de noche toda su vida: "Estuvimos enamorados 20 años. Desde el día en que nos conocimos. Sigo enamorada de Richard. Si viviera, estaríamos casados, pero no tuvimos tiempo. Nos faltó vida para vivirla juntos".

¿A la segunda va la vencida?

En España, donde el 60% de los matrimonios acaba en divorcio (somos el quinto país del mundo con mayor tasa de rupturas) no hay cifras que valoren el éxito de las segundas oportunidades. Pero según un estudio llevado a cabo en Inglaterra, el 40% de los divorciados mostraba arrepentimiento y consideró darle otra oportunidad a su relación. Un gran porcentaje de aquellos que querían volver a intentarlo lo hicieron y en el 21% de los casos la reconciliación cuajó a largo plazo.

Llegados a este punto, la pregunta es: ¿por qué vuelven los que vuelven? El portal de citas Parship indagó en el asunto para concluir que el 70% de las mujeres encuestadas admitieron que habían dado una segunda oportunidad a un ex, "aún sabiendo que dicha relación no les convenía en absoluto". El 71% de los hombres y el 52% de las mujeres habían retomado una relación por no sentirse solos. La psicóloga y sexóloga Cristina Callao dice que "es posible que, tras una temporada separados, podamos apreciar desde la objetividad a nuestra pareja y hayamos sabido aprovechar el tiempo en solitario para crecer en aspectos que han sido una dificultad en el pasado". Siempre y cuando, claro, no se haga por los motivos equivocados, como el miedo a la soledad o la nostalgia, que tiende a destacar entre nubes de algodón y música de violines los tiempos felices mientras barre bajo la alfombra los motivos que llevaron a la ruptura.

Muchos han apostado por el triunfo del amor al segundo intento, como el actor Colin Firth y su mujer, Livia, que volvieron a intentarlo después de un año de separación (y una polémica relación de ella con un paparazzo en el ínterin). O Miley Cyrus y Liam Hemsworth, Patrick Dempsey y Jillian Fink, o Cayetano Rivera y Eva González. Todos ellos abrieron un paréntesis, de varios años en algunos casos, hasta estar seguros de que estaban hechos el uno para el otro y emprender juntos la segunda parte del resto de sus vidas. Lo mismo hizo el músico Phil Collins, que tras 12 años de matrimonio con Orianne Cevey (su tercera esposa), 32 millones de euros para finiquitar su unión y ocho años separados, volvió a casarse con ella. Esperemos que a la segunda vaya la vencida. Al fin y al cabo, "no conoces a un hombre hasta que te has divorciado de él". Palabra de la actriz Zsa Zsa Gabor, que, con nueve matrimonios y ocho divorcios, algo sabría del asunto.

Y además...

- 4 millones de españoles se sienten solos y se avergüenzan

- Divorcios con más de 50: oportunidad, no drama

19 de febrero-20 de marzo

Piscis

Como elemento de Agua, los Piscis son soñadores, sensibles y muy empáticos. La amistad con ellos es siempre una conexión profunda que dura toda la vida... Si puedes soportar su carácter pesimista y su tendencia a guardar secretos y a ver siempre el lado negativo de las cosas. Ver más

¿Qué me deparan los astros?