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FESTIVAL DE ÓPERA DE SEVILLA

Jhoanna Sierralta, directora musical: «Las jóvenes de ahora se pueden plantear dirigir una orquesta porque ya tienen referentes»

Se formó con Gustavo Dudamel y estuvo tocando la viola 20 años hasta que decidió llevar ella también la batuta. Jhoanna Sierralta estará en el Festival de Ópera de Sevilla dirigiendo la electrizante Don Juan no existe.

Jhoanna Sierralta es violista y directora de orquesta. OMAR SIERRALTA

Según Nietzsche, ahora que la filosofía está tan de moda, la vida sin música sería un error. La de esta caraqueña, en ese sentido, es un acierto. Una vida con, por y para la música. Jhoanna Sierralta (1983) se curtió con Gustavo Dudamel, cuando no eran ni adolescentes, en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Un alabadísimo programa de educación musical gratuita que fundó el maestro Abreu como antídoto para la pobreza hace ya medio siglo.

Y al igual que Dudamel, a punto de despedirse de la Filarmónica de Los Ángeles para estrenarse en la de Nueva York, ha terminado dirigiendo una orquesta, a pesar de que se ha pasado media vida abrazada a una viola. Ese instrumento que es el gran desconocido de la familia de la cuerda frotada (con un arco), compuesta también por el violín, el violonchelo y el contrabajo.

Jhoanna Sierralta viene a cuento ahora porque es la directora musical de Don Juan no existe. La revisión del mito de Don Juan que ha hecho la compositora Helena Cánovas (1994) a partir de la obra de teatro homónima de Carmen Díez de Mendoza (1864-1929), la muy feminista condesa de San Luis, y que forma parte del programa del primer Festival de Ópera de Sevilla, impulsado por el propio Ayuntamiento, cuyo telón se abrió el 25 de septiembre para cerrarse el 12 de octubre. Por cierto, la ópera, con libreto de Alberto Iglesias, ha sido nominada a los International Opera Awards 2025.

La violista está entusiasmada porque comparte esta idea tan aventurada del festival de bajar a la ópera de las alturas de los grandes teatros. Es decir, acercársela más a la gente. En su caso, la representación será en la Real Fábrica de Artillería los días 7 y 9 de octubre, pero en total son siete los espacios patrimoniales abiertos de par en par a la lírica.

Esta venezolana, residente en Madrid desde hace diez años, está convencida, como Dudamel, de que la música puede mejorar el mundo. Y si se le pregunta qué pieza musical la hace vibrar, no hay dudas. El Adagietto de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler. Nadie que lo haya escuchado, aunque haya sido una sola vez, dudaría. Ahora bien, entre dirigirlo e interpretarlo, se queda con lo segundo. Porque aunque lleve la batuta en orquestas de todo el mundo, aún se siente un músico más. Solo que ahora su instrumento es la orquesta. Con ella hemos hablado de lo divino, o sea, la música, y lo humano.

MUJER HOY. ¿Directora de orquesta o directora musical?

JHOANNA SIERRALTA. Es directora de orquesta, pero se dice directora musical cuando se trabaja en una obra, porque hay distintas direcciones y para distinguirlas se le ponen apellido. Hay dirección escénica, de luces y al director de orquesta se le dice director musical. Don Juan no existe, por ejemplo, es una ópera de Helena Cánovas con dirección escénica de Bárbara Lluch y dirección musical de Jhoanna Sierralta.

¿Hay que tener alguna cualidad especial para llegar a serlo?

Hoy en día, ha cambiado mucho la relación que tiene el director o directora con los músicos. Antiguamente, era casi dictatorial. Ahora resulta una figura más cercana. ¿Qué quiere decir esto? Para mí, que también he sido músico, es muy importante que un director, además de los conocimientos musicales, el dominio de la obra, esa capacidad de comprenderla, tenga un punto de conexión con las orquestas. Un punto más humano, más carismático.

Jhoanna Sierralta dirigirá Don Juan no existe en el Festival de Ópera de Sevilla. OMAR SIERRALTA

¿Cómo se llega a la dirección de orquesta?

Hay diferentes caminos. Hay pianistas y compositores que han hecho la carrera de dirección orquestal en una universidad o un conservatorio superior. Otros, como yo, somos músicos de orquesta que hemos querido dar un paso más. Adentrarnos de otra manera en la música, subiendo al podio y dirigiendo, teniendo otra perspectiva. Muchos lo hemos vivido de manera natural. Ya tengo veinte años tocando la viola en una orquesta, quiero hacer algo diferente, que no es música de cámara, que no es ser solista. Y al final me decidí por esto, que me parece muy interesante, completo y retador.

Desde el podio, además, se proyecta una manera de entender y vivir la música.

Para mí ha sido una necesidad rotunda de querer comunicar mis ideas. Sobre todo, enseñarles a los jóvenes cómo se toca dentro de una orquesta, que es muy diferente a como se hace de solista.

Una orquesta es casi un micromundo.

Como director, eres el gestor de un grupo humano por lo menos tres horas. También hay que leer mucho sus emociones, que no se tiene siempre la misma energía, para utilizarlo a favor de la música. Pero hay una parte paradójica de la que se habla poco, y es la soledad del director. Tú vas como un nómada por las orquestas, viajando de ciudad en ciudad, y se acaba el ensayo y pasas de estar rodeado de gente a estar solo.

¿Su vida es nómada entonces?

Mi vida ha sido nómada desde los 14 años como músico. No he parado de viajar. Es lo que tiene la música. Y es algo muy bonito porque a los músicos nos nutre muchísimo tener tanto movimiento. Por la cultura de cada sitio y por todas las personas que te vas encontrando.

Un boom de directoras de orquesta

La dirección de orquesta sigue siendo un territorio mayoritariamente masculino. ¿Le ha sido difícil acceder por ser mujer?

Absolutamente, no. Pero siempre voy a reconocer que esto ha sido gracias a que otras mujeres sí que han vivido dificultades y han sabido luchar y sacrificarse para que las mujeres de hoy, que éramos las niñas de ayer, nos sintamos tranquilas y libres de hacer el trabajo que hacemos. Y hay todavía lugares en los que hay que seguir trabajando para conseguirlo.

¿Existe realmente un boom de directoras de orquesta?

Yo veo que en Europa hay bastantes mujeres dirigiendo, y en Latinoamérica también empiezan a salir jóvenes a dirigir. Esto también se debe a que ya han tenido referentes, que es importantísimo. A mí nadie me había negado nunca ser directora de orquesta, pero jamás pasó por mi cabeza. Ahora empieza a haber una ola grande que está impulsando que más chicas quieran experimentar.

¿Mujeres de su generación son ya referentes?

En Latinoamérica, por ejemplo, un gran referente es Alondra de la Parra, que es mexicana y tiene unos 45 años. También la directora titular de la Filarmónica de Buenos Aires, la griega Zoe Zeniodi, que no llega a los cincuenta. Es una generación que se ha estado formando y ahora está floreciendo. Además, hay un concurso en París que se llama La Maestra, que es para mujeres de todas las edades, porque los concursos de dirección normalmente son hasta los 35.

¿Cómo es su día a día?

Va por épocas, dependiendo de la cantidad de trabajo. Pero también soy mamá, tengo una hija de 14 años, que toca el violín y canta en un coro, y esa es otra vida que gestionar. Digamos que un día normal en casa hay que llevar a la niña al colegio, sentarse en el ordenador a organizar los próximos proyectos y ordenar los tiempos de estudio. Además, estoy haciendo un máster de gestión cultural en la Complutense. También tengo que hacer lecturas y me tomo un tiempo para el ejercicio, muy importante para dirigir.

¿Sigue tocando la viola?

Este año no he tenido casi tiempo, pero antes solía tocar en la Orquesta Nacional de España como invitada y en la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Fui muy feliz y me sentí muy bienvenida. Me permitió conocer a muchísimos más maestros y formas de trabajar, así que fue muy enriquecedor.

¿Y lo echa de menos?

Sí, lo echo en falta porque lo que me ha gustado toda la vida es estar dentro de una orquesta. Cuando estás ahí dentro sentado, estás en el corazón de lo que es la música, porque estás tocando y sintiendo lo que tocan los demás.

Jhoanna Sierralta en plena dirección de orquesta. FILARMÔNICA BRASILEIRA

¿Cómo nació esta pasión?

Ha sido una inquietud desde niña. Tengo un tío que es compositor, pero de folclore de Venezuela, y es multiinstrumentista. A todas las mujeres de mi familia, por parte de mi mamá, les encantaba cantar música venezolana. Mi madre ponía los casetes con sus artistas favoritos y mi hermana mayor y yo escuchábamos la música y escribíamos la letra. Todo eso me fue entrando.

De ahí al conservatorio, un paso.

Mi colegio estaba al lado del conservatorio y veía a niños con el instrumento hasta que le dije a mi mamá que yo también quería ir. Y todo eso sin saber que pertenecía a El Sistema. Mi madre me llevó, hice las pruebas y entré. Luego vas pasando de una orquesta a otra, haciendo amigos, apasionándote más y creas tu identidad. Ya cuando entré en la Orquesta Simón Bolívar, que es la orquesta profesional allí, fue como pasar del hobby de tu vida al trabajo de tu vida sin darte cuenta.

¿Habría que hacer algo más por acercar el mundo de la música clásica y la ópera al gran público?

Los grandes teatros de España, el Liceo o el Teatro Real, comienzan a adoptar políticas hacia los jóvenes, poniendo precios especiales para las entradas, con actividades pedagógicas, conciertos didácticos, funciones para ellos, un preestreno joven. Ahora hay mucho interés de los jóvenes por las puestas de escena modernas de óperas tradicionales.

Don Juan no existe, una revisión del mito

¿Puede la ópera ser popular?

Yo creo que sí, que es responsabilidad de las instituciones también hacerla más cercana a la gente. Para que deje de ser de minorías para minorías. Por eso, me parece una grandísima idea el Festival de Ópera de Sevilla, porque este tipo de proyectos es lo que se necesita. En la ópera que voy a dirigir, Don Juan no existe, de Helena Cánovas, el público está prácticamente metido en la escenografía.

¿Cómo ha planteado musicalmente esta revisión del mito de Don Juan?

He tenido la suerte de dirigirlo con la compositora a mi lado siempre porque forma parte del equipo musical. Helena Cánovas escribió una parte que es música electrónica, que la toca ella misma en vivo. Ella hace un planteamiento a través de Carmen Díez de Mendoza, la autora de la obra de teatro, contando cómo las mujeres hemos sido silenciadas a lo largo de la historia y planteando un diálogo con Don Juan.

¿Qué diría que es la música?

Es remedio para el alma, como dicen. Incluso para muchos ha sido refugio, salvación, redención, ayuda, resiliencia. La música, además de un lenguaje universal, tiene una cosa muy buena, y es que para todos puede ser algo diferente y para una persona no siempre es lo mismo. Para Shostakóvich, la música en aquella Rusia era algo muy distinto a lo que es para nosotros cuando la tocamos. Eso es lo bueno de la música, que se transforma según quién la escucha, en qué momento y para qué la quiere.

¿Quiénes han sido sus referentes?

Por una cuestión natural, mi primer referente en la dirección siempre fue Gustavo Dudamel porque crecí con él dentro de la orquesta. Hemos sido compañeros desde que teníamos doce o trece años. Él ya subió al podio, y siempre verle dirigiendo, haber hecho tantísimas cosas con él, conciertos, giras, grabaciones de discos. Mis referentes siempre fueron personas que tuve la suerte de conocer, como Claudio Abbado también. Se construyeron como referentes delante de mí. No solamente conocí su forma de mover los brazos, sino su contacto humano con la orquesta.

¿Con qué pieza musical se emociona?

El Adagietto de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, esa carta de amor que le escribió a Alma Mahler. Si tuviera que elegir entre dirigir la Quinta o tocarla, siempre voy a elegir tocarla.

¿Sirve la música para mejorar el mundo?

A la gente que dice que no es importante, yo le digo: «Bueno, haz el ejercicio de pensar que no existiesen las orquestas, los instrumentos musicales, que no hubiésemos aprendido a cantar. No sería igual». Los que tenemos que ver con la música tenemos la responsabilidad de mantener este arte vivo. Es de las herramientas por excelencia para seguir cerca de la realidad.

De Caracas a Madrid, ¿cómo vivió el cambio?

Para mí fue muy difícil. Ahora mismo, Madrid es mi casa. Ya he hecho mi vida aquí, pero migrar nunca ha sido fácil para nadie, incluso cuando es por voluntad propia. Es entender que de por vida vas a estar partido en dos, y suele ser doloroso. Tienes que aprender a dejar muchas cosas. Y una de esas cosas, además de mi familia, fue la Orquesta Simón Bolívar. Fue tremendamente complicado, pero a veces, como decía el maestro Abreu, hay que crear el problema para poder crecer, para buscar otras soluciones. Pero estoy contenta porque en el 2026 volveré para dirigir, que es la mejor manera de volver. Y empezar a regresar poco a poco todo lo que se me dio a mí.

¿Qué es lo próximo en su agenda musical?

En Sevilla tengo una temporada larga porque voy a hacer Don Juan, que la última función es el 9 de octubre, pero voy a la Maestranza el 10 de noviembre como directora asistente en la ópera Lucrezia Borgia, una oportunidad de oro para aprender sobre la ópera, sobre Donizetti y sobre el bel canto. Me emociona porque es una coincidencia maravillosa.

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