ESTRELLA DE HOLLYWOOD
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Ahora que se nos ha ido, Robert Redford pasa a ser enteramente la leyenda que, a decir verdad, ya era en vida. El séptimo arte con su poder inmenso lo había hecho inmortal por anticipado, que es la gloria que asiste a los grandes del celuloide. Solo que el chico de California, además de un actor como la copa de un pino, un director más que solvente y un apasionado defensor del cine alternativo, y de los nativos americanos y el medio ambiente, era el guapo de Hollywood por antonomasia.
Lo de guapo por excelencia, por supuesto, con permiso de su partenaire en El golpe y Dos hombres y un destino, el eterno también Paul Newman. Que incluso hablando de belleza descomunal eran eso: dos hombres, los más atractivos de su tiempo (¿y de este?), y un destino. Inevitable pensar seguidamente en Brad Pitt, en cierta manera el heredero.
Y no hay mejor homenaje a un actor que ver una y otra vez sus películas. Quién no está deseando revivir ese momento cumbre de Memorias de África en que ese cazador profesional, aventurero como ninguno, Denys Finch Hatton, deja caer el agua de una jarra de palangana sobre el cabello de Meryl Streep, rodeados de todo lo exótico del paisaje africano.
O cómo resistirse al encanto que desprende nuestro rebelde con causa -nunca fue solo una cara bonita- en Los tres días del Cóndor. Y otro tanto puede decirse de esa elegancia años 20 de Gatsby. O de su estilo setentero y su apostura sin igual en Todos los hombres del presidente. A continuación, repasamos las ocho películas en las que nos enamoramos para siempre de Charles Robert Redford Junior. Una estrella a todas luces.
Una deliciosa comedia con un Robert Redford y una Jane Fonda en estado de gracia, que solo por ver a la pareja ya vale la pena, más allá de su factura puramente cinematográfica. Con su trabajo, el actor estaba diciéndole al mundo a gritos, aunque fuera sin querer, que para galán clásico a la medida de Hollywood, desde luego, daba la talla.
Ejercía de un joven y conservador abogado (Paul), que, como mandan los cánones del género, termina enamorándose de la alocada y en exceso romántica Corie. Con la boda llega el dulce hogar y con el hogar, ya sin dulce, los excéntricos vecinos. Uno de los grandes éxitos de Broadway de Neil Simon, y tuvo muchos, llevado al cine por el director Gene Saks. Lo mejor: los chispeantes diálogos.
Robert Redford y Paul Newman, o viceversa, son tan guapos que se comen la pantalla. Reconocerlo es de ley. Además, se trataba de su primera vez... y la nuestra. Luego nos harían repetir, nuevamente a las órdenes de George Roy Hill, con El golpe, pero aquí nos enfrentamos a un poderoso wéstern con todos los ingredientes del género. No le falta ni el humor. Es, ciertamente, un generador de cinéfilos.
Pero es que, para colmo, interpretan a dos forajidos de leyenda, de los que atracan bancos y asaltan trenes. Sundance Kid, de donde Redford tomó el nombre de su festival, y Butch Cassidy, unidos por y en el Lejano Oeste. Decir memorables ellos y memorable el film es poco. Una joya. Lo mejor: la canción Raindrops Keep Falling' On My Head durante la escena de la bicicleta. Y que nos perdone el desenlace y toda la película.
Un clásico entre los clásicos. Con Redford de nuevo cara a cara con Newman, supuestamente rivales y sin embargo amigos, después de haber sido ambos aquellos dos hombres ante un destino, bajo la dirección también de George Roy Hill. El papel de timador (Johnny Hooker) que planea vengarse de un mafioso le venía a nuestro protagonista como anillo al dedo. Y sumando.
Inolvidable su facha con traje de raya diplomática y visera, entre otros atuendos igualmente irresistibles. Era el Chicago de los años treinta, la época de la Gran Depresión, y vestir bien era casi obligado. La película se hizo ganadora de siete premios Oscar, pero no para Redford, que estaba nominado. Jamás se llevó un Premio de la Academia como actor, solo el honorífico a toda su carrera. Lo mejor: el duelo interpretativo y el sorprendente final. Ah, bueno, y el vestuario.
Ya ni forajido, ni timador. En esta película tan años 70, basada en la novela de Arthur Laurents y dirigida por Sidney Pollack, le tocó encarnar a un tipo carismático, con desbordante y celebrado don de gentes, lo que hoy se diría un disfrutón (Hubbel Gardiner). A su lado, nada menos que Barbra Streisand, en el papel de Katie Morowsy.
Se enamoran a pesar, o por eso, de ser muy diferentes. Claro, ella es una idealista defensora de las causas perdidas hasta el final (también de la película). Les conocemos en sus años universitarios y les seguimos la pista después. Una historia de amor intensa que, por fortuna, no cae en los sentimentalismos habituales. Lo mejor: además de lo ya dicho, la canción que le da título, The Way We Were, interpretada por la propia Streisand, que se llevó un Oscar. Un clásico de su repertorio.
Esta vez se trataba del muy ambicioso proyecto de llevar al cine la monumental novela de Scott Fitzgerald, con guion de Francis Ford Coppola, que empezó a escribir Truman Capote, por cierto, y dirección de Jack Clayton. Cómo no, Robert Redford es el gran Gatsby. Un hombre enigmático y solitario de modales impecables que vive en una lujosa mansión en la ciudad ficticia de West Egg, en Long Island, y da fiestas de las que hacen historia.
Gatsby está enamorado hasta los tuétanos de la bella Daisy, en la piel de Mia Farrow, chica de buena familia, pero, para su desgracia, casada con un hombre rico y extremadamente vulgar. Estamos en los locos años 20, los del jazz, el charlestón, la ley seca y el boom económico que precedió al crack del 29. Así que solo podía ser una superproducción. Lo mejor: que nos hace volver al clásico literario, probablemente inadaptable, y que convirtió a Redford en un mito.
Una de género, un señor thriller político, que nos muestra a un Robert Redford como un funcionario de la CIA que trabaja leyendo libros para detectar mensajes cifrados y un buen día encuentra a sus compañeros muertos. John Turner, Cóndor en clave, sabe que el próximo es él y huye para ponerse a salvo mientras averigua qué está pasando. Y en esta huida se ve obligado a secuestrar a una mujer, Kathy Hale (Faye Dunaway). Y, sí, hay historia de amor.
La película adapta la novela Six Days of the Condor, de James Grady, y la firma también Sydney Pollack. No podemos olvidar que aparece también el gran actor sueco Max von Sydow. Se la considera a menudo una obra maestra. Eran los años de la dimisión de Nixon y el escándalo del Watergate (a continuación). Ella es setentera a más no poder. Lo mejor: la atmósfera de tensión e intriga, así como el tratamiento de los personajes.
La verdad es que la historia real, la de los dos periodistas del Washington Post que destaparon en 1972 el Watergate, lo que provocó la caída del presidente Nixon, es paradigmática, trepidante y llena de emoción. Y la cinta recogió magistralmente lo vertiginoso de esa investigación con un ritmo que no decae ni por un segundo y con un Robert Redford como Bob Woodward excelente. Lo mismo que su compañero de reparto, un inolvidable Dustin Hoffman en el papel de Carl Bernstein. Se confirma lo bien que le sientan a Redford los duelos actorales. Él mismo se empeñó en sacar adelante la película. Ya entonces era un actor comprometido.
Luego vendría Steven Spielberg a firmar Los archivos del Pentágono (2017), que termina donde empieza Todos los hombres del presidente. Esta la filmó sabiamente Alan J. Pakula. Lo mejor: Redford aparte, la propia historia. La dejaron por escrito los dos reporteros, publicada con el mismo nombre y merecedora del Pulitzer.
Digamos que es un peliculón. No se puede llamar de otra manera. Por la historia autobiográfica que la baronesa Karen Blixen, conocida por su pseudónimo literario Isak Dinesen, contó en su novela homónima (1937), en la que está inspirada. Porque nos traslada a la Kenia de principios de siglo, en pleno colonialismo.
Por la presencia de Meryl Streep y por ese seductor ingobernable con ansias de libertad que es Denys Finch Hatton, o sea, Robert Redford. Dando vuelo ambos a una de las películas románticas más alabadas de todos los tiempos, en manos de Sydney Pollack. Lo mejor: las palabras con las que arranca la historia. «Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong». Porque con un principio así solo se quiere seguir.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.