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Todos los ojos del universo royal han estado puestos hace unos días en una pequeña nación centroeuropea. Este pasado fin de semana Guillermo y Estefanía de Luxemburgo se han convertido en los nuevos Grandes Duques en sustitución de Enrique y María Teresa, que dejan su puesto tras 25 años en el trono. Para festejar una ocasión de este calado, el palacio Gran Ducal preparó tres días de celebración que incluirán una ceremonia solemne, un gran banquete con la presencia de varios miembros de la realeza europea y numerosos espectáculos y desfiles por todo el país.
Pero estos fastos, y el modo de subvencionarlos, han puesto de nuevo el foco en un dato que en el pasado ha sido motivo de polémica para los actuales Grandes Duques: su enorme capital. Pese a que Enrique ha destacado por su ecologismo y María Teresa ha cultivado una imagen de filántropa y humanitaria, lo cierto es que ambos pueden presumir de ser los royals más ricos de Europa, con una fortuna que se estima nada menos que en 4.000 millones de euros.
Es cierto que esa cantidad palidece ante el asombroso patrimonio del rey Vajiralongkorn de Tailandia, que ha amasado diez veces más dinero que sus homólogos luxemburgueses, principalmente a través de inversiones privadas. Pero esa cantidad sí les sirve para ser los más ricos del viejo continente, superando a Hans-Adam II de Liechtenstein. Aunque este controla un vasto imperio estimado en 10.200 millones de euros que procede del Grupo LGT, la mayor empresa familiar de banca privada y gestión de activos del mundo, su fortuna personal se queda en 3.500 millones de euros.
Pese a ser el séptimo país más pequeño de Europa, Luxemburgo es el más rico de todo el continente. El gran duque Enrique ha supervisado a sus 69 años una dinastía de inmensa riqueza y ha amasado una fortuna asombrosa a lo largo de su reinado. Los activos familiares no solo consisten en una impresionante cartera inmobiliaria, sino también en joyas únicas, hectáreas y hectáreas de tierra y propiedades privadas.
A diferencia de otras familias reales europeas, que dependen de una asignación anual del Estado, la realeza luxemburguesa genera su gran fortuna de forma independiente. Los fondos que se les destinan cada año ayudan a cubrir los gastos de su personal, compromisos oficiales, viajes y recepción de visitas de Estado. Pero pese a tener unas cuentas más que saneadas, los royals se han metido en líos a causa de querer tener aún más dinero.
En 2006, el gran duque Enrique provocó una protesta nacional después de sacar a subasta algunas de las joyas de su difunta madre, la gran duquesa Josefina Carlota, tan solo un año después de su muerte. Sus compatriotas no tardaron en criticarle con dureza, acusándole de estar vendiendo objetos del patrimonio nacional del país para incrementar su fortuna. Como resultado de esta presión social, el royal retiró los objetos de la subasta.
Más allá de su colección de joyas, la familia real luxemburguesa también cuenta con un número considerable de propiedades en todo el país. Enrique y María Teresa poseen tres residencias reales oficiales en Luxemburgo, entre las que destaca el Palacio Gran Ducal. Este se encuentra en el centro de la ciudad de Luxemburgo y está abierto al público durante los meses de verano. Los ingresos generados por cada visita se donan a las organizaciones benéficas de los Grandes Duques. También son dueños del castillo de Berg y del castillo de Fischbach.
Pese a que las cifras que glosan la gran fortuna de la familia real luxemburguesa ha sido publicadas en medios especializados de todo el mundo, los Grandes Duques quisieron la pasada primavera, con los planes para el relevo en el trono ya en marcha, poner freno a las especulaciones sobre sus cuentas corrientes. Según ellos, las cifras sobre su patrimonio son «significativamente infladas y engañosas».
Rompiendo su habitual norma de no hacer comentarios sobre su patrimonio privado, el pasado mes de abril se aseguraba desde su departamento financiero que «la fortuna de la familia gran ducal representa tan solo una pequeña parte de los 4.000 millones de euros citados en la prensa».
Con el objeto de distinguir entre lo que considera privado y público en sus propiedades, el comunicado pretendía separar las cuentas corrientes reales de «la herencia cultural y patrimonial, que no es de nuestra propiedad». Sin querer ahondar más en esta cuestión, el texto finalizaba asegurando que «en cualquier caso, como todos los ciudadanos de Luxemburgo, la familia ducal tiene derecho a la intimidad financiera en lo que respecta a su patrimonio privado y, por lo tanto, no divulga información detallada al respecto».
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.