PRODIGIOSO NOVELISTA

La vida privada de Eduardo Mendoza, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025: el escritor que convirtió a Marta Sánchez en un alien

Eduardo Mendoza, maestro de la sátira y el humor, fue capaz de meter a Marta Sánchez en una novela sin despeinarse y de bautizar a Barcelona como la ciudad de los prodigios. Ya es Premio Princesa de Asturias 2025. Un hombre feliz.

Eduardo Mendoza es el flamante Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025. GTRES
Así es Eduardo Mendoza, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025, el escritor que convirtió a Marta Sánchez en alien
Ángeles Castillo
Ángeles Castillo

Ya sabíamos, porque lo probamos, que era «un proveedor de felicidad para los lectores». Pero ahora el prodigioso escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) ha acabado de autorretratarse a este lado del espejo. Nada más conocer que había sido distinguido con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025, él ha seguido en su línea habitual. Como nota a pie de página, humildemente risueño, ha dejado dicho que necesita «tiempo para escribir las palabras justas». Sí, él es el hombre que convirtió a Marta Sánchez en un alien y bautizó para siempre a Barcelona como la ciudad de los prodigios.

Porque, muy al estilo de Josep Pla, catalán como él, las palabras «emocionado, honrado y agradecido me parecen adecuadas, pero obvias». Esbozando seguidamente y con finura su ya extensa e intensa biografía, de cuño cosmopolita: «He dedicado toda mi vida a lo que más me gusta y ahora recibo este Premio tan especial». Para poner de la mejor de las maneras un punto y final: «Soy un hombre feliz». Irónico, fino y sentimental, como un Bradomín tercer milenio pero igual de valleinclanesco.

Y más allá de que el sagaz novelista pueda sentirse así, ante semejantes honores, hay que reconocer que no ha hecho otra cosa en su esplendoroso camino literario que hacérselo pasar bien al lector, abriendo ventanas y tirando paredes. El catalán toma así el relevo de la contemplativa y visionaria Ana Blandiana, una leyenda de las letras rumanas, que lo ganó en 2024. Se lleva para casa, además del excelso reconocimiento y todo el prestigio de los premios más «reales», una escultura de Joan Miró, que le queda como anillo al dedo, y 50.000 euros, que darán alegría a su cuenta corriente, como ya ha señalado en más de una ocasión.

Las mujeres en la vida de Eduardo Mendoza

A vueltas con la vida privada del también Premio Cervantes (2016), sabemos que estuvo casado con la prestigiosa arquitecta Anna Soler, madre de sus dos hijos. A saber: Ferrán, director de documentales que vive entre Barcelona y Nueva York, y Alexandre, biólogo asentado en Londres. También que, tras su divorcio, mantuvo una relación con la actriz y directora teatral Rosa Novell, quien le calificaría poco antes de morir (2015), víctima de un cáncer de pulmón, como «el hombre de mi vida, el mejor y lo mejor que me ha pasado».

Mendoza, novelista de pro, aunque también ha cultivado el ensayo y el relato, es hijo de fiscal, ahora que están tan de moda, y fue a dos colegios de monjas y a uno de hermanos maristas, lo cual suele imprimir mucho carácter. Luego, el autor, aunque ha alcanzado la gloria por los caminos de Proust, aunque divergentes, estudió Derecho y Sociología en Londres, hasta llegar a la abogacía en la asesoría jurídica del Banco Condal, que cambió, cómo no, para ejercer de traductor en la ONU. Si esto no es madera de novelista, que Dios venga y lo vea.

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En los procelosos mares de lo literario se abrió paso como un torrente con La verdad sobre el caso Savolta, que vio la luz en una fecha tan simbólica como 1975, con él en Estados Unidos, y que se iba a llamar Los soldados de Cataluña, pero con la censura acechando no pudo ser. Se ambienta en su Barcelona natal, que siempre le ha dado mucho juego, incluso para poner el pie en el extrarradio y plasmar la lengua popular, al más puro estilo Balzac. Ya aquí cogió la senda que habría de seguir después.

Con El misterio de la cripta embrujada (1979), la novela negra se volvía gótica e inauguraba la serie protagonizada por un detective sin nombre muy particular, que continuó dándole alegrías años después. Ahí está La aventura del tocador de señoras y El enredo de la bolsa y la vida, que le delatan como autor. Pero no todo fue Nueva York, porque en los ochenta volvió a casa, siguiendo con la traducción para organismos internacionales. Años en que se arrancó con La ciudad de los prodigios (1986), que no era otra que Barcelona, considerada su obra mayor y llevada al cine por Mario Camus con Emma Suárez y Olivier Martínez como protagonistas.

Cuando en 1989 publicó su siguiente novela, el escenario ya no era BCN sino Venecia, siguiéndole los pasos a Thomas Mann, salvando las distancias. Era La isla inaudita, el preludio de Sin noticias de Gurb, que se sitúa en la Ciudad Condal preolímpica, y que ya mostraba al Eduardo Mendoza más capaz. Capaz de colar en sus páginas a un extraterrestre que por sobrevivir llega a adoptar la apariencia de Marta Sánchez. El humor y la sátira estaban servidas, sin ápice de melancolía.

Una trayectoria guiada por la sátira y el humor

Sus gustos, sus cuitas, su forma de ser y estar se leen siempre entre líneas. En las de El año del diluvio (1992), que adaptó para el séptimo arte Jaime Chávarri; en las de Una comedia ligera (1996) o El último trayecto de Horacio Dos (2002). Mendoza es, pese a sus delirios humorísticos y excéntricos, un tipo serio, todo un profesor de la Pompeu Fabra, que fue miembro del Foro Babel, en ardua defensa del bilingüismo en Cataluña. Que nos dio un ensayo biográfico sobre Baroja. Que se puso académico para hablar de la Barcelona modernista. Que ha coqueteado con el teatro cuando le ha venido en gana. Y que ha llegado a viajar a Roma para abundar en las aventuras del filósofo Pomponio Flato.

Tampoco le ha hecho ascos al Planeta, que ganó con Riña de gatos. Madrid 1936 (2010). Ni dejó en la estacada a su innombrable detective, dándole más casos, como El secreto de la modelo extraviada. Ni tuvo ningún reparo en adentrarse en los renglones sin torcer de la Biblia en Las barbas del profeta (2017). En definitiva, hay que gritarle como un piropo desde un balcón andaluz eso de genio y figura. Porque, además, le ha puesto a todo esa cualidad de lo noble que es la sutileza.

Un Quijote cuerdo en un mundo loco

El jurado lo ha hecho a su manera, destacando su «decisiva» aportación a nuestras letras, poniendo en valor una trayectoria que «combina la voluntad de innovación con la capacidad de llegar a un público muy amplio y que goza de un extenso reconocimiento internacional». En un mundo como el de hoy, y el de ayer, Mendoza ha añadido perejil a todas las salsas. O sea, le ha echado sobradamente sentido del humor, y además -y esto es encomiable- desde una «visión desenfadada y humanista». Así lo ha dejado claro Santiago Muñoz Machado, insigne director de la RAE, además del presidente de este jurado.

Después, Muñoz Machado ha dado en la diana al decir lo que anticipábamos, que «es un proveedor de felicidad para los lectores y su obra tiene el mérito de llegar a todas las generaciones que hoy se reconocen en sus luminosas páginas». Ahí caben las últimas que dio a la imprenta, Tres enigmas para la Organización, en 2024, con nueve detectives chiflados, no uno ni dos. Ya lo dijo al recibir el Cervantes. Que aspiraba a lo mismo que Alonso Quijano. Léase: «Correr mundo, tener amores imposibles y deshacer entuertos». Solo que él se tiene por «un modelo de sensatez», viendo a los demás como «una regadera», motivo por el que «vive perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo». Ahora queda esperar a octubre para verle recoger el galardón en Oviedo presumiendo de sonrisa entre tanta parafernalia y tan solemne acto.

HORÓSCOPO

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Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.