Qué significa la manicura de Brad Pitt: por qué cada vez más hombres llevan las uñas pintadas (y se maquillan en secreto)

Solo estamos viendo una pequeña parte del fenómeno, pero conformémonos con comentar lo que vemos de este inmenso iceberg que se nos viene encima. Hablamos de la manicura, un gesto de belleza propio de las mujeres que se ha desplazado definitivamente al territorio de lo masculino. Es cierto: la manicura en los hombres no es ninguna novedad. De hecho, desde que el rock es glam (esto es, desde Lou Reed, David Bowie o Marc Bolan), los divos de la música han hecho saltar las alarmas del género pintándose las uñas. Era una travesura, una demostración de rebeldía, un gesto de transgresión. Uno que se veía mucho mejor que la desobediencia que mostraron ellas (de Patti Smith a Madonna) cuando dejaron de rasurarse. Pasan las décadas, pero hay cosas que no cambian.

Harry Styles, el hombre con falda de las portadas de revista de moda, lidera el grupo de estrellas masculinas adoradoras de la manicura, un equipo en el que juegan artistas de la órbita latina como Bad Bunny o duros raperos como A$AP Rocky. ¿Cuál es la noticia entonces? Que ya no estamos ante un fenómeno exclusivo del rock’n’roll ni de las estrellas de la moda, sino que son legión los hombres de nueva o vieja generación que se apuntan a este gesto de belleza y lucen ‘nail art’ con intrincados dibujos o en un sobrio negro. No hablamos de una moda de ‘gente joven’. En 2015, fue un cincuentón Brad Pitt quien nos sorprendió en una salida con sus hijos con unas uñas profusamente decoradas.

¿Qué quiere decir que los hombres, famosos y no tanto, se estén incorporando tan decididamente al embellecimiento de las uñas? No hay que ser Sherlock Holmes para deducir lo obvio: nos confirma que el espíritu de este tiempo trae mudanzas y trasvases entre lo masculino y lo femenino. La tendencia llama a romper la exclusividad de cualquier género sobre todo tipo de comportamientos, también los de la belleza. Habrá quien piense que esta nueva moda de hombres aficionados a la manicura afecta solo a las llamadas ‘nuevas masculinidades’, aquello que el Fary despreciaba como ‘el hombre blandengue’. Sería apresurarse: ni conviene confundir lo cosmético con lo ético.

Esta es la mala noticia: de pintarse las uñas no se sigue ninguna intención real de limpiar el cuarto de baño o planchar la ropa, dos de los gestos necesarios para militar en toda nueva masculinidad que se precie de tal. Tampoco computan unas uñas pintadas como el colmo de la transgresión pues, como decíamos, los tiempos lo favorecen. Un caso fuera de esquemas puede ser el del humorista y presentador de Cuatro Antonio Castelo, cuyas señas de identidad podrían ser consideradas una broma en sí misma que busca epatar por contraste: el sumatorio de la barba pasada de tendencia y la manicura negra no es ni moderno ni vintage. Qué es esto.

Entonces, ¿qué significa que hombres tan distintos como Javier Calvo, Raúl Ginés Sánchez (el concursante de ‘La isla de las tentaciones’) o Diego Matamoros se pinten las uñas? Estamos ante un fenómeno que tiene más que ver con la creciente conversión de los hombres a la religión de la belleza (no solo con la manicura, sino con la depilación, la peluquería o los ‘fillers’), un requerimiento ‘beauty’ que afecta por igual a hombres y mujeres, llamados todos a ser las estrellas de su pequeño Hollywood en Instagram. Los mandamientos del ‘selfie’ no tienen, lo constatamos, género.

El mercado de la manicura masculina no ha hecho más que entreabrirse. De hecho, en los establecimientos de ‘nail art’ ya toman nota de la creciente presencia de hombres que disfrutan del pequeño lujo del autocuidado que es hacerse las manos y lucen manicuras neutras. El rapero italiano Fedez, marido de la megaestrella de la influencia Chiara Ferragni, acaba de lanzar Noon, una línea de esmaltes para hombres. Y constatamos que no solo las cremas hidratantes y nutritivas han entrado en el neceser masculino.

El maquillaje es el siguiente gesto en el disparadero del trasvase de vanidades. De momento, muchos hombres jóvenes lo llevan en secreto: bases neutras, correctores y máscara de pestañas. Si acaso, un poco de lápiz de ojos para subrayar la mirada. Pronto los más jóvenes querrán llevar más color. Nosotras lo sabemos: el maquillaje es adictivo. De momento solo estamos viendo un tercio del iceberg, pero el hielo que congela las reglas de lo femenino y lo masculino comienza a deshacerse. Ahora se nos hace raro pensar en hombres maquillados y con faldas, pero solo es cuestión de tiempo. Quizá menos tiempo que encontrárnoslos, fregona en mano, limpiando el cuarto de baño.