Bañarse en verano

Buscábamos una piscina, porque este es un número de verano y no hay verano que valga si no existe la posibilidad de sumergirse en el agua. Entonces Abir, nuestra responsable de producción, nos consiguió algo mucho mejor: una piscina insertada en una obra de arte. Así es como acabamos disparando la foto de portada en Casa Carvajal, la vivienda que proyectó el arquitecto Javier Carvajal a mediados de los años sesenta en Somosaguas, a las afueras de Madrid.

Su estilo brutalista quedó inmortalizado en La madriguera, de Carlos Saura, como si esta construcción imponente fuera un personaje más de la película. Aunque en Casa Carvajal domina el hormigón, también encontramos patios interiores, árboles que resguardan y, sí, una piscina que invita a perder el tiempo.

Creo que, si nos gusta tanto el verano, es porque se trata de la única época del año en la que nos permitimos eso, perder el tiempo, o dicho en términos de rentabilidad, ser altamente improductivos. Deberíamos apreciar más el valor de lo inútil, en línea con lo que reivindica la periodista Marta D. Riezu en su libro Agua y jabón: «Ese rato mirando por la ventana, ordenando los discos, limpiando con cariño la bicicleta o haciendo el muerto en el mar; ese rato que no se puede pesar ni medir favorece un estado mental en el que el mundo simplemente nos acepta siendo, sin tener que demostrar nada».

Yo pienso en las vacaciones que están a la vuelta de la esquina y la imagen más feliz que se me ocurre es la de mí misma flotando en el mar. Fíjense si es poderosa esa sensación que la brillante perfumista de Guerlain, Delphine Jelk, acaba de reproducirla en Aqua Allegoria Rosa Verde, una fragancia que, además de rosa, lleva pepino y pera, y que, según ella, «captura el efecto de un baño en un día de verano». Los perfumes, como los chapuzones estivales, son de esas cosas aparentemente inútiles que nunca deberíamos minusvalorar.