MADRASTRA MALVADA
MADRASTRA MALVADA
Era el VIII conde Spencer y se convirtió en una figura popular gracias a la boda de su tercera hija, lady Diana Spencer: a pesar de su mala salud, sacó fuerzas para llevar a la futura princesa de Gales hasta el altar de la Catedral de San Pablo, en Londres, aquel 29 de julio de 1981, ante 750 millones de espectadores de todo el mundo. John Spencer era un hombre franco, un caballero a la antigua, gentil y con sentido del humor, cariñoso y, sobre todo, muy generoso.
Esto último resultó una perdición para él y para su familia, Diana y sus dos hermanas mayores, Sarah y Jane, y su hermano menor Charles, heredero del título y de Althorp, el legado familiar de cinco siglos de antigüedad, situado en Northamptonshire, y hoy IX conde Spencer. Diana tuvo un hermano mayor, John, que falleció poco después de nacer, un año antes de que ella llegara al mundo.
En la intimidad y entre sus amigos, le llamaban Johnnie. Su primer matrimonio con Frances Ruth Burke Roche, hija del IV barón Fermoy, celebrado en 1954, y madre de Diana y sus hermanos, acabó en un sonado divorcio, en 1969, en cuyo proceso Johnnie ganó la custodia de sus cuatro hijos. En 1973 se casó por segunda vez con Raine Spencer, exesposa de Gerald Legge, IX conde de Darmouth, con quien tuvo tres hijas y un hijo. Su madre era la novelista romántica Barbara Cartland.
La relación de Diana y sus hermanos con su «madrastra», a la que llamaban «acid Raine» (juego de palabras que significa 'lluvia ácida') fue difícil y controvertida desde el primer momento. La acusaron de manipular a su padre y expoliar el legado familiar. Sin embargo, Johnnie estaba profundamente enamorado de ella y ella de él y quienes les conocieron hablan de una gran complicidad sexual A veces, en viajes largos, detenían su Rolls-Royce con chófer para pasar una o dos horas en la habitación de un motel.
Las polémicas arreciaron cuando Lord Spencer falleció de un ataque cardiaco, en 1992, en el Hospital de Wellington, en Londres, a la edad de 68 años, y su hijo, Charles, heredó el título y la propiedad de Althorp. La herencia de John Spencer ascendió a 200 millones de libras, pero no estaba claro a quién habían ido a parar.
El foco se puso sobre su ahora viuda, Raine Spencer, que hoy tendría 96 años, y que, a pesar de las críticas había cuidado con denuedo a su esposo a lo largo de los años. Sin embargo, el día de su fallecimiento, el matrimonio tuvo una sonora pelea en la habitación del hospital y, según el biógrafo real y periodista James Whitaker, Raine abandonó la habitación hecha una furia y Spencer le gritó:«Fuera! ¡Vete! ¡Déjame, vete».
En los días previos a su muerte, Lord Spencer le había cedido a su esposa una gran cantidad de cheques —equivalentes a dos talonarios—. Raine había, además controlado a los hijos de su esposo y solo les había permitido visitarlo si estaba ella presente. El abogado de Spencer se preocupó profundamente con aquel traspaso de dinero y su preocupación aumentó, a la hora de firmar el testamento. Le preguntó a Spencer, delante de Raine: «Lord Spencer, creo que debo preguntarle, ¿realmente desea dejarle todo este dinero a su esposa?». Spencer respondió: «Si pudiera dejarle aún más, lo haría»
Raine recibió seis millones de libras según el testamento, pero parece que eso fue solo la punta del iceberg de lo que recibió en realidad. Heredó una casa en el exclusivo barrio de Mayfair, otras casas de campo, el famoso Rolls-Royce e innumerables joyas y otros objetos de gran valor. A sus hijas, Sarah, Jane y Diana, Spencer les dejó solamente 10.000 libras a cada una. Pero el patrimonio total sumaba 200 millones. ¿Dónde estaba ese dinero?
Raine y Johnnie se habían pasado años saqueando la propiedad de Spencer, Althorp. Habían malvendido óleos de incalculable valor, incluyendo 11 Van Dycks, que desaparecieron de la noche a la mañana. Charles Spencer, el actual conde, hermano de Diana, recuerda cómo Raine vendió «docenas de obras, atesoradas durante más de 500 años por mi familia, y que ahora están dispersas por todo el mundo». Charles cuenta que, algunas obras fueron enviadas a comerciantes de arte londinenses en cestas de lavandería tras sacarlas de Althorp por la puesta trasera.
Esas ventas —a veces públicas, a veces clandestinas— recaudaron millones que fueron directamente al bolsillo de Lord Spencer. Gastó gran parte de ese dinero en las joyerías más exclusivas de Bond Street, en Londres. John había sido un hombre tacaño toda su vida, pero, tras su matrimonio con Raine, se convirtió en un alegre derrochador. Compró casas, vehículos, joyas y, sobre todo, viajó con Raine por el mundo.
Un día, mientras conducía por Sussex, John se fijó en una villa de estilo español situada junto a la playa, en la ciudad de Bognor Regis, una zona muy alejada de las que frecuentaba la aristocracia, y la compró. Completó la compra con otras dos propiedades contiguas: una para el servicio y otra para su hija Diana y sus nietos Guillermo y Harry. Se entusiasmó con la idea de que la disfrutaran en sus vacaciones de verano, pero la ex princesa de Gales y sus hijos solo la visitaron una vez. La casa principal recibió el nombre de Trade Winds y tenía una gran piscina.
Tras la muerte de Lord Spencer, lo primero que hizo Raine fue casarse, menos de un año después, con el conde francés Jean-François de Chambrun, siete años menor que ella, al que conoció en Montecarlo. El noviazgo duró 25 días y se casaron en el registro civil de Marylebone, en Londres.
Pero el matrimonio con De Chambrun no salió gratis: él debía 350.000 libras a un empresario por el montaje de una piscina, y Raine saldó sus deudas. También se hizo cargo de los gastos de la boda. Raine podía permitírselo, tenía mucho más en sus cuentas. Pero, el matrimonio duró menos de un año, aunque, se cuenta que, tras el divorcio, la pareja siguió disfrutando de algún encuentro íntimo.
Cuando Raine, que recuperó el título de condesa Spencer tras su divorcio, murió en 2016 a la edad de 87 años, dejó una herencia de 5,8 millones de libras, casi exactamente el mismo dinero que había recibido de John Spencer cuando este murió 24 años antes. Es evidente que había estado viviendo de esa herencia durante los años previos a su fallecimiento. Pero no dejó ni un céntimo de ese legado a sus hijastros. ¿De dónde sacó el dinero y dónde está lo que queda?
A su chófer le correspondió el famoso Rolls-Royce que Lord Spencer le había comprado y una suma de 75.000 libras. Charles Spencer, actual conde y cabeza de la familia, nunca la perdonó. No así Diana, con la que hizo las paces algunos años antes de morir. «Gracias por cuidar de papá, sé que le amabas», le dijo. Una foto en una comida celebrada en Kensington Palace, publicada en toda la prensa para inaugurar una exposición de vestidos de Diana marcó la reconciliación.