entrevista de portada
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Mariela Garriga (La Habana, 1989) ríe a carcajadas cuando desvela qué título les pondría a sus memorias, al preguntarle por ello a bocajarro: «¡Un largo e intenso viaje!», dice con su amplia y blanquísima sonrisa tras pensarlo brevemente. Aunque todavía le quedan muchas cosas por vivir, su existencia ha sido hasta el momento bastante azarosa y tiene visos de serlo todavía más.
En su biografía, de ser escrita en alguna ocasión, habrá pasajes alegres, pero otros tremendamente tristes. Por ejemplo, siendo una preadolescente, se enfrentó al difícil reto de sacar adelante a su familia después de que su madre, que entonces era ama de casa y se dedicaba a cuidar de niños, dejara de andar de súbito durante más de un año y medio, tiempo que permaneció en el hospital debido a una hernia discal que, al principio, los médicos no sabían lo que era. «A pesar de la situación y de que me las vi duras porque tuve que empezar a trabajar muy pequeña, siempre lo entendí como un reto. Al no conocer otra cosa, nunca me planteé: «¿por qué me pasa esto a mí?», cuenta la actriz, que se vio obligada a compaginar los estudios con el cuidado de su hermano pequeño y de la casa familiar, sin saber ni siquiera cocinar.
Por entonces, Mariela también estaba muy pendiente de su prima, que padece artrogriposis múltiple, una enfermedad congénita rara. Antes de que Garriga se mudara a otra casa, vivían juntas en un espacio tan prototípicamente habanero como insólito: el piso superior de una fábrica de piezas de coches. Afortunadamente, con esa misma edad, su suerte cambió cuando fue descubierta por las calles de su ciudad para ejercer de modelo.
«Ahora no, pero entonces era muy flaca y alta para mi edad. Nunca me había planteado trabajar en el mundo de la moda; yo soñaba con ser arqueóloga. Sin embargo, probé y con 13 años hice mi primer anuncio. Luego, me llamó la directora del ballet de la televisión cubana y me ofreció hacer un curso. En seis meses, me contrató y eso se transformó en mi profesión. Yo era muy tímida, pero dejé el modelaje aparte y empecé como bailarina. Aprendí muchísimo», confiesa la intérprete, que demuestra sus dotes para el reguetón cuando suena la canción Nueva Yol, de Bad Bunny, durante nuestra sesión, que tiene lugar en la Casa Carvajal, en Somosaguas (Madrid).
Una buena noticia: la progenitora de Mariela se recuperó. Ella y su padre, contable, tuvieron otra hija y hoy regenta un estudio fotográfico en La Habana. «Vino para las Navidades de hace un año. Imagínate salir de Cuba por primera vez a los 58 años. Nunca había cogido un avión. Me llamó para preguntarme cómo podía saber qué asiento era el suyo. Fue un momento muy tierno y le encantaron las luces de Madrid», cuenta emocionada. ¿Y qué pasó con su prima? «La adoro. Tenemos una grandísima relación y está muy orgullosa de mi carrera».
Así, a medida que su familia mejoraba, se fueron confabulando los astros para la jovencísima Mariela, que no dejó de formarse y lo hizo en Gastronomía. Dos décadas después, la cubana se encuentra en el momento más dulce de su carrera. Está a punto de estrenar tres proyectos, después de haberse metido en la piel de la agente Magaly Castillo en la serie Cuando nadie nos ve (Max). Dirigida por Enrique Urbizu, comparte cartel con Maribel Verdú, con la que ha hecho muy buenas amigas y de la que destaca «la luz que transmite». Junto a ella, tiene que descubrir una ola de crímenes misteriosamente conectados en plena Semana Santa andaluza. Después llega el proyecto que más ruido hará a nivel internacional, la película Misión Imposible: Sentencia Final, que se ha estrenado este viernes 23 de mayo y que ha rodado junto a Tom Cruise, con el que ya coincidió en 2023 en la anterior entrega de la saga, Misión Imposible: Sentencia Mortal, la película que supuso el salto al plano internacional de la intérprete. Mariela es la nueva heroína que todo el mundo aplaude.
MUJERHOY. ¿Cómo ha sido participar en esta producción?
MARIELA GARRIGA. ¡Espectacular! Dos años de trabajo y de entrenamiento. Es una experiencia cinematográfica única, llena de acción y filmada en tecnología Imax. El director, Christopher McQuarrie, me ha enseñado mucho. Me decía: «¿Quieres saber más acerca de esto?». Si yo contestaba que sí, paraban y me lo mostraban. ¡No importaba el tiempo! Así que todo lo que he aprendido en estos dos años lo llevaré a mis próximos sets.
¿Es fácil trabajar con una estrella como Tom Cruise?
Ha sido una experiencia única. Me ha nutrido muchísimo. Él sabía de mi interés por la producción, por cómo se levanta o se negocia un proyecto... y me permitió que le hiciera muchas preguntas. Incluso me llevó a varias reuniones para entender esa parte de hacer una película.
¿No tiene ninguna ínfula de grandeza?
No, nada. A él le gusta ayudar a las personas, es muy bondadoso y familiar. Desde el primer día que llegué al rodaje, él y el resto del equipo me hicieron sentir como una familia.
¿Fue un casting sencillo?
Fue muy cortopara lo que son normalmente este tipo de pruebas. Yo estaba en mi casa de Los Ángeles y me encontraba escribiendo mi serie. Dije: «Necesito no hablar con nadie para concentrarme en esto». Pero no. Me llamó mi mánager y me comentó que Christopher McQuarrie me quería ver. Hice un zoom con él y a las 48 horas ya estaba en Londres. Fui del aeropuerto al set. No había dormido, ya que aproveché las horas de avión para estudiar y prepararme la secuencia.
Además de la cinta más deliciosa para los fans de la saga, Mariela lanzará próximamente la película de terror La Regla de Osha, dirigida por Ángel González, y Zeta, de Dani de la Torre, con Mario Casas y Luis Zahera. También lleva un año escribiendo su primera serie, ha producido un documental sobre animales en peligro de extinción dirigido por Gabriel Beristáin y se encuentra inmersa en el que será su primer libro, que escribe para influir positivamente en las personas, aunque no es una autobiografía. «Una persona puede tener una actitud muy optimista, pero no sirve solo con eso: en la vida hay que pelear mucho para conseguir las cosas, por eso quiero que este texto sea muy inspiracional», reflexiona la actriz.
En 2008, cuando la crisis azotó a todo el mundo, Garriga acompañó a un amigo a un casting en La Habana y, en cambio, el talent scout le ofreció a ella ir a Milán (Italia). Le costó dejar atrás a su familia, pero entendió que podía ser una buena oportunidad. Y lo fue. Allí, encontró el «norte» y también el amor en Stefano Mongardi, emprendedor digital. Se conocieron porque él, que entonces estudiaba en la universidad, trabajaba en la oficina de una tienda, donde Mariela echó su currículum. Aunque la quisieron contratar, ella siguió su instinto de decantarse por su arte y rechazó el puesto. Un tiempo más tarde, él le pidió amistad por Facebook y, cuando hablaron de Historia, Mariela, que tiene tres nacionalidades y es políglota, se dio cuenta de que las inquietudes de Stefano eran muy cercanas a su auténtica pasión: la arqueología. Se casaron. «Mi familia no pudo venir a la boda y todavía tenemos pendiente celebrarlo con ellos. Nos lo hemos prometido, pero todavía no lo hemos podido hacer». El matrimonio vive a caballo entre Los Ángeles, Milán y, ahora, Madrid. «Me encantaría tener una casa aquí, en España. Me he enamorado», comenta, mientras se debate entre si pedir unos churros con chocolate o un menta poleo, en la entrevista posterior a la sesión de fotos.
¿Cómo es residir en Hollywood?
Yo vivo en otro lugar de la ciudad. Hollywood es un barrio más, solo que, cuando vas a una cafetería, de repente te encuentras con alguien conocido, pero yo no los reconozco. Mis amigos son mejores para eso. No soy nada mitómana.
¿Le han afectado los incendios de principios de año?
A nuestra casa no, pero conozco a muchos amigos que sí perdieron sus residencias. En mi caso, ha sido complicado a nivel anímico. Tuve mucha ansiedad. No tengo mucho apego por lo material, pero cuando pasan cosas de este tipo es cuando te das cuenta de que lo más importante es el amor de los tuyos.
¿Le gustaría tener su propia estrella de la fama?
Sí, porque sería una consecuencia de una carrera muy buena. Tengo ética y me gusta lo que hago. Todos los que están en la cima tienen mi respeto, porque este es un trabajo que necesita mucha disciplina, persistencia y trabajo interior.
Por cierto, ¿cómo cultiva la mente?
Manteniendo los pies en la tierra, rodeándome de personas que viven la vida de una forma real, se dediquen a esta industria o no.
Y, ahora, ¿de qué modo gestiona la fama?
Para mí, forma parte de mi trabajo. Nunca he visto las luces y los flashes como una meta. Solo son las consecuencias de lo que hago.
En Milán, donde pasa algunas temporadas, se dio cuenta de que lo suyo era la interpretación y se enamoró del teatro. En 2009, estudió en el Michael Rodgers Acting Studio de la ciudad y participó en varias películas italianas, como Gli Uomini d'Oro, dirigida por Vincent Alfieri, y la comedia Chi m'ha visto, de Alessandro Pondi. Luego, se mudó a Nueva York para tomar lecciones en el Terry Schreiber Studio y en The Actors Studio. En Estados Unidos ha participado en series como Ncis: Los Ángeles y Ley y orden: unidad de víctimas especiales.
¿Cuál es el método Mariela Garriga?
Obviamente siempre hay algo de mí, pero no me baso en mi vida personal para trabajar los personajes. Investigo y lo enfoco desde un punto de vista que no es el mío. Trato de alejarlo lo más posible, porque si está muy cerca de mí, me cuesta mucho más.
Imagino que recuerda mucho a su familia...
Siempre. Cuando hay momentos difíciles pienso de dónde vengo y se me quita cualquier preocupación. Ellos están más orgullosos de mí que yo misma.
¿Con qué directores le gustaría trabajar?
Con Arantxa Echevarría. ¡Me encantó La infiltrada!
¿Hay alguna misión imposible para usted?
No, para mí no hay nada imposible. Sé que habrá cosas que cuesten mucho, pero no me asusta nada.
CRÉDITOS:
Maquillaje y peluquería: María Barrera (Ten Agency).
Asistente de fotografía: Juankar Gibson.
Asistentes de estilismo: Greta Macchi y Patricia Hinojal Uribarri.