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Alba Galocha: "Desde niña he querido vivir demasiado deprisa"

De aspecto frágil, pero fiero, despliega ante la cámara todo el poder de las supermodelos. Pero la profesión se le ha quedado estrecha y desde ella ha saltado al cine. Con cuatro películas pendientes de estreno, su confirmación como actriz llega ahora en 'La zona', la serie donde ejerce de desalmada superviviente de una catástrofe nuclear

Alba Galocha luce jersey y collar de Chanel / Foto: Chesco lópez/ Estilismo: José Herrera

BEATRIZ G. MANSO

En la pantalla, con el pelo corto, vestida de negro de la cabeza a los pies, sudorosa y exhausta, Alba Galocha corre como alma que lleva el diablo. Suya es la primera secuencia de 'La zona', la nueva serie de Movistar+. Un thriller que se sitúa en un rincón del norte de España, en los años posteriores a un accidente nuclear que ha puesto del revés la vida de sus habitantes, creando un nuevo orden social en el que nada es ni volverá a ser lo que era. Ella es Zoe, una superviviente que lo perdió todo y subsiste a base de saquear casas abandonadas y pasar mercancía contaminada de contrabando. En ese despiadado panorama que los hermanos Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo, creadores de la serie y de 'Crematorio', entienden como una metáfora de la crisis, Zoe desconfía de todos y no espera nada de nadie.

La Alba Galocha real lleva un ritmo más pausado, pero similar corte de pelo, indumentaria negra y el mismo aire de adolescente andrógina. Su aspecto menudo y casi frágil esconde, igual que su personaje, una tremenda fuerza que aparece en el momento preciso en que mira de frente a la cámara. Y aunque es temprano y apenas se ha tomado un café, empezamos hablando de temas serios. "Cuando se vive una situación de crisis, da igual que sea económica o nuclear, siempre es la gente de a pie la que sufre las consecuencias. Y siempre hay quien intenta aprovecharse y sacar partido de la desgracia de otros. Siempre ganan los mismos y los perjudicados también son los mismos, los que menos tienen".

La serie traslada a Asturias una tragedia tan grave como las de Chernóbil o Fukushima. Ella, lectora voraz, ha tratado de comprender a sus víctimas y comenta algunas de las historias que leyó en Voces de Chernóbil, el libro donde la premio Nobel de Literatura Svetlana Alexievich rescata bajo los escombros las historias de los supervivientes. Como la de una pareja de ancianos que daba comida todos los días a los soldados para que se la llevaran a los animales que habían tenido que abandonar en su granja al ser evacuados. Y la del soldado que no se atreve a decirles que los animales han muerto y que ellos jamás podrán regresar. "Te pones en la piel de las personas que lo han perdido todo, que han sido arrojadas de sus casas. Es atroz. Tu vida ya no es tu vida, hay que empezar de cero y volver a echar raíces en otra parte. Una situación tan extrema te hace replantearte absolutamente todo, es un cambio total de tu forma de ver el mundo. Ahora sabes que en tus manos no hay nada, tienes que asumir que no hay nada que puedas hacer para frenar la tragedia y la desolación que lleva consigo".

Total look de Prada y anillos y pendientes de Cartier / Foto: Chesco lópez/ Estilismo: José Herrera

Esta es una ficción como las que a ella le gustan. De las que dan mucho en qué pensar, de las que plantean dilemas morales y hacen removerse incómodo al espectador en su sofá. Entusiasta del cine de Michael Haneke, Wes Anderson y Pablo Larraín, cree en el poder del arte como herramienta de denuncia y de reflexión. "Me gustan las películas que plantean dilemas, que te remueven por dentro. Y cualquier otro tipo de arte, igual: cada corriente refleja cómo se encontraba la sociedad en cada momento. Es la manera más fácil de recordar la Historia, de tenerla presente". El cine siempre le gustó, aunque solo se dedica a ello desde hace dos años. Esto también, como todo en su vida, sucedió rápido. " De pequeña, mi padre me reñía porque quería vivir demasiado deprisa; desde que tenía 15 años estoy deseando tener 30. Soy de las que piensan que cuanto mayor seas, mejor, más experiencias tendrás y por tanto más lista serás. Pero él me decía: "¡Quieres hacer lo que hacen las chicas de tu edad en lugar de estar pensando en cuando tengas 30 y querer tener marido, niños, perro y gato!".

"Creí que en el cine encontraría a más estrellas que personas, pero ha sido al revés".

Su infancia transcurrió entre Santiago de Compostela, donde nació, y Meira, el pueblo lucense de sus abuelos, donde iba con frecuencia a correr monte arriba y monte abajo, a escuchar las historias del abuelo y a perseguir saltamontes. De niña quería ser muchas cosas: veterinaria, periodista... Luego, cuando sus padres se divorciaron, Galocha se mudó a Madrid y empezó a estudiar diseño de moda. A los 19 años, un compañero le hizo unas fotos para un catálogo y ahí empezó todo. En 2012 ganó el premio a la mejor modelo en la Madrid Fashion Week, ha sido la imagen de firmas como Mango o Loewe, y ha desfilado en París para Vuitton. Fue después de ese hito en su carrera cuando se instaló en la capital francesa para dedicarse a su profesión en cuerpo y alma. Y le fue bien: editoriales, campañas, portadas, desfiles... Pero dos años después, ya tenía claro que ese no era su sitio. Echaba de menos salir a la calle y encontrar la sonrisa de la gente, ir al mercado y charlar con la frutera, la vida de barrio. También, por decirlo de alguna manera, el mundo de la moda le empezó a apretar por las costuras, el traje se le quedó estrecho. "Yo siempre decía que trabajaba como modelo, nunca he dicho soy modelo, porque sabía que era un impás, que no era algo definitivo ni el lugar donde me quedaría. Y eso que está guay: viajas continuamente, conoces un montón de gente, ganas dinero... Pero llegó un momento en el que sentí que ese mundo ya no daba más de sí para mí".

Ha contado alguna vez que su abuela, la gallega de Meira, no la reconocía en las fotos de las revistas, que pasaba y repasaba las páginas sin encontrar a su nieta, maquillada y vestida con las tendencias de la temporada. Así se dio cuenta de que ser modelo no era otra cosa que interpretar un papel. Por eso la alternativa de ir más allá y dedicarse al cine siempre le rondó la cabeza aunque, por el respeto que tiene al arte, temía no estar a la altura. Sin embargo, se preparó con cursos en París y Madrid, y se obligó a seguir a pies juntillas su filosofía vital, que consiste en no permitir que el miedo le corte las alas. "El miedo no sirve más que para ponerte trabas. Si te rindes a él, te perderás muchas cosas. Es cierto que me parecía una profesión muy complicada y no sabía si sería capaz, pero no dejé de intentarlo".

Y menos mal que no lo hizo. Lleva cuatro películas en dos años. "He tenido mucha suerte, pero estoy muy verde todavía, tengo todo que aprender", reconoce. Y lo está haciendo al lado de actores con mayúsculas: debutó el pasado año en El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez, con Eduard Fernández, José Coronado y Marta Etura; saltó luego a la comedia, escoltando a Verónica Echegui en 'No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas'; y ha rodado junto a Luis Tosar y Gael García Bernal en 'Plan de fuga' y la cinta francesa Si tu voyais son coeur, respectivamente. A quienes les asalten las dudas del talento de otra modelo más metida a actriz, que se sacuda los prejuicios viendo cómo trata de tú a tú al soberbio reparto de La zona y cómo le aguanta la mirada a grandes como Eduard Fernández (otra vez) y Sergio Peris-Mencheta.

Abrigo y botas de Céline y broche de Chanel / Foto: Chesco lópez/ Estilismo: José Herrera

"Pensaba que en la industria del cine me iba a encontrar más estrellas que personas y ha sido lo contrario", asegura y, aunque no lo dice, puede que lo compare con ese entorno de vanidad, fotos y pasarelas que le curtió el carácter. " El de la moda es un mundo duro, muy solitario. Viajas sola y cuando te ves dos meses en Tokio con 17 años, sin familia, sin amigos, sin un sitio al que llamar casa, creces, no te queda otra. Al principio la soledad es difícil, pero llega un momento en que pasa a formar parte de tu fórmula. Y entonces la buscas. Te vas a Ámsterdam a trabajar un día y te quedas tres para deambular sola por allí. No todo el mundo sabe estar solo, pero cuando lo descubres te das cuenta de que está guay encontrarte contigo".

"La moda es dura: si pasas meses sola en Tokio tan joven es inevitable crecer".

A base de rechazos, Alba aprendió también a no ponerse nerviosa en un casting, a manejar la presión y a superar los complejos adolescentes. "Es verdad que al principio te afecta lo que te dicen y que el escrutinio físico puede hacer mucho daño, pero luego vas aprendiendo a relativizar. A unos les gustas y a otros no. No depende de ti. Y si no te quieres tú, ¿quién te va a querer?". Ella que ni es excesivamente alta, ni excesivamente despampanante, tiene claro que la belleza está en el ojo del que mira y que no existe una definición única de la feminidad. " Ha cambiado mucho la visión de la modelo. Ahora mismo, las que más trabajan lo hacen por la personalidad que desprenden. Ves caras raras, cada una lleva un corte de pelo, cada una tiene su carácter. Eso tiene mucho que ver con la sociedad, que ya no acepta ver niñas esqueléticas o con las tetas hasta los ojos".

Vestido y bolso de Loewe y zapatos de Pura López / Foto: Chesco lópez/ Estilismo: José Herrera

Alba tiene cierto respeto a volar. No por ello deja de hacerlo, pero de vez en cuando, aprovecha que se sube a un avión para hacer balance: "¿Estás bien? ¿Te gusta tu vida? ¿Si te mueres ahora, hay algo que te gustaría haber dicho o hecho?". El repaso de cuentas actual dice que se siente feliz siendo actriz, que cree que le gustaría estar toda la vida haciendo películas. Pero no se atreve a jurarlo. Su vida ha dado muchas vueltas desde que, no hace ni una década, salió de Santiago de Compostela. Y ella tiene demasiados intereses: "El arte, la fotografía, la música, leer, los museos y nadar. Viajar me flipa. Y los animales, me encantaría tener burros, gallinas, caballos, perros, gatos... También me gustan mucho los bebés". Se pone a enumerar y hay que pararla: ¿los propios o los ajenos? "De momento, los de los demás".

De momento. A sus 27 años, su existencia no tiene nada que ver con aquella que imaginaba cuando, en plena adolescencia, su padre trataba de que echara el freno y se centrara en el presente. Pero sigue siendo la misma. Entre los veintitantos pequeños tatuajes que decoran su piel, hay uno escrito en gallego: "Non deixes que os monstruos que te rodean te atrapen e te cambien" [No dejes que los monstruos que te rodean te atrapen o te cambien]. Es una dedicatoria que su hermano mayor le escribió en un libro que le regaló. De momento, los monstruos, si es que los encontró por el camino, no lo han conseguido.

*Artículo originalmente publicado en el número 966 de mujerhoy.

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