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Elena Vladimirovna fue la única hija y la más pequeña del Gran Duque Vladimir Alexandrovich de Rusia y de la Duquesa María de Mecklenburgo-Schwerin. Era nieta del emperador Alejandro II de Rusia y prima carnal del emperador Nicolás II. Nació en San Petersbugo, el 17 de enero de 1882 y fue criada en medio del lujo y la grandeza de la Rusia Romanov. La familia pasaba varias temporadas al año en los distintos palacios que poseía.
En San Petersburgo ocupaban el palacio Vladimir y pasaban los veranos en el de Tsarskoye Selo. También visitaban a los parientes maternos en Mecklenburgo-Schwerin, Alemania. Al ser la única niña de una familia de chicos, recibía todas las atenciones. Tanto ella como sus hermanos tuvieron niñeras inglesas y su primera lengua fue el inglés. Desde pequeña mostró un carácter irascible, parecido al de su madre. Se cuenta que, a los cuatro años, mientras posaba para un retrato, amenazó con un abrecartas a su niñera y al pintor.
De su madre, Elena, también heredó una elevada conciencia de su posición, algo que recordaba a todos los que la trataban de manera, según ella, demasiado informal. Muchos familiares la consideraban una «snob». «Pobrecita, siento lástima por ella», escribió la emperatriz viuda María Feodorovna. «Es realmente muy dulce, pero vanidosa y bastante endiosada». A pesar del alto concepto que tenía de sí misma, le costó un tiempo encontrar marido.
Su madre consideró a varios candidatos. Uno de los primeros fue el príncipe Alberto de Bélgica, que se convirtió en el rey Alberto I, en 1909. Pero Leopoldo ya estaba enamorado de Isabel Gabriela de Baviera, que se convertiría en su esposa. Se habló también del príncipe Ruperto de Baviera, heredero al trono, pero se interpuso la diferencia religiosa, porque Ruperto era católico y Elena, ortodoxa, tendría que convertirse, algo que ella no admitía.
Cuando tenía 17 años, se comprometió con el príncipe Max de Baden, pero, al poco tiempo, él rompió el compromiso y comenzaron los rumores sobre las dificultades de Elena para casarse, ante la indignación de su madre. En 1899, tras unas vacaciones en Cannes, se dijo que la gran duquesa se había prometido con el archiduque Francisco Fernando de Austria, pero aquel supuesto noviazgo tampoco llegó a nada, porque él se enamoró de la condesa Sofía Chotek. Fue en 1902 cuando finalmente llegaron el compromiso y el matrimonio.
El pretendiente era el príncipe Nicolás de Grecia, tercer hijo del rey Jorge I de Grecia y de la gran duquesa Olga Constantinovna de Rusia. A pesar de que a su madre no le hacía gracia casarla con un príncipe sin perspectivas de rango y fortuna, la boda se celebró, dado que no había muchos más candidatos en el horizonte.
Fue un gran acontecimiento al que asistieron los emperadores de Rusia, los reyes de los Helenos, y gran parte de la realeza y la nobleza rusas. Tuvo lugar el 29 de agosto de 1902 en la capilla del Gran Palacio de Tsarskoye Selo, en Rusia. Los recién casados se fueron de luna de miel a Ropsha, al suroeste de San Petersburgo.
A Elena no le resultó fácil adaptarse a Grecia, que tenía una corte mucho más modesta que la que ella conocía. Pero, rápidamente, se quedó embarazada. Su primera hija, Olga, nació el 11 de junio de 1903. Su madre fue a visitarla en Atenas para conocer a su nieta. Luego, le seguirían dos hijas más.
Isabel, nacida el 24 de mayo de 1904, y Marina, el 13 de diciembre de 1906. Elena tuvo un parto muy difícil con su tercera hija y casi muere al dar a luz. El matrimonio no tuvo más hijos. La familia visitaba Rusia con frecuencia. Su vida era tranquila, aunque pronto se vieron afectados por la inestabilidad política que sacudía a Grecia.
La familia real griega se vio obligada a abandonar el país, en 1917. Nicolás, Elena y sus hijas vagaron por Europa. Vivían con pocos recursos y Nicolás, de un gran talento como pintor, ayudaba vendiendo sus pinturas, que tenían un gran éxito entre la aristocracia. Elena tuvo que vender algunas de sus joyas. Regresaron a Grecia en 1920, pero volvieron a exiliarse.
En 1923, se instalaron en París. A pesar de las dificultades, las tres hijas de Elena hicieron buenos matrimonios. Olga, la mayor, se casó con el príncipe Pablo de Yugoslavia, en 1923; Isabel, con el conde Carlos Teodoro de Törring-Jettenbach, en 1934; y Marina, con el príncipe Jorge, cuarto hijo del rey Jorge V de Inglaterra y duque de Kent, en 1934. La princesa Marina es la madre de tres de los primos más cercanos de la reina Isabel II: el príncipe Eduardo, la princesa Alejandra y el príncipe Miguel.
Nicolás y Elena regresaron a Grecia en 1935. Después de la muerte del príncipe Nicolás, en 1938, Elena permaneció en Atenas, en una villa desde donde apoyó a diversas organizaciones benéficas y a la comunidad rusa. Siguió en el país, durante la Segunda Guerra Mundial, con su cuñada, la princesa Alicia, esposa de Andrés de Grecia y madre del duque de Edimburgo, con la que trabó una gran amistad. Falleció en 1957 y fue enterrada en el Cementerio Real de Tatoi junto a su esposo.
La gran duquesa vendió una parte de sus joyas, durante el exilio, pero, entre las que conservó, figuran algunas de las piezas más espectaculares heredadas por varias familias reales europeas. Quizá, la más especial sea la llamada «Tiara Vladimir» que Elena Vladimirovna heredó de su madre, María de Mecklenburgo-Schwerin.
La tiara es obra del joyero Bolin y había sido un regalo de boda, en 1874. Está formada por varias circunferencias de diamantes de las cuales penden esmeraldas de talla cabujón o perlas en forma de lágrima. Cuando estalló la revolución, María escondió las joyas y, cuando huyó de Rusia -fue la última Gran Duquesa Romanov en hacerlo– , consiguió recuperarlas. La tiara estaba dañada y Elena Vladimirovna decidió venderla al fallecer su madre. La compró la reina Mary, abuela de la reina Isabel II, que la convirtió en una de sus tiaras favoritas.
Elena Vladimirovna recibió como regalo de boda del zar Nicolás II, al casarse en 1902 con el príncipe Nicolás de Grecia, una tiara rusa o «fringe» idéntica a la que se regalaba a todas las grandes duquesas rusas y que se podía convertir también en collar. Existen numerosos retratos en los que Elena aparece con ella. También se la prestó a sus hijas, Olga, Isabel y Marina.
En 1934 se la regaló finalmente a su hija mediana, Isabel, como regalo de boda cuando contrajo matrimonio con el conde Carl Theodor de Törring-Jettenbach. Olga la llevó en su boda y se la prestó a su hermana Marina para que la llevara en la suya con el duque de Kent. Isabel acudió con ella a la coronación de Isabel II.
Al morir Isabel, en 1955, la tiara «fringe» la heredó su hija, Elena de Törring-Jettenbach, que también la llevó en su boda con el archiduque Fernando de Hasburgo-Lorena, en 1956. En 1990, la llevó su hija, la archiduquesa Sofía de Habsburgo, la conocida «socialité» de los ochenta, expareja de Philippe Junot, cuando se casó con el príncipe Mariano-Hugo von Windisch-Grätz en Salzburgo.
Al morir la reina Olga de Grecia –esposa del rey Jorge I y suegra de Elena Vladimirovna–, en 1926, distribuyó sus joyas entre sus hijos: al príncipe Nicolás, esposo de Elena, le correspondió la «parure» de rubíes, y, a partir de entonces, Elena la lució en numerosas ocasiones, entre otras en el baile previo a la boda de Pablo y Federica de Grecia.
Su hija mayor, la princesa Olga de Yugoslavia, la llevó en la coronación del rey Jorge VI y su hija menor, Marina, en varios retratos realizados por Cecil Beaton. La princesa Elena decidió entregar el conjunto de rubíes a su sobrino, Pablo, futuro rey de Grecia, de forma que la «parure» de rubíes pasó a formar parte del joyero de Federica, madre de la reina Sofía, y, más tarde, del de Ana María de Grecia, para gran disgusto de las hijas de Elena.
Cada año, el rey Jorge I le compraba un rubí «sangre de paloma» a su esposa Olga por su aniversario. La colección se utilizó para componer una bella tiara de diamantes en forma de ramas de olivo, un collar de diamantes y rubíes, unos pendientes y dos broches.
En 1902, con motive de su boda con Nicolás de Grecia, Elena Vladimirovna recibió como regalo de su madre un broche en forma de lazo de diamantes con un gran diamante en el centro. La pieza data de la década de 1850 y la heredó Marina, la hija menor de Elena, al casarse con el duque de Kent.
Este lazo de diamantes se convirtió en una de las joyas de cabecera de Marina y en una de las más copiadas por la aristocracia británica ––la reina Isabel II tenía varios. Marina lo llevó en la Coronación de Jorge VI y en la de Isabel II y en un famoso retrato que realizó Cecil Beaton de Marina y sus dos hermanas mayores en los años treinta. El broche se vendió en la década de 1970 y parece que hoy pertenece a la familia real Al-Thani de Qatar: la jequesa Amna bint Mohammed Al Thani lo llevó en la misa funeral de la reina Isabel II, celebrada en Windsor, en 2022.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.