Diana de Orleans y la reina Sofía: la rivalidad entre nueras que impidió la boda de la infanta Elena con su primer novio, el duque Eberhard von Württemberg

El noviazgo más fugaz de la infanta Elena lo mantuvo con Eberhard von Württemberg, y el motivo de la ruptura fue la propia madre del aristócrata, la princesa Diana de Francia.

La familia rea en una imagen de un verano malloquín. / gtres

Silvia Vivas
SILVIA VIVAS

Antes de Luis Astolfi y las fotos en el Rocío Chico (y de la irrupción de Jaime de Marichalar y su noviazgo insistente), la infanta Elena fue relacionada con uno de los seis hijos de Diana de Francia: Eberhard de Württemberg. Pero la historia entre el hijo de la duquesa de Württemberg y la hija de la reina Sofía no tuvo el final que los periodistas auguraban.

El propio rey Juan Carlos fue el encargado de aclarar a la prensa que le perseguía por Mallorca en agosto de 1984 que su hija mayor y el vástago de Diana de Francia y el duque Carlos de Württemberg no estaban saliendo. Con un simple «sólo son dos buenos amigos que se conocen desde niños» se dio carpetazo oficial al primer novio que la prensa había atribuido a la primogénita de los eméritos.

Pero tras este punto y final abrupto había una intrahistoria mucho más interesante protagonizada por la matriarca de los Württemberg: Diana Francisca María da Gloria de Orleans, hija del conde de París e Isabel de Orleans-Braganza, princesa de Francia desde la cuna y duquesa de uno de los feudos más ricos de Europa.

Diana de Francia, como se la conoció durante mucho tiempo en las páginas de sociedad, se casó con apenas 20 años con un noble alemán, Carlos de Württemberg. La boda, celebrada en una iglesia próxima al castillo familiar de Altshausen, fue el acontecimiento social top de los años 60.

La ceremonia suponía una especie de reconciliación royal entre Francia y Alemania y la joven novia lucía a la altura de la ocasión: coronada con una tiara de 134 diamantes y vestida con un diseño de un modisto debutante llamado Yves Saint Laurent que cosió en la cola del vestido un pequeño bolsillo para que la novia llevara hasta el altar germano un puñadito de tierra francesa.

Pero mucho antes de seducir al público el día de su fastuosa boda, la princesa Diana de Francia ya era considerada todo un personaje en los círculos más nobles. Capaz de acudir al «barco del amor» fletado por la reina Federica de Grecia con las uñas de los pies pintadas de rojo, bajándose los tirantes del bañador para que no dejaran marca en su bronceado, fumando y bailando descalza, Diana tenía poco que ver con los cánones que las niñas bien de la época debían acatar… esos que la reina Sofía cumplía a rajatabla.

Rodeada de moscones durante toda su adolescencia su asistencia a aquel crucero derivó en un brevísimo noviazgo con Carlos de Württemberg y de ahí la boda que debió de romper más de un corazón royal, incluido el del propio rey Juan Carlos, al que la periodista Pilar Eyre, en su libro «Yo, el rey» describe como uno de los moscones de la princesa francesa.

Se cuenta, de hecho, que antes de abandonar aquel crucero Juan Carlos y Diana ya habían tenido algo más que palabras entre ellos y que hasta María Gabriela de Saboya, primera novia más o menos oficial del rey cuando era príncipe, le echó en cara a Juan Carlos que la hacía caso simplemente porque Diana de Francia le ignoraba.

Seguramente fue el rumor de que entre Juan Carlos y Diana de Orleans ya había habido algo romántico el que hizo que Sofía de Grecia se negara a asistir a la boda de la francesa con su novio alemán. (El hecho de que a aquella ceremonia Juan Carlos fuera a acudir con María Gabriela de Saboya a la ceremonia tampoco mejoró la situación).

Pero doña Sofía no iba a librarse de Diana de Francia ni después de su propia boda: para bien o para mal la duquesa de Württemberg parecía eternamente instalada en la vida de su esposo.

Diana de Orleans perteneció al grupo de amigos de la infancia del emérito en el exilio de Estoril porque los condes de Barcelona y los de París eran grandes amigos. Pero para la reina Sofía parecía ser el recuerdo constante de que, dolorosamente, Diana y no ella fue de los objetivos amorosos de Juan Carlos en el famoso viaje del Agamemnon.

Además, la duquesa era prima del rey, rica como una monarca y siempre hizo lo que le vino en gana, hasta forjarse su propia carrera como artista. Todo lo contrario a Sofía. Y lo peor, poseía una mansión y un yate en Mallorca, lo que hacía que verano tras verano ambas familias coincidieran.

La relación especial entre el rey Juan Carlos y Diana de Württemberg parecía no tener límites. No dudó en convertirse en uno de los padrinos de Flor, la hija menor de Diana, y en contra de sus propios hábitos acudió en 2003 a la boda de su ahijada, una ceremonia en la que le acompañó la reina Margarita de Bulgaria en vez de con la reina Sofía.

Vídeo. Los mejores looks de la reina Sofía

Ha sido, como no, la periodista Pilar Eyre en sus libros sobre nuestros eméritos la que ha proporcionado todos los datos que demuestran la admiración de «Juanito» por su prima y el poco cariño que la reina Sofía le guardaba.

Lo cual explica que aquel verano de 1984 el rey se viera obligado a sacar el tema del noviazgo de su hija ante los medios, una situación nunca vista hasta ese momento. El rey desmintió que la infanta y uno de los hijos de Diana de Francia fueran algo más que amigos. ¿La reina Sofía hubiera permitido otra cosa?

21 de marzo-19 de abril

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