Polémica a la vista
Polémica a la vista
El traslado de los príncipes de Gales y sus tres hijos, George, Charlotte y Louis, a su «nueva casa-para-siempre» no deja de generar polémicas. Al anunciarlo, a mediados del mes de agosto, se sucedieron las preguntas sobre el destino del Palacio de Buckingham, que parece que quedará como oficina de trabajo y no como residencia real, a partir de ahora. El rey Carlos ya rechazó vivir en el simbólico edificio cuando accedió al trono y continuó viviendo en el cercano palacio de St James, su residencia en los últimos veinte años, con la excusa de que Buckingham está inhabitable por las grandes obras a las que está siendo sometido desde hace varios años.
La decisión de Guillermo y Kate de residir, a partir de ahora, en un palacete situado en el Parque de Windsor –con la intención de que su casa definitiva– ha dejado claro que el próximo rey de Inglaterra tampoco residirá en Buckingham que parece que será una especie de museo de la realeza. Los londinenses están decepcionados y se preguntan si es necesario este trasiego de residencias, puesto que, al fin y al cabo, lo pagan los ciudadanos.
Pero la polémica no cesa. Ahora se cuestionan las consecuencias que tendrán en el entorno del Parque de Windsor las medidas de seguridad y la privacidad que necesitan los Gales y sus hijos. Esto supone la creación de una zona de exclusión perimetral de casi cuatro kilómetros de ancho alrededor de Forest Lodge, la futura residencia de los Gales valorada en 19 millones de euros, y significa más tranquilidad para Guillermo, Kate y sus hijos, pero también menos terreno público para los paseantes.
Los habitantes de los alrededores han disfrutado, hasta ahora, de largas caminatas por los antiguos robledales del Parque, sin vallados ni zonas prohibidas, y con la posibilidad de dejar a sus perros en libertad. Sin embargo, los vecinos han empezado a notar cambios preocupantes: las rutas habituales para su esparcimiento han empezado a llenarse de vallas cerca de Cranbourne Gate, uno de los accesos, donde se han cavado zanjas, se han plantado setos y se han instalado cámaras de vigilancia de circuito cerrado.
Forrest Lodge está situada en un rincón muy tranquilo del Parque de Windsor, una finca real de 2000 hectáreas situada al sur de la ciudad de Windsor. Construida en la década de 1770, de trata de una mansión de estilo georgiano con ocho dormitorios, mucho más amplia y cómoda que la actual residencia de los Gales, Adelaide Cottage, aunque están separadas solo por seis kilómetros. La familia disfrutará de piscina, huerto y canchas de tenis y de un equipo de seguridad y de servicio que se alojará en una casa cercana. Forrest Lodge está, además, muy cerca del colegio de George, Charlotte y Louis, Lambrooke School. Todo ventajas para Guillermo y su familia, que quieren llevar «una vida lo más normal posible».
Sin embargo, sus vecinos ya han empezado a ver varios operarios con carteles de «Prohibida la entrada al público» y han comenzado las quejas, aunque en Windsor y sus alrededores se adora a la familia real. Algunos de ellos han contado al «The Guardian» que pidieron explicaciones a los trabajadores y éstos escondieron el uno de los carteles alegando que solo estaban haciendo pruebas y que lo iban a colocar en otro sitio.
Pero los planes de seguridad siguen avanzando a buen ritmo. En el Parque de Windsor ya se ha perimetrado una zona de exclusión de unas 60 hectáreas en terrenos que anteriormente eran de acceso público, para proteger la nueva residencia del Príncipe y la Princesa de Gales. El acceso por Cranbourne Gate, hasta ahora libre, se cerró definitivamente el pasado 29 de septiembre, así como su parking.
En una reciente entrevista con el actor canadiense Eugene Levy en el Castillo de Windsor, Guillermo habló de su deseo de proteger a su familia de la intrusión de la prensa que él y su hermano sufrieron de niños y reveló que el príncipe George, de 12 años, la princesa Charlotte, de 10, y el príncipe Louis, de siete, no tenían teléfonos móviles.
«Si dejas que ese escrutinio entre, el daño que puede causar a tu vida familiar es algo que juré que nunca le sucedería a mi familia». Por eso, han decidido escoger como hogar definitivo una casa solariega histórica rodeada de un gran bosque. El último miembro de la familia real que la ocupó fue el rey Eduardo VIII, antes de acceder al trono, renunciar a él y partir al exilio con su amante, Wallis Simpson.
Pero la tranquilidad de los Gales se ha convertido en la frustración de muchos de sus futuros vecinos, por culpa de la amplia zona de exclusión que protegerá a los «royal». «Es una gran pérdida», declaraban algunos a la prensa. «Podrían haber elegido tantas casas, ¿por qué elegir una donde el público se ve obligado a perder una parte tan importante del parque para su propio beneficio? Estamos muy disgustados. Es indignante cómo se ha hecho. Es un acto egoísta». La creación de Windsor se remonta al siglo XI cuando el rey Guillermo el Conquistador lo utilizaba como coto de caza y construyó una residencia.
El Parque siguió siendo propiedad del rey hasta 1760, cuando Jorge III cedió los ingresos de las tierras al parlamento a cambio del pago anual de la lista civil. El parque y Forest Lodge son propiedad de la Corona, que en Reino Unido es hoy un organismo público cuyos ingresos van al Tesoro. Lo que significa que pertenece a los ciudadanos.
Los Gales también disponen de la mansión de Anmer Hall, de diez habitaciones, en la finca de Sandringham, el apartamento 1A, de veintiuna habitaciones, en el Palacio de Kensington, en Londres, y de la residencia de Tam-Na- Ghar, situada en Balmoral, que la Reina Madre le regaló al príncipe Guillermo. Con Kate en remisión tras su diagnóstico de cáncer, la mudanza a Forrest Lodge será como un nuevo comienzo, que les permitirá dejar atrás algunos de los recuerdos más tristes. De hecho, varios vecinos de la zona se han mostrado más conciliadores con este traslado.
Tom Bunn, ingeniero mecánico que pasea a su perro por el parque dos veces al mes, dijo a «The Sun»: «Entiendo perfectamente que la seguridad de Guillermo, Kate y su familia es primordial, así que debemos hacer todo lo posible para que vivan felices aquí». Según el Ministerio del Interior, los terrenos perimetrados por seguridad son una «pequeña zona» y otros aparcamientos permanecen abiertos al público, aunque ya no es posible llevar sin correa a los perros en una gran parte de la finca y cualquiera que cruce los límites podría ser arrestado arrestado.
«Muchos de nosotros llevamos 20 años paseando a nuestros perros aquí, así que decirnos que ya no podemos hacerlo es un golpe en la boca», declaró a The Sun una de las vecinas indignadas. «Pagamos 110 libras al año para el mantenimiento de un parque, pero ya no se nos permitirá usar parte de él».
Otro vecino, sin embargo, declaraba a la prensa que estaban totalmente a favor de los límites. «Queremos mucho a la realeza, a Guillermo y a Kate, y es muy emocionante que se muden a Forest Lodge. Está claro que este cierre del aparcamiento no es culpa suya, sino que se debe a motivos de seguridad».
Además de las zonas de exclusión, también se están construyendo cercas de metal, mamparas de privacidad y plantando arbustos adicionales. Lo más complicado fue pedir a dos familias que vivían en propiedades cercanas a Forrest Lodge que desalojaran sus casas. Parece que les propusieron residencias alternativas.