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Atracción cooltural: ¿A quién pedimos perdón por consumir un contenido cultural tarde? ¿A nosotros mismos o a nuestro entorno?

La abrumadora oferta de contenidos desata una gula incompatible con saborear el arte y ansiosa por devorarlo todo. ¿Salvación o condena?

Pincha en la foto para ver una selección de libros recomendados, novedades literarias que enganchan, enseñan y emocionan a partes iguales/getty

Pincha en la foto para ver una selección de libros recomendados, novedades literarias que enganchan, enseñan y emocionan a partes iguales / getty

Marita Alonso
MARITA ALONSO

Hace 20 años el dramaturgo y escritor británico Mark Ravenhill aseguraba, en una artículo en el diario The Guardian, sufrir un artaque al corazón porque se veía sobrepasado ante la inmensa oferta cultural. ¿Qué pensará del panorama actual, en el que ejercemos un consumo casi bulímico de libros, series, exposiciones...? El omnivorismo cultural, caracterizado por sus heterogéneos gustos, es el responsable de que la élite ya no la compongan los que escuchan ópera y demonizan Sálvame, sino quienes pasan de Supervivientes a Filmin sin pestañear.

«Me puede gustar el rugby, el fútbol y los musicales de Stephen Sondheim. El gótico victoriano y las instalaciones de Damien Hirst. Herb Alpert & The Tijuana Brass y las obras para piano de Hindemith», asegura el cómico Stephen Fry sobre su amplitud de miras a la hora de consumir cultura. Sin embargo, que las plataformas de streaming y las redes hayan democratizado la oferta, lejos de ampliarla, la ha limitado. La televisión fomenta la democratización; los algoritmos funcionan como guardianes del contenido a consumir. «Las plataformas tienen una agenda ideológica fuerte. Todo lo visible en ellas se convierte en tema de conversación, y las series cuentan con enfoques que construyen imaginarios concretos» asegura Liliana Arroyo Moliner, doctora en Sociología y especialista en innovación social digital.

La cultura de la modernidad líquida, término acuñado por Zygmunt Bauman, ahonda en la libertad de elección y se nutre de la abrumadora oferta que ha hecho que la sociedad trate a la cultura como un objeto consumible que lucha por atraer la fugaz atención que ahora disponemos. Parece que no haber visto la serie de moda, el libro del momento o la obra teatral de la que todos hablan te aleja de la cooltura. «Desde hace meses, compruebo que los usuarios se disculpan por «llegar tarde» a recomendar series o películas, cuando estos contenidos a lo mejor solo llevan en plataformas un mes o menos. Achaco esta tendencia a esa narrativa de productividad personal por la cual no solo nuestro trabajo, sino nuestro ocio, es una carrera para exprimir al máximo el tiempo y competir por cierta excelencia personal», explica Verónica Guzmán, experta en Comunicación y Marketing digital, que se pregunta a quién pedimos perdón. «¿A nosotros mismos por no cumplir con nuestras expectativas? ¿A nuestro entorno por no cumplir sus expectativas? ¿O tal vez pedimos perdón porque se nos ha generado una necesidad?».

Big Bang Theory está disponible en Prime Video / d.r.

Lo tenemos todo al alcance de un click, pero hemos perdido la capacidad de disfrutar. «Los contenidos disponibles son un bufé libre infinito que juega en contra de la sensación de finitud. Consumir series «tarde» es otro aspecto de ese miedo a perdernos algo (FOMO), porque cuando lo consumes cuando el resto te unes a la conversación. Pero pasado el boom del estreno, se pierde la percha de actualidad. Uno de los éxitos de las series radica en que marcan un ritmo inasumible. También entra en juego el sentido de pertenencia, pues el consumo de contenidos crea comunidad» asegura Liliana Arroyo, autora de Tú no eres tu selfi (Editorial Milenio).

Aunque la lectura o el contenido audiovisual a través de internet implica cierto componente individual frente a la sala de cine, «lo que hace el consumo a través de las nuevas ventanas digitales es modificar los canales de socialización. La socialización se hace a través de las redes sociales», explica Víctor Fernández Blanco, profesor titular de Fundamentos del Análisis Económico del Departamento de Economía de la Universidad de Oviedo, al Observatorio social de La Caixa. Mientras ves un producto audiovisual, puedes intercambiar opiniones con amigos y desconocidos, por lo que la socialización, pese a haber cambiado, sigue presente. Quizás por eso tenemos esa necesidad irrefrenable de ver todos a nuestro alrededor (virtual y físico) están viendo, para poder compartir opiniones y experiencias. Hemos convertido a la cultura en nuestro salvador en momentos de crisis, pero a veces la televisión y, con ella, toda la cultura como vía de escape (como ocurre en la serie Bruja Escarlata y Visión, y si no la has visto, según este consumo cultural frenético, «ya vas tarde») se convierte en nuestra prisión. Lo bueno de esta cárcel de contenidos es que basta con cerrar el libro y apagar el móvil o el televisor para poder salir de ella. Lo malo es que nos hemos acostumbrado tanto a ese flujo constante de entretenimiento que ya no somos capaces de vivir en esta libertad condicional cooltural.

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