GRAN DUQUESA DISNEY A LOS 40
GRAN DUQUESA DISNEY A LOS 40
Si no tienes en tu radar la monarquía de Luxemburgo, no te estás perdiendo nada. Apostamos a que la abdicación de Enrique y María Teresa no va a ser uno de los grandes temas de conversación hoy, ni siquiera en su propio país. Quizá este tono bajo es el propio de una de las capitales europeas del lujo silencioso y explica, también, los escasos aplausos que se escucharon cuando los nuevos grandes duques, Guillermo y Estefanía, saludaron al final de la ceremonia. Aclamación popular, tal y como la entendemos en España, no hubo. Ni pasión ni fervor en el paraíso fiscal.
Luxemburgo se despide, de hecho, de la gran duquesa más extraordinaria que ha tenido su historia, al menos en términos de excepcionalidad. Recordemos que María Teresa fue la primera latina en entrar en una casa real: nació en Cuba en una familia más que millonaria durante la dictadura de Batista. Su integración en la Casa de Nassau fu compleja, pues su suegra, la gran duquesa Josefina Carlota, le hizo la vida imposible. No pudo, en todo caso, con su poder de seducción y su dedicación a las causas sociales. Fascinó hasta con sus escándalos.
Su pelo corto, su silueta rotunda, sus looks inesperados… La gran duquesa María Teresa ha sabido convertir su diferencia en un plus para la monarquía de Luxemburgo. Su carácter indomable le sirvió de escudo ante el escándalo que se desató en 2020, al conocerse que maltrataba al personal de servicio en palacio, donde impuso una «cultura del miedo». Cómo no iba a convertirse en tremenda villana la que fue despreciada por criolla o plebeya. La acusan de dictadora y controladora, hasta de su nuera, la condesa belga Estefanía de Lannoy.
En la abdicación de Enrique y María Teresa comprobamos que la Gran Duquesa está en plena forma y, probablemente, deseando disfrutar de una jubilación más que dorada entre yates, islas privadas y retiros palaciegos. Se va, eso sí, el único referente de cierta actualidad con el que contaba la Casa de Nassau, ahí está su incorrecto 'cut out' en el obligado vestido con capa. Lo que deja, sin embargo, se mueve en una nebulosa de tradicionalismo y ranciedad pocas veces visto. Guillermo de Luxemburgo y Estefanía de Lannoy no pasarán a la historia por carisma. Podrían ser tus vecinos del quinto.
Al final del acto de abdicación propiamente dicho, cuando se levantaron para la foto final los Grandes Duques, sus sucesores, monarcas e invitados, pudimos ver una mínima interacción entre la gran duquesa entrante, Estefanía, y la gran duquesa saliente, María Teresa. La primera lució durante todo el acto la misma sonrisa inamovible y con ella se dirigió a saludar a su suegra. Esta la miró de arriba abajo y la felicitó por su elección indumentaria. No hay que ser Coco Chanel ni estudiar sesudamente el estilo de María Teresa para advertir lo mucho que le horrorizaba.
Donde María Teresa sirvió escote, color de tendencia y capa sofisticada, la princesa Estefanía optó por disfrazarse Elsa, la protagonista de Frozen. Una elección absolutamente lógica en una niña de seis o siete años, pero mucho más que sorprendente en una mujer de 41 años. Su vestido pasará a la historia de los desastres más estrepitosos en una proclamación, también por lo extemporáneo: en vez de conectar con el siglo XXI, podría haber vestido a cualquier chica de 18 o 20 años que se presentara en sociedad en los años 50.
Insistimos: mucho va a tener que acelerar la gran duquesa Estefanía para medirse con el resto de reinas de realeza europea, diosas, divas y verdaderas monstruas de la comunicación. Solo había que ver a Máxima de Holanda y su hija, la princesa Amalia, absolutamente arrolladoras. Lo decimos: por desempeño, elegancia y seguridad, están a años luz del resto de madres e hijas coronadas. No es que Matilde de Bélgica y la princesa Elisabeth no acudieran ciertamente elegantes, pero la torpeza con la que cruzaron la alfombra roja antes de entrar en el Parlamento llamó la atención.
Recordemos por qué los reyes Felipe y Letizia y otros monarcas europeos no han asistido a la abdicación del gran duque Enrique de Luxemburgo: la tradición indica que solo se invita a los mandatarios y casas reales de los países que son frontera. Además de los monarcas de Bélgica y Países Bajos y las respectivas princesas herederas, asistieron representantes de las instituciones europeas: el presidente del Consejo Europeo, António Costa, y la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola.
La guinda de esta abdicación-proclamación en el Gran Ducado de Luxemburgo será una cena de gala en el Palacio Ducal, a la que asistirán el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y su esposa, Elke Büdenbender, y el presidente francés, Emmanuel Macron, y la primera dama, Brigitte. Veremos si entonces se remedia la ausencia de carisma y y el tono burocrático-funcionarial que caracterizó la mañana.