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Elena Anaya: "Me he lanzado desde trampolines muy altos sin saber si había agua"

Hace ocho meses, vivió su mejor estreno: el nacimiento de su hijo Lorenzo. En un momento de plenitud y tras ser villana en Wonder Woman, la actriz estrena La cordillera y se mete en la piel de una periodista incómoda.

ANA SANTOS

En La cordillera, la película que acaba de estrenar, Elena Anaya interpreta a una incisiva periodista que trata de meter el dedo en la llaga de los políticos. Un personaje con el que la actriz comenzó entusiasmada y acabó obsesionada, algo a lo que sus compañeros ya están acostumbrados."Puedo ser bastante pesada, sí... -admite entre risas-. Y en esta ocasión Santiago Mitre, el director, me recomendó un libro de Oriana Fallaci, Entrevista con la historia, y me volví un poco loquita y modifiqué todo lo que pude. Me fascinó ver el mundo a través de los ojos de una periodista. Me he cruzado con muchos en mi vida, como ahora contigo, y siempre pienso: "Qué misión tan complicada, sentarte con tu grabadora y tu cuadernito, y pensar: "¿Ahora qué hacemos? A ver qué química se crea entre nosotros".

Y en ese punto estamos las dos, compartiendo sofá y café, mientras una mira de reojo las preguntas y la otra lucha contra una tos inoportuna a base de jarabe y caramelos. La cosa, sin embargo, empieza bien. A pesar de la tos, se la ve pletórica, feliz. Y, sí, parece haber esquivado el paso del tiempo. En África, su bautismo cinematográfico, se hizo pasar por una quinceañera cuando tenía 20 años, pero coló. Y ahora, a escasos centímetros, con un vaquero pitillo, una camiseta de rayas, la cara lavada y una larga coleta, parece una broma que tenga 42. " El otro día pusieron la película en la tele y mandé mensajes a todo el equipo. ¡Cuántos años, qué fuerte! Yo era una jovencita y ahora soy una mujer. Pero sigue habiendo algo muy potente y muy fuerte de mi esencia, de mis valores, de la persona que me enseñaron a ser mis padres", afirma.

Elena no puede evitar hablar de sus progenitores: de su padre, un ingeniero ya fallecido, y de su madre, "una mujer única". Junto a ella descubrió que quería ser actriz, con apenas 11 años, viendo Memorias de África: "Salimos del cine y no paraba de decirle: "Qué historia tan bonita, que maravilloso ser actor", recuerda. Y a ella le dedicó el Goya que ganó por La piel que habito, con unas palabras llenas de agradecimiento: "Eres la maestra de mi vida, porque un día me enseñaste que la magia existe y mira tú la que hemos liado", dijo. "Me sale referirme a ellos porque ha sido brutal la libertad que me han inculcado. ¡Tengo a tantas personas alrededor a las que no les han permitido ser ellas mismas ni descubrir el mundo!".

"Ellos han sido los mejores maestros, ojalá sepa seguir su ejemplo", afirma tímidamente cuando se le pregunta si criará así a su hijo Lorenzo, de ocho meses. " Es lo más maravilloso del mundo. La vida toma otra dimensión, algo que solo puedes sentir si vives una experiencia como ésta. Tengo un hijo que me llena cada segundo. Es muy bueno, muy simpático, se ríe todo el rato y me hace profundamente feliz", añade con un gesto dulce pero zanjando el tema.

Anaya no se siente cómoda hablando de su vida privada y siempre ha esquivado la fama, privilegios incluidos. De hecho, cuando los fotógrafos trataban de conseguir una foto suya embarazada, recurrió a sus amigos para que subieran a las redes sociales una imagen de ella con su pareja que no dejaba lugar a dudas."Se calificó como la estrategia anti paparazzi de Elena Anaya, pero es que tenía a tres personas permanentemente debajo de mi casa que me perseguían por la calle. A la tercera carrera que me pegué embarazada de ocho meses, me metí en el taxi y pensé: "¿Qué es lo que quieren? Una foto ¿no? Pues la va a haber, pero sin dinero de por medio". El mensaje era claro: queremos disfrutar de este momento con la privacidad con la que siempre hemos vivido", explica.

"tengo unas ganas que me muero por hacer comedia, ya he sufrido mucho con el drama".

Sofisticada y siempre con un punto de atrevimiento, es una de las actrices más espectaculares pisando la alfombra roja. Pero ahí termina la exposición a la que le obliga su profesión. Ni fiestas, ni publicidad, ni redes sociales. Forma parte de una especie de intérpretes en peligro de extinción. "Soy un poco marciana. No es que no sea como las actrices jóvenes, es que parezco de otro siglo. Contar todo el rato qué cómo, en qué rodaje estoy, con quién... No me interesa absolutamente nada y, aunque parezca increíble, pierdo muchos trabajos por no usar Instagram. Incluso tus agentes te piden que te metas en redes sociales, que te conviertas en un personaje. Y luego está el tema de promocionar cosas en las redes. Quizá algún día hagamos una entrevista y me eches en cara que me he convertido en una smart girl, o smart woman más bien, pero no lo creo. La industria del cine ha cambiado, el mundo ha cambiado, pero esa no es mi vida y defiendo mi privacidad. Creo en dar ejemplo con tu trabajo, con llevar una vida razonable, con el respeto hacia los demás y no me parecería coherente mostrar cosas personales. Soy tímida y mi profesión ya me expone lo suficiente", explica.

Incluso hasta ahora no ha encontrado un proyecto en la televisión lo suficientemente atractivo como para aceptar el daño colateral de la popularidad. "No es que me resista, pero en la tele te ve mucha gente y me da pavor que te reconozcan por la calle. He vivido situaciones con algunos compañeros que daban miedo y nunca he querido que me ocurriera algo así. Tengo mi propio criterio para elegir proyectos, pero creo que ahora se está haciendo muy buena televisión; de hecho, si me llegara algo interesante no me importaría".

Desde trampolines peligrosos

Lo que sí le pide el cuerpo es hacer una comedia. "¡Tengo unas ganas que me muero! Me gustan más los personajes dramáticos y he disfrutado mucho, pero he sufrido tantísimo que ya no me apetecen. Me he lanzado desde trampolines muy altos sin saber si la piscina tenía agua, pero hay personajes que ahora no volvería a hacer. De hecho, el otro día me llamaron para un proyecto muy apetecible pero muy duro y dije que no: no estoy en ese momento, no podría. Haciendo en Miami la promoción de Wonder Woman, donde interpreto a la doctora Maru, me llamaban la "enana villana" y yo decía que me estaba vengando de todas las perrerías y atrocidades que me han hecho durante años", cuenta.

Del poder y otros demonios

  • "Mi personaje es pequeño, pero muy atractivo. Me interesaba mucho esa mujer pequeña y delicada, pero con la importante misión de poner firmes a los políticos haciéndoles las preguntas que se les deben hacer. Su obsesión por descubrir cómo se relacionan los mandatarios con el poder y de qué manera afecta eso a la vida de millones de personas. Además, podía rodarlo embarazada de siete meses y me encontraba fenomenal", cuenta Elena Anaya sobre su participación en La cordillera, la película dirigida por el argentino Santiago Mitre.

  • Presentada en el Festival de San Sebastián y proyectada en los cines desde este viernes, es un thriller político ambientado en una cumbre de jefes de Estado latinoamericanos en la que un inmenso Ricardo Darín, en la piel del presidente de Argentina, tiene que enfrentarse también a sus propios demonios. "La factura de la película es impecable y me permitía trabajar con un elenco de actores extraordinarios, como Darín, Daniel Giménez Cacho o Dolores Fonzi. Los intérpretes latinoamericanos son impecables y es un lujo verlos transformarse en sus personajes", añade.

Actriz sin fronteras

Si Elena lleva más de 40 películas a sus espaldas es gracias a que no teme hacer las maletas. Así ha sido siempre y, especialmente, en los últimos años. " No es que no me importe trabajar fuera, claro que me lo pienso, pero no me queda otra. No me puedo permitir decir: " Qué pereza Londres, con el frío que hace y lo bonito que es el otoño en Madrid".

"De joven tienes unas posibiliddes, pero ahora, con otra piel, eres más interesante".

Aquí hay mucho talento y se hace un cine excelente, pero no puedo dedicarme a la vida contemplativa, no me llega y no es mi ambición. Además, tampoco tengo un plan B; mi plan B es la templanza -reconoce riéndose-. Si tengo una superproducción, me preparo y me concentro a tope. Y si hay una temporada en la que no voy a trabajar, disfruto de ese momento con tranquilidad y sentido común. El dinero vuela y tienes que ajustar tu vida a lo que tienes y, sobre todo, a lo que aspiras. Para mí no hay nada mejor que la independencia y la libertad, pero tienes que quitarte de muchas cosas y vivir de forma sencilla".

¿Y no teme esa fatídica edad en las que las actrices empiezan a ser invisibles?. "A los 20, ya me decían: "Prepárate, porque te puedes tirar tres años sin recibir un guión". Sin embargo, nunca me ha pasado. De joven tienes unas posibilidades, pero ahora, quizá con otra cara y otra piel, eres más interesante y puedes mostrar otras cosas. Éste es un trabajo muy inestable y siempre te da miedo dejar de gustar, de estar presente... Pero para eso solo hay un remedio, que es seguir formándote, confiar y no caer en la desidia. En definitiva, no dejar de disfrutar".

Y cuando toca, protestar. Porque a Elena, dulce y menuda pero testaruda como su Claudia de La cordillera, no es, como ella dice, "de las de pasar de puntillas por las cosas". "Yo peleo mucho, todo lo que está en mi mano, para que mi sueldo sea como el de los hombres. Podría hacer más, seguro; podría levantar proyectos pero, de alguna manera, cuando te sumas a uno pequeño, trabajando 14 horas diarias y sin apenas cobrar, lo estás haciendo. Y hay que denunciarlo y sumar fuerzas, pero sin obsesionarse ni ponerle números. Si lo hacemos, seguro que tenemos razón, pero el objetivo es que haya mujeres dirigiendo, personajes femeninos interesantes y que podamos contar nuestras cosas -afirma-. También está en nuestras manos decir que no a determinados proyectos, a no ser una mujer de relleno". Y Elena Anaya, eso seguro, está en las antípodas de serlo.

*Artículo originalmente publicado en el número 965 de mujerhoy.

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