SU MAYOR APOYO
SU MAYOR APOYO
La australiana Mary Donaldson cumplió los ritos de toda novia: escogió algo nuevo, algo viejo, algo azul… Vestida con el diseño de satén forrado de seda de organza color marfil del diseñador danés Uffe Frank y cubierta por un espectacular velo de encaje irlandés con el que se casaron la reina Ingrid y sus tres hijas –la reina Margarita de Dinamarca, la princesa Benedicta y la reina Ana María de Grecia–, Mary entró en la catedral de Copenhague, donde la esperaba el príncipe Federico de Dinamarca, que no pudo retener las lágrimas.
La joven que estaba a punto de convertirse en princesa heredera de Dinamarca apareció en todas las portadas con su vestido, cargado de simbolismo, aunque levantó algunas críticas por su recargado estilo princesa y el irregular cuello barco que dejaba sus hombros al descubierto. Pero aquel vestido escondía un secreto. Cerca del corazón, en su forro interior, Mary había pedido a Uffe Frank que cosiera un objeto muy preciado para ella: la alianza de boda de su madre, fallecida siete años antes, cuando Mary no había conocido todavía a su futuro marido.
Mary, nacida el 5 de febrero de 1972 en Tasmania, Australia– es la menor de cuatro hermanos y solo tenía 25 años cuando perdió a su madre. Sus padres habían nacido en Escocia, John Dalgleish Donaldson, era profesor de Matemáticas Aplicadas y su madre, Henrietta Clark Donaldson, trabajó como asistente del vicerrector de la Universidad de Tasmania. La pareja contrajo matrimonio en Edimburgo, el 31 de agosto de 1963 y emigró a Australia tres meses después. Obtuvieron la ciudadanía australiana en 1975. La Reina tiene dos hermanas y un hermano: Jane Alison Stephens, nacida en 1965, Patricia Anne Bailey, nacida en 1968, y John Stuart Donaldson, nacido en 1970.
La familia disfrutaba de una vida tranquila, mientras los hijos estudiaban y se convertían en adultos. Pero el destino se cruzó trágicamente en la trayectoria de Henrietta y en la de su familia: falleció el 20 de noviembre de 1997, a los 55 años, por complicaciones tras una cirugía cardíaca. En 2001, John Donaldson, padre de Mary, contrajo un segundo matrimonio con la novelista británica Susan Moody.
Mary siempre ha sido muy discreta sobre sobre su familia y sobre esta tragedia personal, pero eso no ha impedido que mostrara el importante vínculo que mantiene con su padre y sus hermanos. Sus dos hermanas fueron sus damas de honor y, por supuesto, fue su padre quien la acompañó hasta el altar. Acudió a la boda con su segunda esposa. Mary contó con el apoyo de su padre, durante la época previa a su matrimonio. En ese tiempo, Donaldson fue profesor en las universidades de Aarhus y Copenhague. Sin embargo, no pudo acudir a la proclamación de Mary y Federico como reyes porque a sus 83 años tiene una salud muy delicada.
Hace unas semanas, Mary conmovió a todos en una reciente aparición oficial, en el 25 aniversario del Centro Nacional del Duelo, situado en la ciudad danesa de Vejle, al querer compartir su propia experiencia con la ausencia de un ser querido y recordar la muerte de su madre. Aunque ya había hablado de ello en varias ocasiones, su discurso fue uno de los más emotivos y personales que se recuerdan. La reina evocó la figura de su madre, Henrietta –Etta para la familia–, fallecida hace casi treinta años, mucho antes de que su hija menor, Mary, se comprometiese con el príncipe heredero de Dinamarca.
La reina habló sobre el dolor de su ausencia y cómo ha marcado su vida diaria. Su recuerdo aún la entristece, confesó. Al hablar del duelo de las personas que asistían, se identificó con ellas. «Me recuerda mi propio dolor, el que llevo dentro», dijo. «El dolor nunca desaparece, pero la mayoría de la gente aprende a vivir con él, y suele ser más llevadero. Con el tiempo, el dolor de la pérdida da paso a la gratitud por los momentos que compartimos juntos».
Y añadió que recordar a los seres queridos ayuda a superar el dolor. «Los llevamos con nosotros al recordarlos, al hablar de ellos y hacer lo que hicimos con ellos», añadió recordando su propia experiencia, antes de señalar que el duelo no es algo que «se supera» de un día para otro, sino una transformación interior a lo largo del tiempo.
Según su opinión, la clave reside en buscar alivio haciendo algo que aporte serenidad. Mary confesó que, en su caso, son los paseos por el campo los que le ayudan a conectar con la naturaleza y lo que es esencial en la vida. A pesar de todo, reconoció que su madre murió demasiado pronto y que ella era muy joven para afrontar aquella pérdida y que hay todavía momentos en los que siente la ausencia de su madre con mucha intensidad. Su fallecimiento la llevó a comprometerse con la lucha contra las enfermedades cardiacas. Una forma de rendirle homenaje y de evitar que otras familias sufran.
Ya en una entrevista concedida en 2015 a la televisión danesa, Mary admitió que no ha podido superar del todo la muerte de su madre. «Sentí que estaba sola en mi dolor, que nadie me entendía, y que estaba inmóvil mientras todos a mi alrededor seguían adelante», admitió. «Me hubiera gustado pasar más tiempo con ella». Pero, señaló, la pérdida ayuda a forjar una personalidad fuerte.
En su caso, la impulsó a abandonar temporalmente Australia y a viajar por Europa, donde trabajó brevemente en Edimburgo antes de regresar a Sídney. Allí conocería al príncipe Federico, en el año 2000. Después de dar su discurso en Vejle, Mary colocó un saludo para su madre en el Árbol Conmemorativo del centro. «Todavía la extraño, y casi nunca dejo de pensar en ella. Me enseñó a ser independiente, a confiar en mí misma, y a hacer todo lo que me proponga», recordó.