DE MADRID A NUEVA YORK
DE MADRID A NUEVA YORK
La reina Letizia estará en el Atlàntida Film Fest este domingo, 3 de agosto, cuando llegue ese momento tan cinematográfico del «the end». Lo viene haciendo desde 2019 en una especie de sesión continua de su verano en Mallorca. Por lo que la veremos de nuevo poniéndole a la ceremonia de clausura todo su glamour. Sin ir más lejos, el año pasado lució, junto a una estrella como Michael Douglas, en todo su esplendor (plateado).
Este festival, en su afán por acoger estrenos rompedores, fomentando siempre el debate y con banda sonora tirando a underground, se ha convertido en la puerta de entrada a nuestras vidas de un documental, producido por Artworks, de armas tomar. La expresión, que nos sirve para hacernos una idea de su envergadura, tan lorquiana como pop, nos lleva directamente al título: Warhol-Vijande. Más que pistolas, cuchillos y cruces. Detrás, está una inolvidable exposición, una visita mítica en plena Movida, personajes antológicos y un puente Madrid-Nueva York.
Dicen desde el Atlàntida, en un evidente guiño a Andy Warhol, que «te gustará el documental si te gustan la sopa Campbell, las cajas de Brillo (jabón) y Marilyn». Pero Warhol-Vijande es mucho más. Es la evidente -y necesaria- reivindicación de un galerista único, oficiando en «un garaje del Madrid más pijo, en pleno barrio de Salamanca, donde se dieron cierta rockeros y ex rockeros, intelectuales, modernos, punkis, drogatas, aristócratas de pro y de medio pelo, travestis, periodistas, fotógrafos y aspirantes a todo lo anterior», como lo ha descrito su hijo, Rodrigo Navia-Osorio Vijande. Pero también la crónica de la transformación de un país hecha desde el arte.
Así lo ha concebido su director, Sebastián Galán, pseudónimo de Juanjo Ruiz, un lebrijano que debuta en el mundo de cine después de toda una vida en el de la creatividad. Tras su nombre artístico, se esconde un hondo y callado homenaje a sus abuelas. Con él hemos hablado de Warhol y de Vijande. Y, por extensión, de Pedro Almodóvar, Ágatha Ruiz de la Prada, Fabio McNamara o Alaska, que tira del hilo conductor. Era 1983 y alrededores, tiempos de mucha movida, y estaban allí. Vamos ya con Galán.
MUJER HOY. Preséntenos Warhol-Vijande: Más que pistolas, cuchillos y cruces.
SEBASTIÁN GALÁN. Me gusta decir que utilizamos como excusa la visita de Andy Warhol a España para conocer la figura de Fernando Vijande, que fue el galerista que le trajo. Pero lo importante, sin duda, es entender el cambio de este país. La visita tiene las connotaciones que tiene, pero es corta. Se han contado siempre anécdotas, que si Pitita le hizo la entrevista, que si estuvo Ana Obregón, pero nunca se llegaba al fondo. El documental cuenta cómo un país deseoso de cambio explota en un momento determinado, y en ese momento llega el rey del pop. Estamos viviendo ahora unas libertades y tenemos unos gustos gracias a personas que los impulsaron y que muchas veces no conocemos. Hay quien vive el arte como una fiesta, mezclando alta y baja sociedad. Y, sin saberlo, está replicando lo que ya hacía Fernando.
Es otra forma de ver la Movida.
Por primera vez, me parece, se cuenta la Transición a través del arte y no del «Franco ha muerto» ni de la música. Porque este país ha pecado de hablar siempre de las manifestaciones, de los pelos pintados de colores, de los conciertos y el Rock-Ola. Pero realmente, y eso viene por boca de Alaska, la Movida comienza en la galería de arte Vandrés a finales de los setenta, donde se dan cita Almodóvar, Pérez Villalta, Alaska, Costus y absolutamente todos, que luego, eso sí, se iban a un concierto. Ahora, cuando veo a la gente no binaria paseando por el centro de Madrid, pienso: «Qué maravilloso, pero Fabio en el 75 ya iba con minifalda y tacones por la Gran Vía». Se necesitan muchas generaciones para que las cosas se normalicen.
El documental da testimonio de ese cambio y, curiosamente, desde un garaje.
Ahí está la grandeza de este país, cómo ha tenido esa capacidad de transformación, que comienza con individuos anónimos como Fernando y termina en una eclosión que llega a nosotros. Porque cuando todo esto pasó, no existían las instituciones, no se sabía lo que era el arte contemporáneo. Y hoy en día tenemos un centro de arte contemporáneo, tenemos colecciones, tenemos galeristas. Vale, ya no hay ese puente con Nueva York, pero está la historia y no podemos olvidarnos de ella. Con este documental todos salimos ganando, pero, en especial, el arte con mayúscula.
La exposición de Warhol del 83, cuyo título se retoma ahora, está de plena actualidad.
Lo explica muy bien Makos, quien dice que se debería hacer esa exposición ahora exactamente igual, porque no se entendió ni allí ni aquí. Te pone los pelos de punta.
Además, todo recuerda al Lorca no ya del Romancero gitano o de Bernarda Alba, sino al de Poeta en Nueva York, por la ciudad y porque trae a la memoria versos como «dejaré mi alma en fotografías y azucenas».
Así es, hay algo muy lorquiano, sobre todo en la parte final con la muerte prematura de Fernando, con solo 56 años y 50 años justo después de Federico. Incluso en la música le he metido cornetas, que suenan tanto a cofradía. Y sabemos que Warhol representó con sus cruces y cuchillos el drama español. No sé si porque soy andaluz o por lo que sea, el documental tiene ese tono. Gente que ya lo ha visto me ha dicho que roza el videoarte, pero había que tener mucho cuidado de no parecerse a Warhol, de que no fuera repetitivo ni pedante ni hortera. En el videografismo me ha ayudado mucho Víctor Bittencourt, que trabaja conmigo en el estudio.
También aquí se abre ese puente de vanguardia con Nueva York, que inauguró Vijande.
Patrick Moore, el director del Museo Warhol en Pittsburgh, nos hizo una analogía fabulosa entre el Nueva York de los 60-70 y el Madrid de los 80. Porque lo tenemos muy idealizado, pero, en esos años, NY era muy duro y estaba muy guetizado. Había disturbios en el Bronx, el Soho tenía ratas… Los artistas se iban allí porque eran sitios baratos, pero sin calefacción y con un ambiente bastante chungo. En ese escenario hay una eclosión artística, con Patti Smith, Robert Mapplethorpe y todo ese movimiento Warhol, que nos llega con 20 años de retraso.
Hay algo en el ambiente por lo que Warhol decide venir aquí, además de a vender cuadros, que le va fatal. En el documental se dice, que estábamos creando nuestra propia Factoría. Ellos estaban en la Factory, pero Almodóvar, Fabio, Alaska, Pérez Villalta, García-Alix, todos estaban en la galería de Vijande. Fernando había vivido la Factory y quiso recrear esa mezcla en Madrid.
¿Cómo definiría a Fernando Vijande?
Creo que me hubiera enamorado de él. Cada época tiene su tipología de hombre y él era un Cary Grant, el modelo de los cincuenta, sesenta e incluso setenta, muy elegante. En Fernando hay algo que le permitió que se le abrieran muchas puertas, y fue su capacidad para mezclarse con todo tipo de gente y de toda orientación sexual. Para introducirte en el grupo de Andy Warhol tenías que ser guapo, aristócrata o rico, o algo que le interesara a él. Por allí pasaron princesas, cantantes, actores porno, chaperos. Y Fernando tenía mucho de todos. Tenía toque de aristócrata, de dandy y de canalla. Esa versatilidad es lo que le permitió moverse por tantos mundos.
Y ese ojo que tenía para el arte.
Fíjate que tuvo una carrera muy corta, de solo 15 años, y 16 de sus artistas han sido Premio Nacional: Muntadas, Miquel Navarro… Piensa que cuando Mapplethorpe vino a España de su mano, todavía no era lo que es hoy.
En cuanto a Warhol, ¿ha cambiado su idea de él tras hacer el documental?
Me ha resultado muy interesante la humanización de la estrella, porque siempre se le presenta como un friki, un absurdo, un tipo sin discurso sobre su propio arte. Bob Colacello habla de eso, de que fue uno de los primeros que entendió, junto con Dalí, que tú eres tu propia marca. Me encanta de él que era un currante y que no puso ni una sola pega. Muchos artistas que no eran ni mucho menos Warhol solo ponían problemas. Qué valiente hay que ser en la vida para transformar toda tu frikada en algo positivo. Porque no hablaba, era serio, pero en Nueva York si él no iba a una fiesta, la fiesta era una ruina. Y si él te bendecía, eras una estrella. Tener ese poder, desde ese silencio y ese frikismo, es tener mucho talento.
Y luego está su perfil visionario, que comparte con Vijande.
Sí, con la copia de la copia de la copia, con que todo el mundo querría sus minutos de fama, con tener tu propio canal de televisión, con experimentar con las películas frikis. Pero luego había que vender para alimentar al monstruo de la Factory. Él tenía un montón de gente en nómina. De hecho, hablaba de darles de comer a los niños. Lo cuenta muy bien Fremont, su mánager, porque su mercado era Francia y Alemania, principalmente, y no habían pensado en España hasta que llegó Fernando.
Hay en Warhol-Vijande también una reivindicación de la figura del galerista como dinamizador cultural e incluso contracultural, ahora difuminada.
Porque para eso tienes que tener un grado de generosidad brutal. Fernando creía que en el arte hay que pasárselo bien y que una galería no tiene que ser un sitio para la élite, sino para todos.
¿Sería posible un Vijande hoy?
Ojalá este documental empuje a mucha gente a ser un Vijande.
¿Y un Warhol?
Bueno, nosotros hemos apostado por Filip Ćustić. No somos nostálgicos ni pensamos que los tiempos pasados fueron mejores. Pero ahora todo está más fragmentado y conseguir ese grado de gran estrella es más difícil.
Salen Alaska, McNamara, Ágatha, Makos, Colacello... Hemos echado de menos a Almodóvar. ¿Cómo fue la selección de personajes?
Queríamos tener una representación de los distintos momentos de la vida de Fernando. Era importante que hubiera alguien de la galería Vandrés, donde empezó todo, y ahí está Marisa Torrente, su mano derecha. Necesitábamos la visión de gente más joven en ese momento, y están Fabio y Alaska, la nueva generación a la que se abre Vijande. Y después la parte americana, representada por Christopher Makos, que acompañaba a Warhol a todas partes haciéndole las fotos y estuvo con él en Madrid; Bob Colacello, el editor de la mítica Interview, que fue su colaborador, o el ya mencionado Patrick Moore.
Son personas directamente vinculadas con Andy Warhol. Hicimos una lista y solo hubo dos que nos dijeron que no. Javier Solana, el entonces ministro de Cultura, y Pedro Almodóvar, que estaba con su película y no pudo. El propio Pedro ha contado que la primera vez que viajó a Nueva York fue con Fernando Vijande, y precisamente a la exposición New Images from Spain en el Guggenheim.
Si le digo Fabio McNamara, ¿qué palabra le viene a la cabeza?
Ay, por favor. Yo soy cero mitómano y la única foto que me hice fue con Fabio. Ha sido mi regalo.
Teresa Nieto, musa de la Movida, dueña y señora del Cock y autora de las fotografías de Warhol en Toledo...
Teresa es la dulzura absoluta. Es la primera vez que se sienta ante una cámara. Es la cara amable, la que representa mejor ese momento de los ochenta donde todo podía pasar.
¿Y Ágatha Ruiz de la Prada?
Ágatha está muy orgullosa de haber hecho una exposición en la galería de Fernando Vijande justo antes de la de Andy Warhol. Cogió los lienzos de un pintor e hizo unos trajes fantásticos. Para ella, que en ese momento estaba en el rollo del arte, es el gran trabajo de su vida.
Algo de Rodrigo Vijande.
Rodrigo se ha hecho una terapia, literalmente, porque ha descubierto a su padre a través de este documental, ya que se separó muy pronto de su madre. Es muy emocionante que te digan de tu padre miles de cosas que tú no sabías. Porque la labor de búsqueda de archivos ha sido monumental y él ha visto mucho material inédito. Solo tenía los recuerdos familiares y está feliz.
Y en el centro de todo está Josep Suñol i Soler.
Está en el centro de todo, porque es uno de los grandes coleccionistas y mecenas, pero del que se sabe poco. No quería que se hablara de él y nadie tiene una foto suya. Esa es su mejor definición, discreción máxima. Me queda la secuela Vijande-Suñol. Fue amigo de la infancia de Vijande y, como ha contado su ahijado Rodrigo, llegó un momento que «descolgó de las paredes a Casas y a Rusiñol y dio entrada a Giacometti y Warhol».
Como el documental se presenta en el Atlàntida, ¿se lo recomendaría a la reina Letizia, que es quien lo clausura?
Uf, ojalá lo vea porque yo soy muy letiziano. Y creo que le va a encantar. Para empezar, como periodista, por toda la parte de investigación rigurosa. Y luego como reina, para ver lo que fue la Transición desde el punto de vista artístico. Es un documental que no está nada endiosado ni encapsulado. No es elitista. De eso hemos huido a toda costa. Lo que queremos es que todo el mundo lo vea.