Vitamina D

El primer día en el que sales de casa sin ninguna capa en tus piernas sientes una vulnerabilidad absoluta, como si acabases de romper un caparazón.

La Imperfecta
LA IMPERFECTA

Bienvenido, entretiempo. Bienvenidas, semanas en las que mezclamos abrigos con sandalias y estiramos las medias finas hasta que la situación no se puede reconducir. El primer día en el que sales de casa sin ninguna capa en tus piernas sientes una vulnerabilidad absoluta, como si acabases de romper un caparazón.

Ilustración: Raquel Córcoles. / RAQUEL CÓRCOLES

Cada vez que sale el sol, nuestras piernas vuelven a nacer. Llevan meses ocultas bajo pantalones y medias, con depilación variable. Hasta que un día las liberas. Ahí están tus dos extremidades, níveas como un edificio de Calatrava. Tan blancas que si les hicieses un análisis en ese instante te saldría alterado el nivel de vitamina D. Sientes que con su sola presencia podrías iluminar la periferia de la ciudad de Los Ángeles.

Mis piernas en primavera sí que pasan el defasío blanco puro del detergente que anuncian en la tele.

Pero tú tranquila, porque, por si no lo habías notado, todos los años ya se encarga alguien de recordarte lo blanca que estás. Es admirable la tarea desinteresada de estas personas. Son voluntarios de la ONG "Obviedades". Tú les respondes: "Gracias por el comentario, llevo conviviendo con mi cuerpo varias décadas y todavía no me había dado cuenta del color de mi piel. Por cierto, tú tienes los ojos marrones, tu pelo natural es castaño y mides más de 1,60".

En los años 20 emergió quizá la primera diva moderna. Josephine Baker era, a finales de esa década, la artista mejor pagada de Europa. La diosa de ébano, la venus negra, era tan popular entre la clase media-alta europea que muchas de sus espectadoras se aplicaban cremas para oscurecer su piel e imitarla.

Todas querían ser como la oscura y sofisticada estrella. A la popularización del bronceado contribuyó también Coco Chanel en un momento en el que el tostado se relacionaba con las clases sociales más bajas, que tenían trabajos al aire libre. Desde entonces parecemos vivir una competición por "tener buen color", una expresión cargada de connotaciones positivas. Tomar el sol computa. Enseñar la marca. Comparar el moreno. Pero la moda comienza a cambiar. Y para cuando vuelva el blanco cristalino ahí estaremos las de piel blanquecina esperando con gesto renacentista.

Personajes tomados de Dejar de amargarse para imperfectas (editorial Zenith). Lucía Taboada (guión) y Raquel Córcoles (ilustraciones) Paraimperfectas.com

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