Nupcias de los noventa
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Sibila Weiller y Guillermo de Luxemburgo se casaron hace más de 30 años, el 24 de septiembre de 1994, cerca del Palacio de Versailles y ante una de las representaciones más imponentes de la realeza europea. Se casaban una bisnieta del rey Alfonso XIII y de la reina Victoria Eugenia de España, prima segunda del rey Juan Carlos, y el príncipe Guillermo de Luxemburgo, hermano del Gran Duque Enrique, que acaba de abdicar en su hijo mayor, Guillermo, y que entonces era solo el heredero del Gran Ducado, e hijo menor de Juan y Carlota, los entonces Grandes Duques.
La ceremonia se celebró en la catedral de San Luis, ante 1500 personas, entre ellas cinco reinas, nueve príncipes herederos, un rey, dos príncipes reinantes y seis infantas de España. Estaban presentes, entre otros, la reina Sofía, la reina Paola de Bélgica, el rey Alberto de Bélgica, la reina Sonia de Noruega, con sus hijos Haakon y Marta-Luisa, Hans Adam II y Marie de Liechtenstein, la reina Ana María de Grecia, la princesa Victoria de Suecia, el príncipe Guillermo de Holanda, los duques de Gloucester, los condes de París, el príncipe Mohammed de Marruecos la princesa Alexia, la emperatriz Farah Diba y Enrique y María Teresa de Luxemburgo, herederos del gran ducal.
También asistieron las infantas Elena y Cristina, las infantas Pilar y Margarita y las infantas Beatriz y María Cristina, abuela y tía abuela de la novia. La noche anterior, los novios agasajaron a sus invitados con un cóctel en el museo Jacquemart-André de París. Al día siguiente, Sibila vistió un espectacular diseño con cuerpo de encaje bordado y una amplia falda de seda y muselina blanca con gran volante, de Valentino, y un velo bordado sin tiara, pero con peinado del exclusivo estilista Alexandre. Salvo su alianza de casada y su anillo de compromiso, Sibila no lleva ninguna joya. Sostiene en las manos un gran ramo de rosas y hiedra en cascada, inspirado en el que llevó la princesa Diana el día de sus nupcias con el príncipe Carlos.
Los novios eran primos lejanos: ambos descienden del rey Carlos IV de España y del rey Francisco I de la Dos Sicilias. Hoy ella es Alteza Real, Princesa de Nassau y Princesa de Borbón-Parma y sus hijos —Pablo Luis, Leopoldo Guillermo, Carlota Guillermina y Juan Andrés— están en la línea de sucesión al trono del Gran Ducado de Luxemburgo. El príncipe heredero, Guillermo de Luxemburgo, hoy a punto de convertirse en Gran Duque, fue uno de los pajes.
La ceremonia empezó a las 11.00 h y finalizó a las 13.00 h. El banquete de bodas se celebró en la villa Le Noviciat, residencia de los padres de la novia al borde del castillo de Versailles, rodeada de jardines y bosques maravillosos. Primero hubo un cóctel y, por la noche, todos los asistentes se reunieron para disfrutar de una gran cena sentados, con 100 mesas decoradas con pinturas que imitaban mármol. Una orquesta cíngara ameniza la reunión, antes de iniciarse el baile.
Sibilla nació del matrimonio entre Olimpia de Torlonia, hija menor de la infanta Beatriz de España y nieta del rey Alfonso XIII y de la reina Victoria Eugenia, y del empresario suizo Paul Annik Weiller, un matrimonio que tuvo seis hijos. Sibilla Sandra Weiller y Torlonia, nació el 12 de junio de 1968, en Neuilly-sur-Seine, en Francia.
Pero se crio en Ginebra, y asistió al Instituto Florimont, un internado católico, antes de graduarse con un bachillerato en económicas. Fue muy buena estudiante. Pero su vocación no era la economía, sino el arte y empezó a formarse en la Escuela del Louvre de París, donde se licenció en Historia del Arte. Luego trabajó en la restauración de Versailles.
El matrimonio vive con sus hijos en Luxemburgo y se le ha visto en numerosos actos de representación de los Grandes Duques. Llevan una vida tranquilla. Sibila habla cinco idiomas y trabajó, a finales de los años noventa, en el Fondo Cultural Nacional, donde se ocupó de la colección del Museo de Arte Gran Duque Juan.
Durante varios años estuvo ligada al Museo Peggy Guggenheim de Venecia, de cuyo comité directivo es presidenta hoy. Sin embargo, en el año 2000 la familia tuvo un grave accidente de coche a las afueras de París y su marido, el príncipe Guillermo, resultó grave, lo que obligó a aplazar la coronación de su hermano Enrique como Gran Duque. Afortunadamente, se recuperó por completo.
El matrimonio frecuenta numerosas celebraciones y bodas de la realeza europea. En los últimos años, se les ha visto en la boda de Leka de Albania y Elia Zaharia, en Tirana en 2016, o en la de Juan d'Orléans y la princesa Filomena, Duque y Duquesa de Vendôme, en 2009, en Francia. Sibila y Guillermo también asistieron al enlace de Haakon de Noruega y Mette-Marit, en el que Sibila llamó la tención vestida con un «palabra de honor» en rojo y una espectacular tiara art déco.
A la boda del heredero del Gran Ducado, Guillermo de Luxemburgo, y la noble belga Stéphanie de Lannoy, en 2012, Sibila y Guillermo acudieron con sus cuatro hijos y la princesa llamó la atención con un elegante conjunto rojo y sombrero. Pero el momento más espectacular sucedió en la cena de gala previa a la ceremonia: Sibila lució un elegante vestido azul noche y un impresionante aderezo de tiara estilo guirnalda, broche, collar y pendientes de aguamarinas, que la Casa Real española conocía muy bien, puesto que pertenecieron a la reina Victoria Eugenia, y que heredó su hija la Infanta Beatriz, abuela de Sibila.
La tiara originariamente llevaba perlas y fue un regalo de Alfonso XIII a su esposa en 1904, pero la reina Victoria Eugenia lo modificó y reemplazó las perlas con un juego de aguamarinas de Brasil, que montó de nuevo la Casa Cartier, para hacer juego con un collar y un broche adquiridos en 1935 en la joyería por la reina. Posteriormente, se les añadió unos pendientes y un brazalete. A la muerte de la reina lo heredó su hija, la infanta Beatriz, y Sibila fue la heredera.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.