catrina con glamour

Este es el mejor plan para Halloween en Madrid: un Día de Muertos a la mexicana con arte, guiño gastronómico y mucho shopping

No hay mejor manera de celebrar Halloween que a la mexicana. O sea, el Día de Muertos. Con altares, calaveras, las flores de cempasúchil y todo el recetario tradicional. En Las Rozas Village ya ha empezado la fiesta.

La Catrina luce en todo su esplendor rodeada de flores y toda la parafernalia. LAS ROZAS VILLAGE
Este es el mejor plan para Halloween en Madrid: un Día de Muertos a la mexicana con arte, guiño gastronómico y mucho shopping
Ángeles Castillo
Ángeles Castillo

La artesanía mexicana lo llena todo de color. Hasta en el Día de Muertos. O sobre todo en él. Para poner alegría a la vida. Cuando está yéndose octubre, vienen las Catrinas y las calaveras, más o menos literarias, que también son composiciones en verso que en estas fechas recuerdan, de manera satírica o burlesca, que todos vamos a morir. Epitafios humorísticos para los vivos. Pero no hay lamento, sino fiesta. Se acicalan los altares y se decoran los cielos con las banderolas de papel picado, originarias del estado de Puebla, como si fueran los estandartes de la felicidad.

Son las que adornan Las Rozas Village, que celebra esta festividad con todo su glamour. Nosotros la hemos asimilado ya con Halloween. Pero la mexicana, a su vez, esconde nuestros tradicionales días de Todos los Santos y de los Difuntos más los ritos indígenas. Puro mestizaje que enriquece con toda su cultura popular a este centro comercial que apuesta siempre por lo artesano. Ahora lleno de estos banderines hechos por maestros que llegan a apilar hasta cien hojas de papel de China que perforan con un cincel. Es todo un arte, con toque oriental, que recuerda al encaje. No hay que olvidarlo cuando las veamos echarse al viento.

Detrás de este despliegue está también Diego Rivera, poniéndole más aliento artístico. Porque no falta la Catrina, como bautizó el muralista a la Calavera Garbancera. O sea, la calavera vestida de gala -catrín define al hombre apuesto y ataviado- que había creado el ilustrador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada. Tampoco las calaveras pintadas ni mucho menos las flores de cempasúchil, que en náhuatl quiere decir «veinte flores». En realidad, son nuestros tagetes, que tienen, por cierto, algo de claveles y están por todas partes, dentro y fuera de los jarrones. Hasta se les atribuyen propiedades mágicas a la hora de conectar con los muertos.

Arte, ritual, magia y boutiques exclusivas

Precisamente, nada más poner los pies en Las Rozas Village, «se palpa toda la alegría de una tradición que honra la vida a través de la muerte», advierten. Así han querido aderezar la experiencia de ir de compras al aire libre por sus bulevares. Con un derroche de arte, ritual y magia para hacer diferente, e inolvidable, el primer café de la mañana en su terraza con vistas o el garbeo entre sus más de 100 boutiques exclusivas con descuentos de hasta un 60% sobre el precio original. Y todo en un ambiente florido y muy teatral, felizmente dramático.

Un altar con la calavera, las velas y las flores en los bulevares de Las Rozas Village. LRV

«Cada detalle artesanal habla de identidad, de celebración y de vínculo con la cultura mexicana», nos explican. Algo que, además, se extiende a la gastronomía. En Joselito's, por ejemplo, que es charcutería y restaurante, donde se pueden degustar los platos clásicos de la cocina española entre diseño contemporáneo, hacen su propia interpretación de este día tan especial y sirven guacamole con salchichón y totopos.

Cómo celebrar el Día de los Muertos con glamour

Y Cristina Oria incorpora un cóctel margarita servido con todo el mimo del mundo para alargar «ad infinitum» la sobremesa tras sus bocados exquisitos, como su foie mi cuit con dos tipos de gelatinas, pan de pasas y nueces o el magret de pato con salsa de chalotas y frambuesas con puré de batata y ensalada. Y ello en un sofisticadísimo ambiente. Todo el Village lo es, a los pies de la sierra de Madrid y a poco más de media hora de la capital, y practicando eso tan buscado y valorado que es la vida lenta.

Esto quiere decir que la Glass House, en la que hemos visto a una ceramista como Adriana Cabello exhibir sus lámparas y jarrones o a las diseñadoras de Aletheia con su alta costura orgánica, ha pasado a ser el altar de muertos. El corazón, sin duda, de todo el recorrido, con tres niveles cargados de simbolismo. Hay fotografías, las clásicas velas, el pan de muerto y demás ofrendas que vienen a unir pasado con presente. Dándole el toque mexicano a este enclave elegante y refinado de Madrid.

Un esqueleto a la mexicana poniendo color y metáfora a la fiesta. LRV

Recordemos que el Día de los Muertos en el país americano es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2008. Según la Unesco, «este encuentro anual entre los pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad. También contribuye a reforzar el estatuto político y social de las comunidades indígenas de México». Es más, la Organización de las Naciones Unidas considera que «esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI».

Y recordemos también que el mencionado pan de muerto no es amargo, como podría pensarse, sino dulce. Que está hecho de harina de trigo, leche, huevo, levadura, azúcar, sal, mantequilla, y tal vez aromatizado con anís y naranja. Que suele ser pequeño y redondo, decorado con dos piezas alargadas de masa a modo de huesos, y que puede que tenga su origen en nuestro pan de ánimas, que se preparaba por los Santos y los Difuntos en Castilla, Aragón y otros rincones en homenaje los seres queridos fallecidos. Lo que decíamos, divino sincretismo.

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Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.