Una relación breve
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Fue uno de los amores del rey Alfonso XIII más comentados de los años veinte. Él, casado con Victoria Eugenia de Battenberg, era un amante voraz, y se sabía en todo Madrid, y ella, una jovencísima Celia Gámez, la vedette más importante de la época, una estrella de revista, nacida en Buenos Aires, que enamoraba al público con tangos y chotis y un estilo castizo muy personal.
La alta sociedad y la clase baja fantaseaban con esta aventura y todos tenían una opinión. A pesar de todo, no está claro que aquel amorío durara más de unos pocos meses. Luego fue reemplazado por una gran amistad. Celia recurrió al rey para que la ayudara a conseguir la nacionalidad española y él siempre le agradeció su entrega y devoción. Ella fue, hasta su muerte, monárquica.
Alfonso XIII brujuleaba por Madrid parapetado en dos seudónimos: el Duque de Toledo y Monsieur Lamy, aunque eran un secreto a voces. Celia acababa de llegar a España desde Argentina con su padre, para arreglar unos asuntos relativos a una herencia, y en su viaje de Barcelona a Madrid, Celia empezó a cantar y fascinó con su voz a los demás pasajeros, especialmente a una de ellas que resultó ser la marquesa de la Corona, Mercedes Patiño y Juez Sarmiento, que la invitó a cantar en una gala benéfica en el teatro Pavón de Madrid, recién inaugurado en la calle de Embajadores.
Así debutó Celia ante el público español, a mediados de la década de los veinte. En el palco presidencial estaban Alfonso XIII y Victoria Eugenia, junto a la reina madre, María Cristina y el general Primo de Rivera. Poco después, Celia recibió la visita del marqués de Viana, invitándola de parte del rey a tomar el té a solas. A partir de ahí comenzó su relación. La vedette tenía 20 años.
Su carrera despegó enseguida en otro famoso teatro, el Romea, en la calle de Carretas, donde debutó el 14 de enero de 1926, y donde se ganó el nombre de «La perla del Plata». La joven no tenía una voz perfecta, pero sí unas piernas espectaculares y una sonrisa que encandilaba. Aquella década fue la de máximo esplendor de la revista, un género que luego decayó hasta desaparecer.
Ella fue la primera en interpretar, canciones que forman parte del acervo cultural español, como el chotis El Pichi, el pasacalle Los nardos o el Ya hemos pasao, réplica del No pasarán republicano, cuando las tropas franquistas tomaron Madrid, y que le ganó fama de golpista, aunque nunca lo fue. También grabó un centenar de tangos.
Al Teatro Romea acudía Alfonso XIII a verla cada vez que podía, que era muy a menudo. El rey cayó rendido ante el tango A media luz, que Celia interpretó para él decenas de veces dicen que en público y en privado. Cuando Celia debutó con otro espectáculo en el Teatro Eslava, en la calle de Arenal, el rey la siguió. Sin embargo, aquel no fue un amor feliz. Alfonso XIII la utilizó y abandonó, como a todas sus amantes.
La reina Victoria Eugenia estaba tan al margen de la nueva aventura amorosa de su marido, que acudía con frecuencia al teatro a verla y, en una ocasión, fue a visitarla acompañada de sus dos hijos mayores, el príncipe de Asturias y don Jaime, el infante sordo. El encuentro entre ambas mujeres fue muy cordial y el Todo Madrid no tardó en comentarlo y algunos en hacer chanzas. Muchos consideran que este fue el momento de mayor humillación de la reina, pero, dado el volumen de amantes de Alfonso XIII y de hijos ilegítimos, no es fácil asegurarlo.
El 1 de julio de 1944, Celia contrajo matrimonio con el dentista José Manuel Goenaga, y su padrino fue el general Millán Astray. Fue un acontecimiento nacional. La pareja se separó nueve años después. Luego, la vedette se casó por lo civil en París con el periodista Francisco Lucientes, pero también se separaron al poco tiempo. En los años sesenta la artista empezó a tener problemas económicos, entre otras razones por su afición al juego.
Participó en alguna película, a principios de los años setenta, y luego regresó a Buenos Aires, aunque volvió a España en 1984, para cantar en un espectáculo con Sara Montiel, su última aparición en un escenario. Pasó los últimos años de su vida en su ciudad natal afectada de Alzheimer. Allí fue enterrada.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.