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La igualdad de género comienza en el recreo

Muchos colegios están repensando sus espacios de recreo para fomentar la convivencia y desterrar la desigualdad entre niños y niñas. Y para que los balones dejen de monopolizar el espacio. Bienvenidos a los patios coeducativos.

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IXONE DÍAZ LANDALUCE

Suena el timbre, se abren las puertas y cientos de niños y niñas salen de las aulas al patio del colegio con el bocadillo o la pieza de fruta en la mano. En cuestión de segundos, el espacio se organiza como por arte de magia. En el centro, los niños (y unas pocas chicas) jugando al fútbol o a algún otro deporte de balón. En los márgenes, las niñas y los niños que prefieren jugar a otra cosa. En el espacio reducido que dejan las rayas de las canchas deportivas, juegan a la comba, al pilla-pilla, bailan o, simplemente, charlan. A menudo, se sientan en el suelo, porque los bancos y las mesas brillan por su ausencia. A veces, se llevan un balonazo. Y si osan amenazar el statu quo, puede que algún grito. Es la fotografía de la mayoría de los colegios en nuestro país y, sobre todo, de los centros urbanos con un espacio limitado.

La dictadura del balón (que según los expertos ocupa hasta el 80% del espacio de los patios) no es nada nuevo, pero cada vez están empezando a cuestionársela en más colegios. De hecho, algunos centros ya se han puesto manos a la obra para revertirlo redistribuyendo los espacios, introduciendo zonas verdes y huertos, pero también rocódromos, tipis, rayuelas o tres en raya pintados en el suelo. El objetivo es democratizar el espacio. Y tiene sentido. Entre otras cosas porque, según el informe Los patios de las escuelas: espacios de oportunidades educativas, publicado por la Fundación Jaume Bofill, el alumnado pasa 525 horas al año en el recreo. Pero también porque el patio no es solo el espacio físico donde los alumnos se “oxigenan” entre clase y clase, sino un escenario esencial de la socialización, donde niños y niñas tienen que convivir. Una especie de ensayo general de lo que significa la interacción social adulta.

Espacios segregados

La necesidad de repensar estos espacios es una idea que los expertos en coeducación defienden desde hace tiempo. Pero, ¿qué es exactamente un patio coeducativo? “Es aquel que promueve la convivencia entre niños y niñas e intenta que no haya opciones privilegiadas frente a otro tipo de juegos y habilidades. Por contra, un patio sexista es aquel en el que hay espacios segregados, donde los niños juegan a una cosa y las niñas a otra, donde los niños ocupan el espacio central y las niñas, la periferia. Aprendemos las dinámicas de poder y sumisión a través del espacio. Y en nuestros patios hay grandes guetos”, explica Sandra Molinés, doctora en Psicología y autora de una tesis doctoral sobre el tema.

Antes de Primaria, niños y niñas suelen jugar juntos sin hacer distinciones.

Además, los espacios consagrados a las pistas deportivas refuerzan los roles de género. Esas líneas trazadas en el suelo animan a los niños a correr y a ser atléticos, mientras arrinconan a las niñas en los márgenes para que desarrollen actividades más tranquilas y reflexivas. “En algunos colegios me dicen: “Aquí hay muchas niñas que juegan a fútbol”. Y yo les suelo preguntar: “¿Pero tienen alguna otra opción?”. A veces pensamos que la igualdad es que las niñas se sumen al modelo masculino. Y no se trata de eso. Los niños y las niñas no tienen la misma socialización. Mediáticamente, el fútbol tiene mucha presencia y los niños se socializan a través de él. Las niñas tienen otros referentes”, explica Molinés.

En realidad, la segregación se empieza a notar en Primaria. Antes de eso, niños y niñas suelen jugar juntos sin hacer demasiadas distinciones. Aunque cabe un matiz. “Ojo: el patio de infantil siempre mira al de Primaria. Saben perfectamente que hacerse mayor supone poder ocupar esos espacios futboleros”, explica Molinés. El fútbol, siempre el fútbol... Tan omnipresente como controvertido, muchos colegios se han dado cuenta de que es el foco de la mayoría de los conflictos: los niños se pelean por jugar, discuten por una falta o la validez de un gol, los mejores jugadores se convierten en los reyes y los peores deambulan por el campo tratando, sin éxito, de tocar bola.

Prohibir el fútbol

“A menudo, a los colegios les preocupa más los conflictos que genera que el hecho de que sea una actividad segregada. Por eso, establecen horarios para las pistas. Jugar al fútbol se construye como un derecho: se tiene que poder jugar. A las niñas le encanta bailar, pero a nadie se le ocurre montar un espacio para el baile en el patio”, explica Molinés.

Efectivamente, cuestionar el fútbol es un riesgo. En 2018, las educadoras Melani Penna y Yera Moreno publicaron un “decálogo para la escuela feminista” en la web de Comisiones Obreras. Su sugerencia de “prohibir el fútbol en los patios” fue recibida con indignación, pero también con insultos. Vista la polémica, el sindicato se desvinculó de la propuesta.

“No se trata de prohibir, sino de que haya todo tipo de juegos. Porque el fútbol desarrolla la capacidad atlética o la competitividad, pero otros juegos desarrollan la empatía y la cooperación. Y hay que reintroducir los juegos de niñas y universalizarlos, como se ha hecho con el deporte. Los niños también pueden saltar a la comba”, explica la socióloga Marina Subirats, que fue directora del Instituto de la Mujer en los años 90.

En Euskadi, los "días sin balón" se han convertido en algo habitual en los colegios.

En 2007, Subirats y la también socióloga Amparo Tomé publicaron el libro Balones fuera (Octaedro). “No tuvo ninguna repercusión. Fue inútil”, recuerda Subirats. Pero hace dos años, su mensaje empezó a calar. “Antes solía haber jardines y árboles, pero en los últimos 20 años los patios se han convertido en pistas deportivas. En el momento en que se cortan los árboles, se echa cemento y se ponen dos porterías, el espacio no es neutro: está preparado para que se juegue a unas cosas y no a otras. Así es como los niños aprenden a ser dueños del espacio y las niñas, a cederlo”, afirma.

Por todo eso, cada vez más colegios están transformando su recreo. El CEIP Enric Soler i Godes, de Castellón, es uno de ellos. Todo empezó cuando el Servicio de Igualdad de la ciudad les propuso participar en un proyecto piloto sobre coeducación. “Los profesores empezamos a formarnos y a observar cómo se jugaba en el recreo. Nos dimos cuenta de que había que hacer algo, porque el espacio estaba ocupado mayoritariamente por niños jugando a fútbol. Empezamos a organizar el patio por ciclos, quitamos la pelota algunos días y propusimos algunos juegos”, recuerda su directora, Merche Fernández.

“Les dábamos combas, gomas, bolos o libros, y no sabían ni cómo jugar. De hecho, aunque no hubiera balones, las chicas evitaban la zona de la pista y jugaban en los rincones. Respetaban esa zona donde antes se jugaba al fútbol...”, recuerda. Después, la casualidad quiso que el Ayuntamiento les concediera un solar aledaño. Ahora, su nuevo patio es la fantasía de cualquier niño: hay espacios verdes, cabañas, areneros, un rocódromo, juegos de equilibrio, un huerto, mesas... Pero, sobre todo, han conseguido que no sea un lugar segregado por sexos.

La Generalitat Valenciana tiene un plan para que estos espacios sean cada vez más igualitarios. Y en otras autonomías, como Euskadi, los “días sin balón” se han convertido en algo habitual en muchos colegios. “El patio solo es un elemento. La coeducación es más que eso. A veces, cuando veo un patio de escaparate, sospecho. Me gustan más los que quizá no son perfectos, pero en los que ha participado el alumnado. Porque de este proceso debe formar parte toda la comunidad educativa”, puntualiza Mariví Fernández, experta en formación del profesorado del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, que este año implementará el II Plan de Coeducación. En algunos, son los propios estudiantes y las asociaciones de padres quienes hacen propuestas. Sin embargo, el papel más importante recae en el profesorado que debe formarse en coeducación. “Hay que tener la mirada entrenada para darse cuenta de que lo que ocurre en tu patio tiene una marca de género. Nunca he visto un claustro reticente a ver esa realidad, pero sí he visto muchos sin esa mirada”, explica Sandra Molinés.

En los patios coeducativos, el papel de los profesores no se limita a vigilar. Cuando se decide que dos o tres días a la semana no se podrá jugar con balones, hay que dar otras opciones. Eso significa proponer actividades y ayudar a los niños a gestionar los espacios. Este es un punto conflictivo, ¿porque no era la hora del patio el momento para el juego libre? “Lo mismo que no se trata de prohibir el fútbol, tampoco se trata de decir que el patio es un espacio de libertad. Porque entonces, ¿que gane el fuerte y el débil al rincón? A jugar también se aprende y quienes tienen que enseñar son los profesores”, explica Marina Subirats. La experiencia de los centros que ya han aplicado estas fórmulas es que, pasado un tiempo, los chavales aprenden a autogestionarse. Y, sobre todo, que niños y niñas empiezan a jugar juntos en igualdad.

Arquitectura para la igualdad

Repensar los patios también es una cuestión de diseño. Y por eso, cada vez más estudios de arquitectura se están especializando en transformar los recreos en espacios coeducativos. De eso se ocupa, por ejemplo, el estudio Pez Arquitectos, que trabaja en colaboración con asociaciones como Patios habitables y que ha intervenido en centros como el colegio Nuestra Señora de La Paloma, en Madrid. “Antes, los colegios pensaban en simplificar y buscaban soluciones de mantenimiento mínimo. Es decir, todo asfalto. Ahora, se empiezan a entender los patios como lugares para el aprendizaje. Por eso, es fundamental disminuir las pistas deportivas e intentar renaturalizar estos espacios, introduciendo árboles, vegetación, agua, tierra...”, explica la arquitecta Lucila Urda. Sus propuestas de diseño suelen incluir tres tipos de zonas. “Una tranquila, que suele ser ajardinada, donde puede haber un huerto, pero también mesas y bancos para charlar o dibujar, algo que, curiosamente, no suele haber en los patios. Parece que hay que sentarse en el suelo”, explica. Además, esa zona también puede funcionar como aula exterior. “Luego, está la zona semi-activa, con suelos blandos, rocódromos, toboganes o juegos de equilibrio... Por último, la zona activa está dedicada al juego competitivo, pero en vez de priorizar el fútbol tratamos de introducir otros deportes como el baloncesto, el voleibol o el tenis”. Sin embargo, todos los centros tienen que cumplir la normativa que marca cada comunidad autónoma. Algunas regiones exigen canchas deportivas o zonas verdes; otras, como la comunidad de Madrid, solo especifican que el patio debe tener “900 m2, independientemente del número de alumnos”, explica Urda. A menudo, el presupuesto suele ser un escollo, pero no tiene por qué ser así. “A veces, no se pueden hacer grandes reformas estructurales, pero con un presupuesto reducido se puede introducir vegetación, sombras, bancos y mesas... Y los chavales pueden participar con arte colaborativo”.

21 de marzo-19 de abril

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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