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ENTREVISTA

Clara Lago, actriz, vegana y adicta a Friends: «Me fascina el comportamiento humano y hacerme 1.500 preguntas»

Clara Lago es actriz, vegana practicante y muy amiga de filosofar. Mientras se concretan sus próximos proyectos de cine, cuida de La Huerta y de su podcast, por este orden, y coquetea con la moda con Hoss Intropia. Nos lo cuenta.

Clara Lago en la inauguración del nuevo espacio de Hoss Intropia en Vigo con look de la firma. ALDARA DAVID

A Clara Lago (Madrid, 1990), si la dejas, enseguida se pone existencialista y se lanza a divagar. Con el paracaídas del humor, que siempre salva, eso sí. A la hora de autorretratarse, da cuatro pinceladas y poco más: actriz, pisciana, vegana y adicta a Friends. Lo dejó expuesto en sus redes sociales y ahí sigue, sin que haya nada que retocar, nos dice. Como actriz la descubrimos en El viaje de Carol (2002), de Imanol Uribe, que le valió una nominación al Goya, aunque antes había hecho Terca vida (2000), de Fernando Huertas. Ella, sin embargo, se descubrió a sí misma como actriz cuando vio a Penélope Cruz en La niña de tus ojos (1998), de Fernando Trueba. Ocho años tenía.

Después vinieron la archipopular y supertaquillera Ocho apellidos vascos (2014) y su réplica, Ocho apellidos catalanes (2015), de Emilio Martínez-Lázaro, a elevarla a los altares de la fama. Y a dotar al número ocho de cierto halo mesiánico. Lo corroboró la Fundación Ochotumbao, puesta en marcha en 2016, junto a Dani Rovira, para cultivar el activismo y la solidaridad. Ya se sabe que el ocho acostado es el infinito. Luego siguieron más películas, El cuento de las comadrejas (2019), de Juan José Campanella, o Books and Drinks (2024), de Geoffrey Cowper, y también series, desde Compañeros en los inicios hasta la reciente Clanes (Netflix).

Lo del veganismo ha pasado a ser, casi una década después, un modo de vida total, porque, aparte de aplicárselo en sus carnes, lo hace desde La Huerta Funky Castizo, el restaurante en pleno centro de Madrid que comparte con su pareja, Jose Lucena, y un amigo, Víctor Pinacho, a los fogones. Un «las verduras al poder» que está siendo un éxito de taquilla también.

Lo de filosofar lo deja, públicamente al menos, para el podcast Melón Imposible, donde da rienda suelta a su tendencia a hacerse mil quinientas preguntas para luego navegar sin rumbo hacia todas las respuestas. En esta otra aventura extra se ha embarcado con su amiga del alma, la fotógrafa Elena Martínez Santos. Además de la huerta y los melones imposibles, y a la espera de que se encaucen sus próximos proyectos interpretativos, Clara Lago ha hecho de anfitriona de la tienda de Hoss Intropia en Vigo, que, como se sabe, es un sitio de referencia ahora que llega la Navidad. Con Clara Lago también hemos vivido nuestro propio momento de luces y acción.

MUJER HOY. Empezamos por lo inmediato, ¿en qué anda metida ahora mismo?

CLARA LAGO. Ahora mismo, como actriz no estoy haciendo nada. Terminé de rodar la segunda temporada de Clanes a final de verano y ahora toca tranquilidad hasta el año que viene, que sí que tengo varios proyectos en el aire, y ojalá salgan todos porque tienen muy buena pinta y me haría mucha ilusión. Como pueden pasar tantas cosas, no me atrevo a decir nada con seguridad.

Son 25 años de carrera ya, prácticamente una película por año e intercalando series. ¿Cuál es la fórmula?

En mi caso, supongo que ha sido una mezcla de muchas cosas. Por una parte, suerte. Por otra, haber empezado tan pequeñita, lo que me permitió tener un bagaje cuando ya pude dedicarme exclusivamente a ello. Además de mucho trabajo, obviamente, intentando siempre ser la mejor profesional y dejándome asesorar por mi representante, Antonio Rubial, que llevo con él desde el principio, y por mis padres, que siempre fueron partícipes de todo, y sigue siendo así. Mi padre es el primer filtro de los guiones que me mandan. Yo se los paso a él para que se los lea también y luego compartimos impresiones.

Tras los pasos de Penélope Cruz

¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser actriz?

Pues con ocho años. Tuve esa gran certeza ya entonces, que me parece una suerte enorme. He visto a mis amigas tener ese debate interno de qué hacer con su vida, qué estudiar. A los ocho vi a Penélope Cruz en La niña de tus ojos y dije: «Quiero hacer eso».

¿Fue cosa suya o influyó el ambiente en el que se crio?

Es verdad que mi padre había tenido cierta relación con el mundo del cine porque trabajó en la parte de postproducción con títulos de crédito y carteles, y mi madre en doblaje, pero tampoco siento que sea algo que venga de familia. Sí, en cambio, el hecho de ser muy cinéfila, porque mis padres siempre lo han sido. Ir al cine o ver películas en casa cuando había videoclubs era un ritual, así que he sido espectadora desde muy pequeña. Tener esa cultura cinematográfica sí pudo influir porque, antes de ser actriz profesional, yo ya lo era en mi casa. Mi momento favorito era encerrarme en mi cuarto y recrear yo sola la última peli que había visto.

¿Quiénes han sido sus referentes?

Penélope ha sido mi gran musa, mi ídolo, sin lugar a dudas, y luego hay un montón. Te podría decir Meryl Streep, que me parece de las más grandes.

¿Cómo conoció a Penélope Cruz?

La conocí la primera vez que fui a los Goya, que tenía 12 años, y me dio la sorpresa mi representante, que también era el suyo y sabía la ilusión que me hacía. A partir de ahí hemos ido coincidiendo en distintos momentos. Luego, cuando presenté los Goya, le hice aquel homenaje.

Clara Lago posa vestida de Hoss Intropia en el nuevo espacio de la firma en Vigo. ALDARA DAVID

¿Qué es lo que más le gusta de la profesión?

Elegiría dos cosas, y las dos tienen que ver con el factor humano. Una es que me encantan los equipos de rodaje, esa especie de campamento donde durante un breve espacio de tiempo compartes muchísimo con las mismas personas. Se generan vínculos rápidamente y esa minifamilia temporal me parece algo adictivo. La otra tiene que ver más conmigo misma como actriz, con que soy una apasionada de la psicología, autodidacta porque no lo he estudiado. Me fascina el comportamiento humano y hacerme 1.500 preguntas. Enfrentarse a personajes distintos es adentrarse en su psicología, saber cómo funciona la mente y las emociones humanas. Y para hacer eso, inevitablemente, tienes que buscar en ti, encontrar esos puntos en común, y aprendes mucho.

¿La pasión sigue intacta?

La pasión, sí. De hecho, ahora la disfruto más. Ha habido momentos en mi carrera en que he estado con esa mirada autoobservadora, esa especie de jueza externa, que al final eres tú. A mí no me va nada bien estar bajo esa tensión. Desde la relajación siempre llego más lejos.

Le iba a preguntar ahora por lo que menos le gusta. 

Todo lo que tiene que ver con la estética, con si eres la mejor o la peor vestida, con que vas más o menos guapa. Eso está fuera de tu control porque tienes la cara que tienes y el cuerpo que tienes, y se puede trabajar hasta cierto punto. Lo relacionado con el brilli-brilli me da más pereza. También te digo que he pasado por fases. Hubo una temporada en la que me volvía loca ir a todos los premios, a las fiestas y todo eso. Porque, claro, empecé con diez años y no podía ir a ninguna, y en cuanto pude, me apuntaba a un bombardeo. De las alfombras rojas hay una parte que me encanta, el reencuentro con la gente, pero preferiría ir en vaqueros. Eso de estar con una pose permanente me cuesta un poco más.

Clara Lago y su relación con la moda

¿Qué relación tiene con la moda?

Una relación bastante freestyle. Yo he sido de elegir lo que me ponía desde muy pequeña. Siempre he tenido esa curiosidad de mirarme al espejo antes de salir y que me gustase cómo iba vestida, pero no he sido de leer revistas ni de seguir tendencias. O sea, nunca sé que está de moda y que no. Por eso digo freestyle. Lo que me gusta a mí y con lo que yo me siento bien es lo que me guía.

Ha sido la anfitriona del nuevo espacio que Hoss Intropia acaba de abrir en Vigo, ¿qué valores comparte con la marca?

Para empezar, cuando me llamaron para esta última colaboración, me hizo muchísima ilusión porque mi primera campaña grande como imagen fue con Hoss, en 2012, así que le tengo mucho cariño. Incluso guardo prendas de aquella campaña. Y la verdad es que cuando estuve hace unos días en la apertura de la tienda de Vigo, iba mirando y pensaba: «Es que me quedaría con todo lo que estoy viendo».

Por eso te digo que me siento particularmente identificada con sus diseños porque todo está muy cuidado. Además, tienen algo bohemio, chic y a la vez cómodo. Son prendas muy relajadas, de esas que se las ves a una chica por la calle y dices: «Uy, qué estilo tiene». Son elegantes sin mucha parafernalia, y siempre te las puedes poner con una zapatilla y vas muy mona a cualquier parte, o con un tacón y te sirven para irte de cena por la noche. A mí esa versatilidad me gusta.

Tiene solo 35 años, pero ¿cómo lleva lo de envejecer?

Por ahora lo llevo bien. No sé si en algún momento me dará la crisis, pero, bueno, mis amigas se ríen bastante porque dicen que repito lo mismo todos los años. Igual soy una optimista recalcitrante, pero les digo: «Chicas, estamos en el mejor momento». Y seguiré diciendo esto cuando cumplamos 85. Esto no quiere decir que no me preocupe envejecer, ya no solo por una cuestión estética, sino porque se asocia con la pérdida de capacidades. Aunque tengo un grandísimo referente en mis padres, que han cumplido 70 años los dos y están fenomenal. Siguen teniendo muchísima curiosidad, hacen cosas nuevas, son muy disfrutones y derrochan vitalidad. Estás con ellos y no te parece que estés con alguien mayor.

La Huerta Funky Castizo y el veganismo

En sus redes se define como actriz, pisciana, vegana y adicta a Friends. ¿Es un buen autorretrato? ¿Algo que añadir?

Resume bastante bien lo que soy. Añadiría la afición a filosofar.

¿Ser vegana te cambia la vida?

Te cambia la vida inevitablemente porque la logística cambia, porque ya tienes que llamar primero a los sitios para ver si tienen alguna opción vegana o llevarte comida tú en el bolso por si acaso. Ese tipo de cosas. Pero lo que más me ha cambiado es que, a nivel de conciencia, me siento mucho mejor conmigo misma y también a nivel físico. Llevo ya nueve años y pico siendo vegana y me encuentro como nunca. Me hago mis analíticas rutinarias todos los años y está todo perfecto. Estoy más fuerte, entreno a diario, o sea, que muy bien. Es más, antes tenía digestiones difíciles que ya no tengo.

Esto nos lleva directamente a La Huerta Funky Castizo, restaurante del que es cofundadora. ¿Por qué tenemos que comer allí o como allí?

Con La Huerta, todo fue muy natural y fácil. En el sentido de que mi pareja, Jose Lucena, tenía un restaurante previamente. Su socio, Víctor Pinacho, me preparaba siempre platos veganos solo para mí. Verduras, pero como no las había comido en mi vida. Entonces un día les dije: «Chicos, no es porque yo sea vegana y quiera barrer para casa, pero habría que meter estos platos en la carta». Poco a poco fueron viendo que funcionaba muy bien, que iba todo tipo de público, y ahí ya nació la idea de que yo me metiera en el proyecto y abrir los tres La Huerta, con cocina 100% vegetal.

Un éxito de taquilla también.

Para mí, la gran clave de La Huerta es que es un sitio donde todo el mundo es feliz comiendo. No es un sitio vegano al uso, orientado a los veganos, de los que te dan falsa carne o falso pollo. La Huerta no pretende imitar nada; es comida de toda la vida hecha con verduras de toda la vida, pero siempre con un twist. Por eso lo de Funky Castizo. Castizo, por ese concepto tradicional, y Funky, por el toque que Víctor les da a los platos. Podría decir que el 80% de los clientes no son veganos. Vienen porque les gusta la comida. Está el vegano de turno que trae a su grupo de amigos que son ocho y vienen con cara de lechuga rancia, pero que luego salen tan felices. Se trata de atraer a la gente al veganismo desde la seducción y no solamente desde el discurso ético, que también.

Como sociedad, ¿en qué nos estamos equivocando?

Esto daría para una larga conversación, pero diría que el problema está en la educación. Todo el sistema está orientado hacia la productividad, los logros y el éxito. Me parece que habría que trabajar desde muy pequeñitos el tema de las emociones, algo que ayudaría a construir una sociedad más empática y amorosa. Al final, siempre acabo en lo mismo, en el amor, que parece que me he tomado algo y que estoy aquí con los duendes y las hadas, pero lo veo así. ¿En qué estamos fallando? En que falta bastante amor en la sociedad, en general. Vivimos en el miedo al otro y en el juicio al otro. Aunque tampoco soy yo la persona adecuada para responder.

Un podcast para abrir melones imposibles

Para eso está el podcast Melón Imposible. Háblenos de él. 

Elena (Martínez Santos) y yo quedábamos y abríamos melones uno tras otro, y llegó un momento en que me propuso dar un paso más allá y grabar nuestras charlas por si le gustaban y le servían a alguien. Dejamos claro siempre que nosotras no somos expertas. Solo lo somos en hacernos preguntas. Lo que pasa con Melón Imposible es que no tenemos constancia porque, al final, somos cuatro amigos haciéndolo cuando podemos. Pero nos lo pasamos muy bien y luego nos tomamos algo o nos comemos unas lentejas.

¿Autoayuda sí o no?

Yo soy bastante fan y sí creo que ayuda. Pero como pasa con todo ahora, hay que buscar agujas en los pajares todo el rato, porque no todo lo que se publica de este tema merece ser leído, visto o escuchado.

¿De la meditación qué nos diría?

Que es mi asignatura pendiente. Lo he intentado 28.000 veces, y nada. Y eso que soy muy disciplinada: hago ejercicios faciales, tengo mi rutina cosmética, entreno a diario. Me encantaría meditar, y pienso que algún día lo conseguiré, pero de momento no he sido capaz. Todo el mundo que lo hace me dice que hay un antes y un después en sus vidas, así que algo debe tener.

¿Qué la hace feliz?

Estar con la gente a la que quiero, ya sean mis amigas, mi chico o mis padres, y tener una charla existencial, como te he dicho. Me gusta reírme y meterle también humor.

Y si toca elegir entre el mar o la montaña.

El mar, porque lo asocio al buen tiempo. Pero si me dices la playa cuando está nublado o hace frío, entonces no. Te diría que soy más de sol y calorcito. Ahí ya me da más igual playa o montaña, pero calorcito. Si es calorcito y mar, ya festival. Calorcito, mar y chiringuito, ese es mi plan ideal.

¿Cine o teatro?

Ambos los he disfrutado, pero siempre he sido más de cine, también como espectadora. Me preguntabas que qué me hace feliz, pues en un set de rodaje también soy feliz. Soy un animal de cine. Es un medio donde me siento como un pececillo en el agua. El biorritmo del cine tiene más que ver conmigo que el del teatro.

¿Algún sueño o plan relacionado con el séptimo arte?

Últimamente me ronda la idea de dar el salto a un lugar más creativo desde cero. Como actriz, las cosas te vienen, entre comillas, ya hechas. Pero formar parte de algo desde el comienzo, no sé si desde el guion, la dirección o la producción, me gustaría.

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