Invitado en el hormiguero
Invitado en el hormiguero
El gran salto de Julio Peña (San Sebastián, 2000) llegó con la trilogía cinematográfica de éxito internacional basada en las novelas de la escritora venezolana Ariana Godoy, A través de mi ventana. Antes, aquel joven actor que empezó a curtirse en el mundo del teatro y de los musicales, emigró a Argentina para convertirse en chico Disney con la serie Bia. Ahora, con una sólida base de fans en Instagram, su talento lo podemos comprobar en Berlín, el spin-of de La casa de papel y en la última película de Alejandro Amenábar: El cautivo.
En esta cinta recién estrenada, el intérprete donostiarra se mete de forma convincente en el papel de Miguel de Cervantes a las órdenes del director de Los otros o Mar adentro, para narrarnos las vivencias y aventuras durante su cautiverio en Argel. En la película comparte pantalla con actores consagrados como Miguel Rellán o Fernando Tejero y aborda la supuesta homosexualidad del autor de El Quijote.
«Son teorías y Alejandro decidió tomar este camino porque ofrecía mucha riqueza para la trama, el personaje y la película en general», asegura Julio Peña en conversación con la revista Esquire. «Pero no se puede asegurar si Miguel de Cervantes era homosexual o no. Existía una persona que podía estar confundida con impulsos que tenía y que no sabía cómo manejar, y eso es lo que plantea la película».
Nacido en Donosti, pero criado en Madrid, donde su familia se trasladó por cuestiones de trabajo, Julio Peña iba a estudiar Publicidad con Audiovisuales, pero su pasión por el teatro se cruzó en el camino. Una pasión que, según reconoce, le ayudó a encontrarse a sí mismo durante una época difícil en el instituto. Muy poco dado a hablar en las entrevistas sobre su fecha más personal, sabemos que tiene una hermana biológica, y por parte de padre una hermanastra y un medio hermano.
«Mi familia y mis amigos son mi ancla», aseguraba en una entrevista con la revista holandesa Numéro. «Sigo teniendo el mismo grupo de amigos que tenía antes de empezar a actuar en películas. Confío plenamente en ellos y sé que siempre me mantendrán con los pies en la tierra si alguna vez pierdo la perspectiva».
Tampoco ha hecho concesiones a comentar nada sobre su vida sentimental. En este sentido, tan solo se le ha adjudicado un breve noviazgo con la intérprete brasileña Isabela Soares de Souza, su compañera de reparto en la serie Bia. Su complicidad con la actriz Clara Galle, con la que rodó A través de mi ventana, hizo que surgieran multitud de especulaciones sobre un posible romance entre ambos, que respondían más a un deseo de los fans de que su amor traspasara la pantalla que a la realidad.
Lo único que ha querido confesar Julio Peña hasta la fecha es lo que menos soporta cuando está en una relación de pareja. «Me agobia una persona que te está contestando al segundo de haberle escrito. Me gustan las conversaciones más espaciadas», aseguró en una reciente entrevista con la revista Glamour.
Aunque su cada vez mayor ejército de fans de la generación Z conocen a fondo a su ídolo, el actor aún se guarda alguna curiosidad en la manga para sorprenderles. Por ejemplo, su vínculo con Tamara Falcó. En la mencionada conversación con la revista holandesa, revelada que al igual que la marquesa de Griñón, estudió cocina francesa en Le Cordon Bleu. «Me encanta la comida y disfruto cocinando para mis amigos y mi familia. Me encantaría abrir mi propio restaurante algún día», confesó entonces.
Pero de momento, su futuro inmediato pasa por seguir progresando como actor y también por devolver a la profesión los regalos que ya ha obtenido. Mientras ejerce de voluntario codirigiendo el grupo de teatro infantil del que formaba parte cuando era niño, desde sus redes sociales escribe una carta de amor a la interpretación.
«Hoy, como todos los días, doy gracias a la vida por poder hacer lo que amo, por poder ser actor», emocionaba Julio Peña a sus seguidores desde su muro de Instagram. «Porque serlo me hace indagar en mí mismo cada día, investigarme y descubrirme… y eso es maravilloso. Nunca me cansaré de subir a un escenario, de sentir un aplauso… nunca me cansaré de bailar con una cámara… nunca me cansaré de sufrir, reír, llorar, amar o gritar en una escena, de compartir sentimientos y emociones, de mirar a los ojos».