el hombre de las mil caras
el hombre de las mil caras
Durante su primer año estudiando Ingeniería de Telecomunicaciones en Canarias, Álvaro Morte (Algeciras, 1975) participó en un cortometraje en el que buena parte del equipo pertenecía a una compañía de teatro que estaba montando un espectáculo nuevo para el que necesitaban unos músicos en directo. «Un par de amigos y yo nos ofrecimos», cuenta sobre la razón que le llevó a cambiar de carrera y decidirse por la interpretación. «No soy ningún profesional, pero me gusta mucho la música y toco algún instrumento. O lo aporreo», indica humildemente.
«Durante los ensayos en el teatro, con las luces y el olor de las butacas, compusimos las canciones y fuimos probando cosas. Luego, llegó la magia del estreno y el juego escénico. Y nosotros formábamos parte de aquello, con el público entusiasmado y aplaudiendo. Ahí me inocularon un veneno que ya no pude soltar», confiesa con una sonrisa.
Casi tres décadas después, ese joven al que inyectaron el elixir hipnotizador de la interpretación es un actor conocido mundialmente gracias a su trabajo en La casa de papel, tiene diez millones de seguidores en Instagram y atesora una carrera audiovisual que en las próximas semanas añadirá dos nuevos títulos: Dos tumbas (Netflix, estreno el 29 de agosto) y Anatomía de un instante (Movistar Plus+, durante el otoño). O lo que es lo mismo, pasará de interpretar a un peligroso hombre de negocios que sufre una terrible pérdida a ponerse en la piel del presidente Adolfo Suárez en el 23-F.
En la primera de estas tramas, un par de años después de la desaparición de Verónica y Marta, dos amigas de 16 años, la investigación se archiva por falta de pruebas y sospechosos. Con guion de los integrantes del colectivo literario Carmen Mola, la miniserie está protagonizada por Kiti Mánver, en el papel de la abuela de la primera adolescente, y el propio Morte, que interpreta a Salazar, el padre de la segunda.
«Meterte en la piel de una persona que sufre una tragedia como esa y gestionar ese dolor conectado con la ira y la sed de venganza me pareció un viaje interesante al que enfrentarme como actor», aclara el intérprete sobre un papel al que quiso dar su impronta a través de un acento más cerrado de lo que es habitual en él. «Era como hacer un pequeño homenaje a esos otros acentos y lugares que no se ven tanto en la ficción española, porque aunque puedan resultar toscos, me parecen muy bonitos», revela.
Para el actor también era importante que Dos Tumbas fuera «un thriller en el que una señora mayor tira del carro y se enfrenta a todo ese proceso. Me pareció muy novedoso porque no estamos acostumbrados a ver cosas así. Y el hecho de que fuera Kitty Mánver quien hiciera ese papel de maravilla... trabajar con ella ha sido un gustazo», admite. Otro de los grandes momentos que le ha brindado esa producción es que su madre, «que siempre ha tenido mucha inquietud artística», hiciese un cameo en el último episodio de la producción a sus 84 años.
Si para interpretar a Salazar hubo que «matizar un poquito al personaje, porque originalmente era sueco y se llamaba Henry Sandberg», para ser el protagonista de la adaptación del libro de Javier Cercas, Anatomía de un instante, Morte tuvo que sobreponerse a la sorpresa. «Las directoras de casting, Yolanda Serrano y Eva Leira, me dijeron que querían hacerme una prueba para el papel de Adolfo Suárez. Y pensé: '¿Cómo que yo? No creo que pueda hacer de Adolfo Suárez'. Finalmente, con el trabajo que hemos hecho con Alberto Rodríguez (director y coguionista) y un guion tremendamente sólido, estoy muy contento con el trabajo realizado», reconoce.
La miniserie de cuatro episodios aún no tiene fecha de estreno –aunque la première mundial tendrá lugar en septiembre en el Festival de San Sebastián–, pero Morte avanza que es «un thriller lleno de intriga y suspense», aunque también una parte «de nuestra historia tremendamente importante que las generaciones jóvenes, quizá, no tienen tan clara como nosotros. Alberto (Rodríguez) quería hacer un proyecto que ellos también pudieran disfrutar para entender la envergadura de todo lo que fue aquello».
Algo que también le ha sucedido a él porque «hay muchas cosas que se verán en la serie que yo no conocía al detalle, ni mucho menos». Ante la responsabilidad de interpretar una figura como la del expresidente, Morte recalca que «hay una parte que a mí me apetecía mucho y era intentar mostrar lo que nosotros, desde el equipo, hemos entendido que también podía haber sido el Suárez humano. Poder humanizar a esos políticos que fueron tan importantes y entender las trabas que encontraron, los logros que consiguieron y las estrategias a las que tuvieron que enfrentarse».
Ese inesperado casting pilló al intérprete en Londres, donde pasó cuatro meses sobre las tablas del West End trabajando en la obra Barcelona junto a la actriz británica Lilly Collins, protagonista de Emily in Paris. «Subirte a un escenario en Londres es muy bonito, porque allí va al teatro gente de todo el mundo. En la representación hablábamos de muchas cosas, del prejuicio entre los pueblos, pero también de algo tan terrible como el 11-M. El que el público, que supo de los atentados a través de los medios de comunicación de una forma muy fría y supuestamente objetiva, pudiese verlo desde la perspectiva de una persona que lo había sufrido de una forma muy directa, te da un enfoque distinto», analiza sobre la historia de su personaje.
En la vida laboral de Morte el teatro no es algo casual y, como si se tratase de las secuelas del veneno inoculado en su juventud, regresa a él cada vez que tiene ocasión. «Desde que llegué a Madrid he tenido la oportunidad y la suerte de trabajar mucho delante de la cámara, pero hubo un momento en el que era terrible estar esperando siempre a que te llamen para ofrecerte un trabajo. Así que decidimos (junto a su mujer, Blanca Clemente) que no íbamos a esperar más sino a intentar movernos para ver qué podíamos generar. Así surgió 300 Pistolas, una productora con la que llevamos obras de teatro clásico a los jóvenes de secundaria y bachillerato», comenta.
«La experiencia y la respuesta de los chavales fue absolutamente maravillosa. A pesar de ser autores de los que se pueden sentir más alejados, por su forma de hablar o de expresarse, los temas que tratan en sus obras siguen vigentes. Y ponerse encima de un escenario para transmitirles que igual no estamos tan alejados de todo aquello, que hay mucho que aprender de esos textos que son tan valiosos, era muy gratificante».
Admirador de Gene Kelly desde su infancia, el actor creció en Bujalance (Córdoba) en los años 80, pero renunció a apuntarse a danza porque «eso no era para niños». Morte no olvida quién era antes del maremágnum de popularidad que supuso para él La casa de papel. «Intento hacer un esfuerzo por ser fiel a aquellas cosas en las que siempre he creído y que tiene que ver con no olvidarme nunca de dónde vengo. He pisado los escenarios más cutres de España y he hecho teatro en plazas de pueblo, montando yo el escenario y cambiándome, literalmente, en un corral en el que no había retrete, sino un agujero en la tierra», explica.
«Lo interesante, cuando te suceden cosas como La casa de papel», prosigue, «es intentar ir creciendo y no echar a volar, porque si vuelas dejas de tener los pies en el suelo. Sin embargo, para poder crecer fuerte, cuanto más enraizado estés más seguro va a ser ese crecimiento, aunque sea más leve o paulatino». Porque «el Álvaro de hace 15 años era un Álvaro currante, entusiasta, lleno de ilusión, que se tomaba cada papel que se le ponía por delante como si fuera el más importante de su vida, y no daba nada por hecho. Intento mantener esa misma actitud con cada cosa que se me plantea».
Ilusionado con un proyecto de su productora «que es muy difícil de levantar, aunque lo vamos a intentar» (y mantiene en secreto), el actor señala que no tiene «más inquietudes interpretativas que dejarse sorprender». Admite, sin embargo, que le gustaría trabajar en teatro «con titanes del escenario como Blanca Portillo o Carmen Machi» y en cine con los directores Paul Thomas Anderson, «porque sus largometrajes tienen algo muy especial», o Wes Anderson, «porque es el equilibrio perfecto entre el cine y el teatro quasi farsesco».
Tras un verano que le ha llevado al «Cabo de Gata, al norte con la familia y a Ámsterdam, porque viajar abre la mente y amuebla las cabezas», Morte todavía está haciendo realidad las ambiciones que se instalaron en su mente cuando llegó a Madrid, anhelando vivir de la interpretación. «¿Sabes cuando estás viviendo en La Latina, en un apartamento terrible, y como cinéfilo sueñas con tener una habitación para ver cine? Acabo de poner una pantalla en mi casa. Afortunadamente, estoy consiguiendo cosas pequeñitas que, para mí, son muy ilusionantes», declara con una sonrisa.
Estilismo: Greta Macchi. Maquillaje y peluquería: Nerina Freán. Asistente de fotografía: Cesco Rodríguez.
Agradecimientos: Club Financiero Génova (Madrid).